Ya es oficial lo que avanzaban los sondeos: los republicanos se han hecho fuertes en el Congreso. Según los primeros resultados, las elecciones legislativas han ampliado su mayoría en la Cámara de Representantes, que ya controlaban desde 2010.
Pero eso no es lo más importante. La clave es que los votantes les han dado el premio gordo de los comicios: les han devuelto el control del Senado, que habían perdido en 2006 tras la decepción por las políticas de George W Bush. Algo similar explica ahora el vuelco actual, aunque con el daño para el equipo contrario por el mal momento de Obama.
En concreto, los datos por el momento avanzan 159 escaños en la Cámara de Representantes para los demócratas (pierden 10) y 235 para los republicanos (ganan 10), con lo que amplían su mayoría. En el Senado, el partido de Obama tiene ahora 44 (7 menos) frente a los 52 republicanos (7 más), para quienes ha sido crucial la victoria en los estados de Arkansas, Virginia Occidental, Dakota del Sur, Montana, Carolina del Norte y Colorado.
Este escenario supone malas noticias para Barack Obama, que ya ha visto bloqueadas la mayor parte de sus iniciativas en los últimos cuatro años, esto es, desde que los demócratas dejaron de tener el control de ambas Cámaras. Esto sucede porque en EEUU el presidente no aprueba leyes, sólo las propone.
Es el Congreso quien tiene el poder de convertir o no en ley esas iniciativas de la Casa Blanca y, por tanto, quien ostenta la opción de bloquearlas, como ha sucedido desde 2010. Desde entonces, Obama sólo ha sacado adelante un par de leyes importantes y la parálisis ha sido tal que 2013 ha sido el año más improductivo de ambos hemiciclos.
A la luz de los resultados, la parálisis de la agenda demócrata se repetirá en los dos últimos años de mandato del inquino de la Casa Blanca, que podrán ser incluso más difíciles que los anteriores, pues el control de los republicanos es mayor. La hostilidad, por tanto, es total.
Obama sí mantendrá el poder de veto sobre decisiones republicanas en el Congreso, pero los analistas coinciden en que usarlo podría ser devastador de cara a la opinión pública, ya que los republicanos serán cuidadosos y aprobarán leyes populares entre la clase media.