Cualquiera sea el resultado de las elecciones presidenciales de Brasil, marcarán un giro en la marea política de Sudamérica, luego de una docena de años de hegemonía de izquierda. Incluso si Dilma Rousseff gana un segundo período, todo indica que su victoria será estrecha, presagiando un gobierno débil desde el comienzo. La izquierda enfrenta también una posible derrota en Uruguay, que casi con seguridad verá una segunda vuelta el 30 de noviembre. Hace apenas unos meses, Tabaré Vázquez, del gobernante Frente Amplio, vislumbraba una victoria aplastante; ahora las encuestas sugieren que perdería ante Luis Alberto Lacalle Pou, el hijo de un ex presidente conservador. Las elecciones en Argentina el próximo año, llevarán a que Cristina Fernández, que ya no puede repostularse, sea reemplazada por una figura más moderada.
Existen excepciones. Una es Bolivia, donde el próximo mes Evo Morales avanzará sin dificultades hacia un tercer período debido a sus populares políticas redistribucionistas y su control de los medios. La otra es Centro América, donde las recientes elecciones han visto un giro hacia la izquierda similar al que dio Sudamérica hace poco más de una década. Pero la tendencia dominante es un retiro de “la marea rosa” de la región y un regreso hacia el centro.
La economía y la corrupción
Dos factores explican esto. Primero, la izquierda se ha quedado sin ideas y, en algunos lugares, ha sido golpeada por la corrupción. La campaña de Rousseff ha sido mayormente negativa, llena de cuentos de terror sobre supuestas amenazas de la oposición a las victorias sociales de la última década bajo el mandato del centro izquierdista Partido de los Trabajadores (PT). Segundo, el fin del auge de los commodities ha provocado desaceleración económica. Aunque en muchos países eso todavía no se siente en el bolsillo de los votantes, pronto lo hará.
Sin embargo, la derecha no puede sólo sentarse a esperar que los votos les lleguen mágicamente. La región ha cambiado en aspectos fundamentales debido al acelerado crecimiento de la última década. La clase media ha crecido. Los jóvenes tienen más educación y están más empoderados. Demandan mejores servicios públicos. Y la izquierda puso la enorme inequidad de ingresos, riqueza, poder y razas en el centro de la agenda. Los gobiernos de centro izquierda se han comprometido con la redistribución, gastando los frutos del auge de commodities en programas sociales. Estos pueden variar en calidad, pero con frecuencia traen recompensas políticas. “En mi experiencia, la gente pobre en Latinamérica está agradecida por incluso la más pequeña ayuda”, señala César Gaviria, un ex presidente colombiano.
En Brasil esta gratitud le da a Rousseff un sólido piso de 35% de los votos. Esto es un problema para Aécio Neves, el candidato del centro derechista Partido de la Social Democracia Brasileña. En el papel, él debería beneficiarse del estancamiento del PT. Gobernador reformista de Minas Gerais, el segundo estado más poblado, cuenta con un impresionante equipo de tecnócratas y una poderosa maquinaria partidista. Y está prometiendo reformas políticas y económicas sensatas para llevar a Brasil de vuelta a un crecimiento razonable y mejorar su democracia.
Sin embargo, Neves nunca se ha acercado a menos de doce puntos de Rousseff en las encuestas. Salvo algún imprevisto, será Marina Silva, una ex líder centrista del PT nacida en la pobreza, la que enfrentará a la presidenta en segunda vuelta. El problema de Neves, admite uno de sus aliados, es que es visto como un miembro de la élite política tradicional en un país que está deseoso de cambios y la “nueva política” que Silva promete y simboliza. Cuando el PT falsamente sugiere que sus oponentes eliminarán Bolsa Familia, el subsidio que reciben los 14 millones de familias más pobres, el desmentido de Silva tiene más peso emocional que el de Neves. “Yo sé lo que es pasar hambre”, dijo ella en un conmovedor discurso.
Gobernar para todos
Con la economía frenándose, los electores deberían estar más abiertos a la agenda de centro derecha de prosperidad y oportunidad a través de reformas y eficiencia. Pero sólo si se puede adaptar a la nueva realidad de la región. Eso significa persuadir a los votantes de que gobernará para todos, y no sólo para las clases privilegiadas. El analista político chileno Arturo Fontaine sostiene que la izquierda volvió al poder en su país debido al descontento público con los abusos del mercado, como la colusión de las farmacias y prácticas fraudulentas en las universidades, a lo que se podría agregar los malos servicios y altos cobros de muchos servicios básicos privatizados en Latinoamérica.
Los temores de que la ventaja de estar en el cargo y el clientelismo por los programas sociales hagan invencible a la izquierda se aplican sólo a autocracias como Bolivia. En otras regiones, los votantes van a juzgar a la izquierda por sus resultados, tal como lo hicieron con la derecha, afirma Gaviria. Por eso es que la “marea rosa” está retrocediendo. Pero para que la derecha se beneficie debe competir en el campo de la política moderna.