Durante noviembre y diciembre de 2014, el tipo de cambio se vio bajo altas presiones en México, con el peso cayendo a su nivel más bajo desde la recesión de 2009, incluso rompiendo brevemente el umbral de los 15 pesos por dólar a final de año.
La depreciación ha sido causada por múltiples factores, incluyendo el fortalecimiento del dólar, una débil demanda interna y la crisis política que afecta al gobierno.
La presión en la moneda comenzó en septiembre, en concordancia con el gradual descenso global en el precio del petróleo y con el consecuente fortalecimiento del dólar, pero estas tendencias se intensificaron a mediados de noviembre.
De hecho, comparado con su nivel de los últimos días de septiembre, el tipo de cambio cayó 3,3% en términos nominales a fines de noviembre y 8,9% al acabar el año. Respecto de diciembre de 2013, la divisa local se depreció 11,2%, llegando a 14,74 pesos por dólar al término de 2014, uno de sus niveles más débiles de la historia; sólo durante las consecuencias de la recesión financiera mundial de 2009 el peso alcanzó un nivel más bajo.
En comparación a otras economías latinoamericanas, la debilidad del peso ha sido similar al promedio, con su moneda mostrando más resistencia que el peso colombiano y el real brasileño, pero cayendo más que el nuevo sol peruano y el peso chileno.
Factores domésticos y globales
Las presiones que afectan al tipo de cambio reflejan numerosos factores, algunos de los cuales no son enteramente idiosincráticos de la economía mexicana, como la preocupación por el crecimiento global y la expectación sobre la política monteria en el mundo desarrollado.
De este modo, parte de la depreciación fue resultado de un agudo proceso de reacomodo entre inversionistas globales, ya que reajustaron sus enfoques ante la posibilidad de mayores tasas de interés en Estados Unidos, que también afecta al tipo de cambio en otros mercados emergentes.
Otro factor clave fue la caída global de los precios del petróleo y su efecto en el dólar, dada la relación inversa entre ambos activos. Desde mediados de 2014 los precios del crudo se han desplomado más de 50%, mayormente como resultado del exceso de oferta y la negativa de algunos de los países productores más importantes (principalmente Arabia Saudita) de disminuir la producción.
Pero varias de las presiones en el tipo de cambio son resultado de preocupaciones que afectan directamente a la economía doméstica, como el posible efecto negativo en las entradas fiscales por los menores precios del petróleo (los ingresos tributarios aportan alrededor de un tercio del total del presupuesto fiscal).
Además, una producción y precios del petróleo menores también implican una menor acumulación de reservas extranjeras y esto tiende a ampliar la balanza comercial extranjera.
Otro factor que posiblemente ha tenido un efecto es la crisis política que enfrenta el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, avivada por la desaparición de 43 estudiantes en septiembre y la controversia en torno a una propiedad perteneciente a la primera dama, Angélica Rivera.
La crisis ha tenido un impacto negativo en la aprobación del gobierno tanto doméstica como internacionalmente. Este último caso llega en un momento crucial para la implementación de la reforma energética. Si se prolonga el desplome de los precios del petróleo se puede reducir el atractivo de alguna de las oportunidades de inversión energéticas más lucrativas, como las de aguas profundas y de esquisto, que tienen ambas altos costos de equilibrio.
Revelaciones sobre el nivel de corrupción en México han actuado como una advertencia, disparando los temores de que la agenda de reformas estructurales mexicana podría no estar a la altura de las expectativas si las deficiencias en el estado de derecho no son abordadas.
Recuerdo traumático de la devaluación
La significativa depreciación del peso elevará los costos a corto plazo, ya que muchos mexicanos -habiendo vivido repetidos episodios de crisis cambiaria- asocian la debilidad de la moneda con adversidades económicas. Las crisis de 1982 y 1992, por ejemplo, estuvieron caracterizadas por la incapacidad de las autoridades monetarias de defender el peso (que en ese momento estaba fijado al dólar norteamericano) en vista de una importante fuga de capitales.
Igualmente, el peso cayó considerablemente en 2008 como el resultado del "vuelo al refugio" del dólar a nivel global tras la crisis financiera. Teniendo en cuenta que una proporción considerable de los bienes de consumo en México son importados, episodios de severa depreciación o devaluación tienen también un notable impacto en la confianza de los consumidores.
Por el lado positivo (y menos recordado por los mexicanos), un peso débil ha sido un factor crucial en ayudar a la recuperación de la economía luego de un shock, como fue el caso tras las recesiones de 1994 y 2009, cuando el peso se mantuvo nominalmente más débil que antes por varios años.
De igual modo se espera que la debilidad del peso ayude a incrementar la competitividad manufacturera. Por el lado fiscal, un peso débil también ayudará a mitigar parcialmente el impacto del precio del petróleo, dado que la exportación del crudo mexicano está denominada en dólares que luego se convierten a pesos con propósitos fiscales.
Esto, junto con la cobertura petrolera anual de la Secretaría de Finanzas y Crédito Público -la mayor contratada por un soberano, y fijada en US$ 76,4 el barril para 2015- va a auxiliar el panorama fiscal en el corto plazo. Aunque, a largo plazo el riesgo de menores inversiones en energía dependerá de si el precio del petróleo rebota en los próximos años.