Perspectivas globales para un segundo semestre lleno de incertidumbres
EIU no ve grandes razones para esperar una mejora en el panorama económico mundial.
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A medida que se inicia el segundo semestre, EIU ve pocas razones para esperar una mejora significativa en el panorama económico mundial. Los males que han llevado al lento crecimiento en los últimos 18 meses están demostrando ser difíciles de solucionar. Los bajos precios de los commodities seguirán golpeando a los grandes productores, y la demanda continuará lenta entre los consumidores del mundo desarrollado. La ansiedad de autoridades e inversionistas sobre la capacidad del gobierno chino para sostener su economía ha pasado de intensa a crónica, mientras que el tan anunciado giro en el ciclo monetario global produjo apenas un incremento de un cuarto de punto porcentual en la tasa de EEUU, con otras economías desarrolladas a años de seguir el mismo camino.
En las últimas semanas se ha visto cierto alivio temporal. La posición moderada de la Fed frenó el rally del dólar, dando un descanso a las divisas emergentes. El crecimiento de China se ha estabilizado, aunque a costa de seguir acumulando endeudamiento en el sistema financiero. Los precios del petróleo alcanzaron un máximo de ocho meses a comienzos de junio, aunque esto se debe más a problemas en la oferta que un repunte en la demanda. El crecimiento en la eurozona y Japón superó las expectativas en el primer trimestre, aunque probablemente no se sostendrá.
Dados los frágiles fundamentos de esta mejora en el ánimo, EIU espera que la volatilidad se mantenga hasta 2017, alimentada por la divergencia monetaria global y los temores a que los esfuerzos de Beijing por estimular la economía sólo empeoren las cosas, aplazando el inevitable ajuste financiero. El mundo desarrollado seguirá dependiendo de las políticas expansivas de los bancos centrales, y los temores a la deflación persistirán. El panorama para los emergentes se ve ahogado por una débil demanda por exportaciones, malas decisiones y crecientes riesgos geopolíticos.
El crecimiento del PIB mundial caerá a 2,3% desde 2,4% en 2015, pero se acelerará a 2,7% en 2017-18 a medida que el panorama para los emergentes mejora gradualmente. Luego la economía global volverá a frenarse a 2,2% en 2019, cuando el fin del ciclo de negocios en EEUU termine en una recesión moderada, antes de recuperarse a 2,5% en 2020.
Populismos avanzan
Una creciente ola de populismo golpeará a la economía global por dos vías; la elección de gobiernos que aplicará políticas dañinas, como Rodrigo Duterte en Filinas, y la decisión de las empresas de postergar inversiones por temor a que políticos populistas lleguen al poder, incluyendo EEUU, Reino Unido y España. Esta tendencia se inició hace una década con la crisis financiera global de 2008-09. En un primer momento provocó un fuerte daño a través de quiebras, despidos y congelamiento de salarios. Pero sus efectos de segunda vuelta han sido dolorosos y prolongados. Los gobiernos se han volcado a la austeridad, retrasando la recuperación. En muchas economías el despalancamiento sigue en curso. Esto ha alienado a los gobiernos de sus electorados, creando espacio para figuras anti establishment que prometen soluciones rápidas, como Donald Trump.
Si el magnate llegara a ganar las elecciones, cambiaríamos radicalmente nuestra proyección para EEUU, con efectos para la economía global. Trump abriría el camino para que otros intenten seguirlo. Su lección, que un millonario sin manejo político puede ganar en una democracia proyectando fuerza con un lenguaje belicoso y abusivo perjudicará al resto del mundo. Duterte puede considerarse su primer discípulo.
Mercados emergentes
Para la mayoría de los emergentes, el primer semestre de 2016 fue mejor que la segunda mitad de 2015. Las expectativas de un endurecimiento monetario en EEUU se han moderado, reduciendo la amenaza de que los bancos centrales se vieran obligados a subir las tasas para contener las presiones inflacionarias. Los precios han sido contenidos y las tasas no han subido demasiado, permitiendo un aumento en los ingresos reales. Los flujos de capital que se volvieron negativos en 2015 volvieron a terreno positivo en marzo y las monedas han recuperado parte del terreno que perdieron ante el dólar.
Pero se trata de un falso optimismo porque 2016-17 traerá nuevos desafíos para los emergentes. El repunte en los precios de los commodities será lento y el petróleo volverá a caer antes de afirmarse. Aunque será un proceso lento, las tasas de interés en EEUU subirán, apoyando la fortaleza del dólar arrastrando el flujo de capital, lo que elevará los costos de endeudamiento. Los términos de intercambio se mantendrán débiles.
Tasas de interés
El mundo desarrollado tendrá dificultades para impulsar la demanda interna. A pesar de que los tipos se han mantenido por años en el suelo, persisten los excesos de capacidad en EEUU, Europa y Japón. La crisis financiera actuó como un freno estructural en estas economías, pero todavía no han aprendido las nuevas reglas del juego. Los niveles de tendencia para el crecimiento, la inflación, las tasas y el comercio son considerablemente menores que en 2008.
La principal respuesta ha sido un estímulo monetario sin precedentes. Estamos pesimistas sobre la capacidad de Reino Unido, Europa y Japón para elevar las tasas antes de 2021, y el ajuste de la Fed será en cámara lenta.
EEUU es el que está en mejor pie. El ciclo económico que comenzó con la recuperación de la crisis tiene todavía otros tres años. La inflación se acelerará y el empleo se ajustará. El ciclo terminará en 2019 a medida que el alza de las tasas frene el consumo privado, lo que llevará a una breve recesión.
En Europa el banco central sigue firmemente en la fase expansiva. Tras la decisión de Reino Unido de abandonar el bloque, la confianza se mantendrá débil ante las dudas existenciales sobre su futuro, el ascenso de los nacionalismos y las dificultades para resolver la crisis de los inmigrantes.
Economía china
El riesgo de que en los próximos cinco años China sufra un aterrizaje forzoso (una caída de dos puntos o más en el crecimiento promedio anual) es de 40%. El principal riesgo es el rápido aumento de la deuda.
El crecimiento se frenará de 6,7% en 2016 a 6% en 2017 y 4,2% para 2020, asumiendo que el gobierno reconozca el riesgo crediticio y tome medidas para contenerlo. Pero ni siquiera eso garantiza que la deuda no llegue a niveles peligrosos.