España entrará en un año de intensa actividad electoral que podría derivar en una importante reconfiguración del panorama político. Las elecciones municipales y las regionales se celebrarán en mayo de 2015, las elecciones generales deberían ser convocadas para noviembre, y podría producirse un terremoto político en la región de Cataluña.
La situación es de gran incertidumbre: un disgustado electorado parece cada vez más dispuesto a apoyar nuevas alternativas políticas, en forma de las promesas con sonido populista de Podemos o la ilusión de un nuevo estado en Cataluña. Sin embargo, se está generando un impulso detrás la idea de una gran coalición entre los principales partidos de centro-derecha y centro-izquierda, que tendrían el apoyo suficiente para embarcarse en un programa de reforma constitucional que parece cada vez más inevitable.
El partido gobernante de centro-derecha, el Partido Popular, ha colocado la mayor parte de sus esperanzas electorales en los efectos calmantes de una recuperación económica más fuerte de lo esperado en el primer semestre de este año, lo que podría reducir el atractivo de alternativas radicales. Sin embargo, la mayoría de las encuestas de opinión sugieren que el electorado español no tiene ánimos de premiar al PP.
Creciente incertidumbre otra vez
La erosión del apoyo al PP y su principal rival, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) de centro-izquierda, refleja una serie de factores. Entre ellos, es importante la reciente desaceleración en el ritmo de la recuperación económica, sobre todo por acontecimientos en otros países de la eurozona. Después de casi siete años de crisis, que dejan un legado por resolver de desempleo y quiebras de empresas masivas, hay poca disposición entre los votantes para un mayor sacrificio económico.
La vacilante confianza pública en la economía y su gestión ha coincidido con los corrosivos efectos de la pérdida de credibilidad que han sufrido las instituciones democráticas del país en los últimos años. Además del PP y PSOE, este ánimo anti-instituciones también afecta a la monarquía, los sindicatos, el sistema financiero y los principales reguladores. España ha sido testigo de un constante flujo de corrupción y escándalos financieros cuando su burbuja crediticia estalló a fines de los 2000, cimentando la percepción de las instituciones españolas como egoístas y afectadas por una corrupción sistémica.
Esto explica, en parte, el atractivo y rápido ascenso del agresivamente anti-institucional partido Podemos, que rechaza a los representantes políticos e institucionales convencionales como miembros de una "casta" que debe ser expulsada del poder. También explica el incremento del atractivo político de la promesa del nacionalismo catalán de crear un Estado nuevo, más próspero y menos corrupto.
Tres escenarios post-elecciones
En este contexto, las encuestas apuntan hacia una fragmentación del apoyo político que complicaría el proceso de formación de gobierno después de las próximas elecciones generales. Con las tendencias actuales, parece que PP y PSOE se quedarán muy cortos de la mayoría en el próximo Parlamento, con Podemos como un agente de poder clave.
De hecho, el Parlamento podría pasar de predominantemente bipartidista a tener tres partidos de gran representación, con Podemos desafiando la posición del PSOE como segundo grupo. Por otra parte, otros partidos más pequeños, como Unión Progreso y Democracia, podrían aumentar su representación, generando un grado de fragmentación sin precedentes.
En este momento, hay tres escenarios postelectorales plausibles. El primero sería la continuación del status quo, con una renovada recuperación económica que permita al PP capear las actuales dificultades, y ayudado por la inquietud que puede sentir el votante ante las alternativas. La indignación con los políticos es, sin duda, alta, pero no lo suficiente como para que el inexperto y radical Podemos llegue al poder. En este escenario, es plausible la mayoría de un renovado PP, que podría requerir el apoyo del partido centrista UPyD.
El segundo escenario sería ver al PSOE formar una alianza parlamentaria con Podemos (y, quizá, con otros partidos más pequeños como Izquierda Unida). Sin embargo, hay factores que pesan en contra de esta opción. Su nuevo líder, Pedro Sánchez, está firmemente arraigado en el ala moderada y pragmática del PSOE, lo que hace poco probable que abrace las políticas más radicales de Podemos.
El tercer escenario implicaría la ruptura de la rivalidad que ha definido la política española desde la restauración de la democracia en la década de los '70, con el PP y PSOE formando una gran coalición.
La principal ventaja de un acuerdo así sería que la coalición tendría la autoridad suficiente para emprender un proceso de reforma constitucional. Hay modificaciones institucionales que podrían beneficiar a España, pero la razón más importante para priorizar el cambio constitucional es la reformulación de la estructura territorial del Estado hacia un sentido estrictamente federal.
De hecho, parece poco probable que las tensiones en Cataluña vayan a disminuir a menos que este proceso se tome en serio. Con cuatro años de cooperación entre los dos principales partidos, dando prioridad a la regeneración política, a la vitalidad económica a largo plazo y a la entrega de un nuevo acuerdo regional, podrían disfrutar de un considerable apoyo popular.