Bill Gates rompe hoy definitivamente
sus últimos lazos con Microsoft, la empresa que lo convirtió en un
icono empresarial contemporáneo, lo que permitirá al actual equipo
directivo llevar a la compañía por nuevos caminos.
Cuando finalmente hoy Gates vacíe el contenido de su despacho en
Microsoft y salga por última vez por la puerta de la sede, el
gigante habrá perdido a la persona que capitalizó la revolución
informática de finales del siglo XX y que, con su genio, colocó a la
compañía en lo más alto del universo empresarial.
Sin embargo, Microsoft también se liberará de la, a veces, pesada
carga que ejercen en las firmas sus fundadores.
Gates, que a partir de ahora se dedicará a la filantropía -junto
con su esposa- a través de la Fundación Bill y Melinda Gates, deja
la empresa bajo el liderazgo de Steve Ballmer, de 52 años, quien
unió su fortuna a Microsoft en 1980 y que en el 2000 se convirtió en
el consejero delegado de la compañía.
Nueva filosofía
Para reinar en la multinacional, Ballmer tiene, como mano
derecha, a Kevin Turner, quien desde el 2005 es el director de
operaciones mundiales de Microsoft.
Turner, que antes de incorporarse al gigante informático pasó 20
años en Wal-Mart, es uno de los ejemplos de la nueva savia de
directivos que empieza a recorrer los pasillos de la sede de
Microsoft en Redmond, en el estado de Washington, y que está dando
forma a la era post-Gates.
Bajo la batuta de Gates, Microsoft mantuvo durante más de 30 años
la filosofía de que la firma tenía que desarrollar en la casa sus
propios productos, en vez de adquirir compañías que ya los tenían en
el mercado.
Los aparentemente ilimitados recursos económicos de Microsoft
permitieron a Gates sustentar esta filosofía y gastar centenares de
millones de dólares en investigación y desarrollo.
Así, cuando Microsoft decidió entrar en el mercado de las
consolas de vídeo, en vez de adquirir una de las empresas
existentes, Gates decidió que la compañía creara de la nada su
propio producto, XBox.
Lo mismo sucedió cuando el éxito del iPod de Apple forzó a
Microsoft a adentrarse en el terreno de los reproductores de música
digital. Tras centenares de millones de dólares y a pesar de las
críticas sobre la idoneidad del producto, la multinacional puso en
el mercado el reproductor Zune.
Aunque los primeros pasos comerciales de estos productos no
fueron precisamente prometedores, Gates se mantuvo fiel a su idea de
que Microsoft tenía que partir de cero a la hora de introducirse en
nuevos campos.
Pero a medida que Gates empezó hace dos años su paulatina
retirada de Microsoft, los nuevos directivos han ido abandonando esa
filosofía.
El último paso dado en esta dirección fue el fallido intento de
Microsoft de adquirir Yahoo por la módica cifra de US$ 45.000 millones.
En el origen de este intento de hacerse con uno de los nombres
dominantes de internet está el fracaso de Microsoft de hacerse con
una cuota de mercado respetable en el terreno de los buscadores de
internet -a pesar de invertir centenares de millones de dólares en
su propio buscador- y de la publicidad que generan.
Ante rivales como Google, una empresa de miles de millones de
dólares basada simplemente en una fórmula matemática, el Microsoft
post-Gates se ha visto forzado a cambiar de estrategia.
Como señalaba hoy el periódico The Wall Street Journal, hace un
año Ballmer reveló a sus ejecutivos cómo debería ser la nueva
empresa, una vez que la sombra de Gates desapareciese de Redmond.
Su visión la plasmó en un memorándum llamado "The CEO Evolution"
("La evolución del gerente general"). Y como fuentes de
inspiración Ballmer tomó dos gigantes empresariales estadounidenses,
General Electric (GE) y, como no, Wal-Mart.
Aunque no se sabe demasiado del contenido del memorándum, una de
las ideas principales es que a pesar de que Microsoft sea un gigante
con 100.000 empleados en todo el mundo, también debe ser una empresa
ágil, capaz de adaptarse mucho más rápidamente de lo que ha sido la
norma hasta ahora a los cambios que se avecinan.
Así que mientras Gates dedica su tiempo a crear estrategias
sobre educación, a luchar contra enfermedades como el sida o a
reducir la pobreza en los países en desarrollo con iniciativas como
los microcréditos, sus sucesores tendrán que poner a punto la
versión 2.0 de Microsoft.