El primer aumento de los tipos de interés del Banco Central de Brasil (BCB) el 29 de octubre (de 11% a 11,25%) desde el fin de un ciclo de ajuste de un año, en abril, llegó como una sorpresa para los inversionistas. Esto, a pesar del hecho de que la inflación se había estado ubicando por encima del techo del rango meta de 6,5% durante varios meses y el real se debilitó frente al dólar en un 10% desde principios de septiembre, sugiriendo que era hora de que las autoridades monetarias adoptaran medidas.
El aumento tomó por sorpresa a muchos participantes del mercado, ya que durante la campaña electoral, la presidenta Dilma Rousseff insistió en que las presiones de precios estaban bajo control. Esto sugirió que no consentiría un aumento de las tasas de política en el corto plazo. Documentos anteriores del Banco Central, como su informe de inflación y las actas de las reuniones de política monetaria anteriores, sugerían que el Comité de Política Monetaria (Copom) estaba en línea con la opinión de la presidenta. Las minutas de la reunión del Copom del 28 y 29 de octubre, publicadas el 6 de noviembre, entregaron pocos indicios sobre el alcance del ciclo de ajuste y eran ambiguas respecto del escenario macroeconómico que el BCB prevía hacia delante. En su favor, el texto destacaba el impacto inflacionario derivado de "los ajustes de precios relativos", una forma velada de apuntar a la reciente depreciación del tipo de cambio y los aumentos de tarifas públicas como culpables en otros episodios de presión inflacionaria. De hecho, el 4 de noviembre, la petrolera estatal Petrobras anunció un aumento de 3% y 5% en el precio mayorista de la gasolina y del diésel, respectivamente.
Credibilidad fiscal se hunde aún más
El BCB comunicó con claridad la necesidad de contener "efectos de segunda ronda" de estos ajustes de precios relativos, proporcionando alguna indicación de que el aumento en la tasa de referencia Selic del 29 de octubre marca el comienzo de un ciclo, y no se trata de un evento aislado. Sin embargo, las minutas del BCB fueron particularmente oscuras en relación con la orientación de la política fiscal del gobierno y cómo esto podría obstaculizar el objetivo de inflación que persigue. En septiembre, Brasil registró el primer déficit primario mensual desde el Plan Real en la década de 1990, el programa de estabilización económica que redujo la inflación desde 900% al año a un solo dígito.
Está claro que la meta del superávit fiscal primario de 1,9% del PIB no se alcanzará por un largo tiempo. En un movimiento que dañó aún más su credibilidad, el 11 de noviembre el gobierno solicitó la aprobación del Congreso de un proyecto de ley que aumenta la cantidad de artículos que pueden ser omitidos de los cálculos revisados, incluyendo un déficit de ingresos estimados en más de
US$ 40 mil millones procedentes de impuestos de sociedades dados por el gobierno desde 2013 a sectores "selectivos". Al hacerlo, el gobierno no ha aclarado cuál es su nuevo objetivo para 2014, contribuyendo a la sensación de que la política fiscal está a la deriva y que es poco probable que ayude al BCB con su tarea de frenar la inflación.
Como se mencionó anteriormente, las minutas hacen poca referencia a una desviación de la política fiscal, en su lugar afirman que las autoridades monetarias esperan que la situación fiscal global vuelva a ser "neutral" en los próximos meses. Esto sugiere que en este momento, el BCB no está preparado para embarcarse en un ciclo de ajuste agresivo. La mayoría de los participantes del mercado espera que la tasa de política aumente en otros 75 puntos básicos, para detenerse en 12%. La turbulencia en los mercados cambiarios se sumaría a los problemas de inflación, posiblemente obligando al Banco Central a elevar aún más las tasas de interés.
Sin embargo, los retos para mantener la inflación por debajo del 6,5% no deben ser subestimados. Hay un alto riesgo de que una mayor depreciación del tipo de cambio, asociada a la falta de credibilidad de la política, así como a las cuentas externas más débiles, se sumen a las presiones inflacionarias en 2015. Rousseff hasta ahora se ha abstenido de dar ninguna indicación clara en cuanto a quien será su próximo ministro de Hacienda, una cita muy esperada tras el anuncio hace unos meses de que el titular, Guido Mantega, que ha perdido la confianza de los inversionistas, no continuaría en el cargo cuando el segundo período de la mandataria comience el 1 de enero de 2015. La aparente falta de preocupación de Rousseff por nombrar un nuevo equipo lo antes posible e iniciar el proceso doloroso de remendar la economía de Brasil es vista por muchos inversionistas como una señal de que no va a cambiar mucho. Esto sería acabar con la esperanza de que el crecimiento económico vuelva después de cuatro años decepcionantes y, como resultado, el espectro de un aumento del desempleo ha comenzado a sobrevolar las perspectivas para el año 2015.
Menoscabar la solvencia
Si Rousseff no cambia el rumbo de la política, e insiste en algunas de las medidas equivocadas que han dañado las cuentas públicas, es probable que Brasil llegue a enfrentar una rebaja de sus calificaciones en algún momento del próximo año por parte las principales agencias de calificación.
A pesar de que éstas están, con cautela, en modo de espera, tratando de averiguar cómo se decanta el segundo término, hay signos claros de que Brasil se está quedando detrás de sus compañeros de grado de inversión en muchas áreas. En un contexto de estancamiento de la economía de Brasil, el déficit fiscal de este año (los pagos por intereses de la deuda representan alrededor de 5,5% del PIB) ha elevado la deuda pública bruta/PIB en 5 puntos porcentuales desde finales de 2013, y ahora supera el 60% del umbral clave, en el Modelo de Riesgo País de la Unidad de Inteligencia de The Economist.
Lo que ha apoyado la calificación de grado de inversión de Brasil hasta ahora son sus altos niveles de reservas internacionales, de poco más de
US$ 370.000 millones, y los muy bajos niveles de deuda pública externa. No obstante, el Banco Central ha estado interviniendo fuertemente en los mercados de divisas (para amortiguar las presiones de depreciación). Si los inversionistas que buscan rendimientos de repente decidieran la liquidación de estas posiciones en moneda local y comprar dólares estadounidenses, esto pondrá en peligro las reservas de Brasil. A medida que el gobierno vacila sobre la dirección de su programa de política fiscal, los riesgos están aumentando.