El acuerdo alcanzado por Corea del Norte y Corea del Sur el 25 de agosto tras la explosión de minas en una zona desmilitarizada instaladas poco antes por el gobierno comunista ayudo a aliviar las tensiones.
Pyongyang levantó el "semi estado de guerra", Seúl apagó los parlantes con la propaganda en la frontera; y se sostendrán reuniones entre familiares separados a ambos lados de la península a fines de octubre. Pero aún no hay noticias sobre otros puntos del acuerdo, las negociaciones de alto nivel y el intercambio de civiles. La estabilidad es frágil y persisten muchas dudas.
Las negociaciones fueron sorprendentes por el alto nivel de las autoridades que participaron: Kim Kwan-jin, el asesor de seguridad de la presidenta de Corea del Sur, Park Geun‑hye, y Hwang Pyong‑so, la mano derecha de Kim Jong‑un. Fueron transmitidas en vivo en Seúl y Pyongyang, de modo que en la práctica ambos gobernantes negociaron directamente. Luego de tres jornadas maratónicas de reuniones que se extendieron durante toda la noche, los vecinos del sur salieron victoriosos, consiguiendo todas sus demandas, incluyendo una especie de disculpas, encuentros regulares entre familiares separados, discusiones de alto nivel, contactos entre organizaciones no gubernamentales y el derecho a volver a activar la propaganda en caso de ser necesario, mientras que ninguna de las demandas del norte fue aceptada.
Pero Corea del Norte no es dada a ceder, así que su sinceridad es dudosa. Hwang Pyong‑so ha negado haber pedido perdón o haber reconocido su responsabilidad en el incidente.
El año pasado Pyongyang abandonó las negociaciones en una coyuntura similar y hasta ahora sólo se está avanzando en los encuentros entre familiares, pero incluso aquí hay dudas: en 2013 las autoridades del norte cancelaron las reuniones cuatro días antes. Es probable que esta vez se concreten, pero menos seguro es que Pyongyang acepte un calendario regular. La mirad de los 120 mil inscritos en Corea del Sur desde que comenzaron los encuentros ya ha muerto.
Tampoco se ha establecido hasta ahora fecha ni lugar para las negociaciones. Probablemente Kim Jong‑un rechaza esa posibilidad y Park Geun‑hye está esperando el aniversario número 70 del gobernante Partido de los Trabajadores de Corea del Norte el 10 de octubre, que estaría marcado por nuevas pruebas nucleares o de misiles, y que darían a Seúl una excusa para abandonar el diálogo o incluso reactivar la propaganda.
Maquinaciones políticas
Un punto clave es cómo funciona la política en Pyongyang. La crisis puso a prueba a Kim Jong‑un. A diferencia del episodio anterior de 2013, esta vez encontró un adversario más duro en Seúl. Sus comentarios fueron ambiguos. Aunque apoyó el acuerdo, dijo que el poderío militar, y no las negociaciones, asegurarían la paz. Por eso, todavía es prematuro para esperar demasiado de la última tregua, al menos hasta que se sostengan conversaciones más amplias y habrá que esperar para ver si a diferencia de ocasiones anteriores pueden encontrar un terreno común sólido para avanzar.