México: enemigo a las puertas
Ningún país sufriría tanto como México por las políticas anti-comercio de Donald Trump. La situación se complica por las futuras elecciones locales.
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Con las estimaciones de un crecimiento de sólo 1,9% para 2016, el registro económico de Enrique Peña Nieto desde que asumió la presidencia de México a fines de 2012 ha dejado poco para vanagloriarse. El PIB ha aumentado sólo 2,1% en promedio entre 2013 y 2016, el ritmo más bajo para cualquier presidente mexicano en el período de post-guerra. Eso, a pesar de que el país no ha sufrido recesión durante su mandato y disfruta de un prolongado auge de consumo que compensó la debilidad de las inversiones y del comercio. Entre lo más preocupante está el crecimiento sostenido en la relación entre la deuda y el PIB, que habría superado el 50% para finales de 2016, su nivel más alto desde la década de los ‘90 (ha aumentado en más de 10% del PIB durante la presidencia de Peña Nieto). Lo que alentó todavía más las preocupaciones públicas fue el comportamiento de peso, que a sus niveles actuales de 21-22 pesos por US$ 1 está 20% más débil que a finales de 2015.
La situación poco envidiable
Incluso sin tomar en cuenta el “factor Trump”, la economía de México está enfrentando perspectivas negativas en 2017. La depreciación del peso, particularmente después de las elecciones en EEUU el 8 de noviembre, ha aumentado las preocupaciones de lo que ahora parece ser un inevitable traspaso hacia inflación en el lado del consumo (que durante los dos años pasados, sorprendentemente, no fue un problema). Los últimos resultados del Índice de Precios al Consumidor de noviembre han puesto la inflación anual en 3,3%, justo por encima de la meta de 3% (más-menos un punto), después de haber caído a niveles históricamente bajos durante el año anterior. Sin embargo, la inflación de precios al productor se ha disparado en los últimos meses, llegando a 8,5% en noviembre, su lectura más alta desde el peak en el boom de los commodities en 2008. Típicamente, hay un rezago entre los precios al productor y al consumidor que –combinado con efectos del año base– tienen que poner la inflación cerca –y probablemente, por encima– del techo de 4% a principios de 2017.
La respuesta a la depreciación del peso (y presiones inflacionarias que siguen) fue una política de abundantes aumentos de tasas de interés durante 2016. El Banco de México (Banxico, el banco central), elevó las tasas cinco veces el año pasado, 50 puntos base cada vez. Eso dejó la tasa en 5,75% después del último aumento (a principios de diciembre) y bien dentro del acordado territorio neutral (eso es, el nivel en que no influye negativamente ni positivamente al crecimiento). Sin embargo, en este nivel hay muy pocas posibilidades de maniobra si las autoridades monetarias quisieranhacer incremento adicional, ya que eso empezaría a producir un efecto negativo sobre la economía real. Es más, no está claro si los aumentos de tasas anteriores tuvieron los efectos que esperaba Banxico, el peso se recuperó brevemente, pero en todos los casos siguió depreciando después de los aumentos.
El factor Trump
A eso hay que agregar la posibilidad de que Trump implementará algunas de sus propuestas más radicales de su campaña, como el impuesto de 35% a las importaciones de automóviles, que tendrán un efecto devastador en la que es la industria manufacturera más vibrante de México. Aunque el país puede devolver el golpe con tarifas vengativas, está claro que el masivo desequilibrio en dependencia económica (México exporta 80% de sus bienes a EEUU) pone al país en una severa desventaja.
El lado positivo, sin embargo, es la invitación que hizo Peña Nieto a Trump antes de las elecciones. Aunque fue caracterizada como la decisión más desastrosa de política exterior reciente, ahora puede resultar beneficiosa por haber instalado una relación cordial entre los dos hombres. Además, el instigador de la reunión, el ex ministro de finanzas Luis Videgaray (que fue el principal consejero de Peña Nieto pero dejó su cargo después de la visita de Trump), fue asignado ahora como ministro de Relaciones Exteriores.
Pero incluso si la relación entre EEUU y México empieza con un tono pragmático, el comportamiento errático de Trump y constantes cambios en política sugieren que 2017 marcará el comienzo de un periodo de cuatro años de incertidumbre. Eso tendrá un efecto medible en la confianza de las empresas e inversiones, particularmente las inversiones en los sectores que son particularmente vulnerables a posibles impuestos de Trump. Otros sectores, sin embargo, como el recién liberalizado sector de energía, podrían mostrarse más flexibles. La cuarta fase de la Primera Ronda Mexicana de licitaciones petroleras tuvo lugar el 5 de diciembre y resultó ser mayormente exitosa. Otros sectores, como las telecomunicaciones, también se han beneficiado de las recientes reformas y han llegado a ser mucho más competitivos en solo unos años desde su implementación.
Elecciones generales a la vuelta de la esquina
A nivel interno, no hay muchas señales de que Peña Nieto se recuperará de sus niveles tristemente bajos de popularidad, que fueron afectados principalmente por los numerosos escándalos de corrupción que lo involucraron a él y a los miembros de su partido, tanto como la creciente delincuencia; 2016 habría sido el año más violento en la actual contra las drogas desde su peak en 2010-2011.
La aparente tolerancia del PRI a la corrupción y el crimen le costó puestos en las elecciones en 2016, cuando sufrió la derrota en cinco estados. Y puede costar más todavía en 2017, en las elecciones en su bastión principal, el Estado de México. Las encuestas recientes dicen que la victoria de PRI no está garantizada. La pérdida de Estado de México será un duro golpe al PRI, uno que definitivamente disminuirá sus oportunidades para las elecciones generales de 2018. Otro año de crecimiento económico mediocre y movidas hostiles de la administración de Trump, casi con seguiridad pondrán a la oposición en el camino hacia la victoria.