Después de mostrar escaso interés por observadores internacionales para las elecciones, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, ha dado un drástico giro, extendiendo de mala gana una invitación de último minuto al Centro Carter para que supervise las elecciones legislativas que se celebrarán el 6 de diciembre. La decisión obedece a un esfuerzo por dar credibilidad a los comicios, ante los temores de que la oposición impugne los resultados. Es poco probable que esto tenga éxito y el riesgo de malestar social después del proceso sigue siendo alto.
Durante la visita a la Asamblea General de Naciones Unidas, Maduro sostuvo diversas reuniones con jefes de estado y líderes de movimientos sociales y sindicatos. Sin embargo, el encuentro con el ex presidente de EEUU, Jimmy Carter (1977‑81), fue particularmente relevante para el futuro político de corto plazo en Venezuela ya que puso de relieve la preocupación del gobierno sobre la legitimación de las próximas elecciones.
Invitado de piedra
A su regreso a Venezuela, Maduro declaró en un discurso televisado que había invitado a Carter y al Centro Carter (una organización no gubernamental especializada en observar procesos eleccionarios) para regresar a Venezuela para los próximos comicios. Desde 2006, la ley electoral de Venezuela no ha permitido observadores internacionales independientes para sus procesos electorales. La ley establece una presencia electoral limitada calificada como “acompañamiento” y que consiste en una corta visita de expertos internacionales al país el mismo día de las elecciones.
El Centro Carter tuvo una importante presencia en Venezuela durante 17 años, pero cesó sus operaciones completamente en el país en julio, citando la decisión de concentrar sus recursos limitados en otros países que habían solicitado su ayuda. Durante este período de presencia en Venezuela, la organización fue clave en mediar en un controvertido acuerdo entre el ex presidente Hugo Chávez (1999‑2013) y las fuerzas de la oposición para un referendo presidencial en 2004, y había observado la mayoría de las elecciones desde entonces. Sin embargo, la decisión de abandonar el país también reflejó el hecho de que ni el gobierno ni la oposición habían manifestado interés en que el centro siguiera operando en el país (aunque la organización fue crítica de las elecciones de 2012 y 2013, las fuerzas de la oposición desconfían de la entidad, debido a su rol en el referendo, al igual que a la declaración de Carter alabando el sistema de votación automático basado en las huellas digitales que Venezuela usa en las elecciones nacionales).
Aunque la voltereta de Maduro a primera vista podría parecer desconcertante, probablemente se explica por la preocupación del presidente por la credibilidad de las elecciones de diciembre. Los últimos procesos han estado plagados de denuncias relevantes sobre intimidación a los votantes, doble conteo de los votos y demandas de recuento. Mucha gente desconfía del Consejo Nacional Electoral, que desde hace mucho tiempo ha estado alineado con el gobierno. La oposición ha estado presionando por la presencia electoral de la Unión Europea, la ONU o la OEA. El gobierno ha rechazado vehementemente estas demandas, invitando en cambio a la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur, una organización creada por Chávez que no tiene experiencia como observador electoral.
Acallar las denuncias
El gobierno ahora teme que, al negar las demandas de la oposición, pueda levantar sospechas sobre posible manipulación del proceso que generen agitación social después de los comicios. Sin embargo, la oferta de último minuto al Centro Carter probablemente no va a eliminar los temores de la oposición. Maduro habló en términos muy amplios (invitando al Centro Carter a observar los cambios políticos, una referencia indirecta a la elección). De hecho, fuentes cercanas al Centro Carter han indicado que Maduro no invitó formalmente a la organización a participar en los comicios, y que el principal tema de la discusión entre Carter y Maduro en Nueva York fue una extraña enfermedad que afecta a la población indígena en la frontera con Brasil.
Incluso si el Centro Carter decide regresar a Venezuela, con apenas dos meses antes de las elecciones será muy difícil para la organización enviar una misión al país (la observación formal normalmente comienza seis meses antes del día de la votación). Maduro, por lo tanto, parece estar dándose cuenta, probablemente demasiado tarde, de que la ausencia de observadores electorales internacionales va a hacer a su gobierno vulnerable a las críticas de la oposición sobre manejo de los resultados. Al mismo tiempo, la ausencia de supervisión internacional abre un espacio para el abuso del proceso electoral.
Riesgo de agitación
En el contexto de estos desarrollos, The Economist Intelligence Unit cree que existe un elevado riesgo de que los resultados de las elecciones sean cuestionados, particularmente si —como pensamos— la oposición no logra el resultado que indican las encuestas. Las encuestadoras tienen un pobre historial de errores al pronosticar los resultados de las elecciones en Venezuela, y seguimos creyendo que la oposición no ha logrado ofrecer una visión convincente de cómo pretende resolver la crisis económica. En el caso de que el resultado sea cuestionado Maduro probablemente usará su invitación al Centro Carter como evidencia de que trató de involucrar a los observadores internacionales. Pero esto no va a convencer a la oposición y el riesgo de un estallido social es alto.