No existen perspectivas de que las relaciones entre China y Japón se vuelvan cálidas en el futuro cercano. Asuntos históricos, rivalidades estratégicas y la necesidad de manejar a las audiencias locales dividen a ambos países. Sin embargo, hay fuertes intereses de beneficio mutuo en mejorar los lazos económicos. La reelección del primer ministro japonés Shinzo Abe, este mes, significa que ambos gobiernos tendrán que trabajar juntos por los próximos cuatro años.
Los próximos doce meses no son auspiciosos para relanzar las relaciones. En 2015 el aniversario 70 del fin de la Segunda Guerra Mundial proporcionará numerosas ocasiones para recordar las acciones de Japón durante el conflicto. La antipatía podría aumentar por la decisión de China en 2014 de crear varios feriados conmemorativos. El 3 de septiembre marca la victoria sobre Japón; el 30 de septiembre recuerda a los mártires; y el 13 de diciembre la masacre de Nanjing.
Pero las perspectivas podrían no ser tan sombrías. En su último discurso durante el memorial de Nanjing el presidente chino Xi Jinping atribuyó la culpa a "una pequeña minoría de militares", en vez de a toda la nación, dejando un margen retórico para mejorar las relaciones.
Temor al auge chino
Los comentarios de Xi se suman a señales en noviembre de que el profundo congelamiento de las relaciones podría terminar. Las relaciones han sido tensas desde 2012, cuando Japón nacionalizó las disputadas islas Senkaku en el Mar del Este de China (conocidas por China como Diaoyu), comprándolas a un privado. China impugnó la soberanía japonesa aumentando las incursiones navales y declarando una Zona de Identificación Aérea.
El mes pasado, sin embargo, surgió evidencia de que ambos países querían dejar atrás la pugna cuando Xi se reunió con Abe en el marco del foro APEC en Beijing. Ambos gobiernos prepararon el camino al encuentro con un acuerdo de cuatro puntos sobre cómo manejar las relaciones bilaterales. Japón sigue negándose a reconocer una disputa sobre la soberanía de las islas, pero admitió que existen "diferentes puntos de vista". Habiendo cedido ambos en parte, quedaron en condiciones de retomar el diálogo político, diplomático y de seguridad y de establecer un mecanismo de manejo de crisis para evitar la escalada de incidentes.
Esto representa un considerable avance, pero el saludo casi cómicamente incómodo entre Xi y Abe en APEC mostró que las expectativas de una rápida mejora son excesivas. Abe no ha dado garantías a China de que dejará de visitar el templo de Yasukuni a los caídos (incluyendo militares que China considera criminales de guerra). Pero, es posible que evite hacerlo. Una solución definitiva al conflicto sobre las islas parece improbable, al igual que las disputas sobre territorios marítimos bajo las zonas económicas exclusivas. El acuerdo de cooperación de 2008 para la explotación de petróleo en el área podría ser una vía para avanzar, pero las posibilidades siguen siendo escasas.
La disputa territorial es sólo un aspecto de un cuadro más amplio en el que Japón se siente desafiado por el creciente poder militar y económico de China. Por ahora, sus vínculos con EEUU le brindan cierta seguridad. El presidente Obama declaró claramente en abril que el acuerdo de seguridad entre ambos países incluye las islas. Pero hay crecientes temores en Japón sobre la voluntad de EEUU de confrontar a China en el peor de los escenarios.
Estos temores están detrás de los planes de Abe de cambiar la constitución pacifista de Japón. A mediados de 2014 el gabinete aprobó reinterpretar la constitución permitiendo "la autodefensa colectiva" en territorio extranjero, permitiendo en la práctica a las tropas japonesas realizar acciones militares fuera del país. China criticó la medida y denunció ambiciones militares de Abe, que tras su aplastante victoria podría sentirse fortalecido.
Rivalidad económica
Más allá de la política, los lazos económicos son fuertes y ambos tienen interés en seguir mejorándolos. Japón valora a China como un mercado para sus exportaciones y China aprecia las transferencias en inversiones y tecnologías de Japón. Muchas exportaciones chinas dependen de partes importadas desde Japón. Pero la caída del yen y las protestas anti Japón en 2012, tras la nacionalización de las islas, complican las relaciones de negocio. El comercio ha caído significativamente y la inversión extranjera directa de Japón retrocedió 50% anual entre enero y junio de 2014.
La política económica de Abe, conocida como "Abenomics", además, podría volver a tensar las relaciones porque se basa es una política monetaria extremadamente expansiva y un yen débil, que ha caído 30% frente al renminbi desde fines de 2012. La depreciación del yen genera ruido en China.
Con una base de apoyo local más fuerte que sus dos predecesores, Xi tiene mayor margen para mejorar las relaciones con Japón. Pero ningún líder chino estaría dispuesto a erosionar esa base, por lo que cualquier avance será gradual. Las encuestas revelan que la antipatía mutua es profunda y está creciendo. A largo plazo esto crea una dinámica preocupante y las fricciones podrían fácilmente escalar a un conflicto. Los gobiernos deberán trabajar mucho antes de que los temores sobre el futuro puedan descartarse.