Histórica perfumería Monix se va a quiebra: aludió a conflictos familiares, la crisis social y la pandemia
La empresa, fundada en 1938, llegó a operar trece tiendas y tener distribución directa a clientes minoristas y supermercados de Chile.
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Otra histórica empresa nacional pidió su quiebra. Hace casi una semana se reveló la liquidación de la compañía de copiado e impresión Max Huber, justo en el año de su centenario. Y, ahora, fue el turno de la perfumería Monix, que partió en 1938 de la mano de la familia Silva Urzúa.
La empresa se dedicó originalmente a la venta de diversos artículos tanto masculinos como femeninos: camisas, corbatas, sombreros, guantes, cigarreras, carteras, collares y pulseras, entre otros. En 1954, su fundador, Miguel Silva Urzúa, amplió el giro e introdujo al mercado la primera fragancia de perfumería: la colonia 124. El éxito fue inmediato, por lo que el clan decidió dedicarse por completo a los aromas.
“La ya mala relación entre sus hermanos se deterioró aún más hasta el punto de hacer la relación comercial (además de familiar) insostenible”, dice la solicitud de liquidación voluntaria.
Luego, sus hijos entraron a trabajar con él y con el tiempo se hicieron cargo de todo el negocio. Así es como, en 1992, la empresa cambió a sociedad anónima y los tres herederos quedaron como socios con partes iguales de la firma.
En esta época, la compañía comenzó a crecer hasta contar con trece tiendas y distribución directa a distintos clientes minoristas y supermercados de Chile.
“Fue después de esto que la ya mala relación entre sus hermanos se deterioró aún más hasta el punto de hacer la relación comercial (además de familiar) insostenible”, detalló Miguel Silva Schower en la solicitud de liquidación voluntaria de la compañía presentada a la justicia. La firma cuenta con la asesoría de Luis Felipe Castañeda, del Estudio Castañeda Abogados.
Silva explicó que, tras los conflictos familiares, se cerraron la mayoría de las tiendas y quedaron funcionando solo dos: Matías Cousiño y mall Plaza Puente Alto.
“Finalmente el estallido social y la posterior pandemia, terminaron de liquidar la empresa, a pesar de todos los esfuerzos de su socio Miguel Silva Bahamondes y su hijo Miguel Silva Schower, quienes llegaron al punto de sacrificar sus patrimonios personales sin obtener resultados positivos”, dijo el representante de la compañía.
El pasivo de la empresa asciende a alrededor de $ 2.200 millones, y sus principales acreedores son la Tesorería General de la República y el Banco Estado.