Atrapadas o nacionalizadas: los muros se cierran en torno a las empresas occidentales en Rusia
Cerca de 300 de las más de 3.350 grandes empresas extranjeras que poseían activos en Rusia ya se han ido, y unas 500 están en proceso. A casi un año y medio del inicio de la guerra, la situación de las que quedan, incluyendo PepsiCo, Philip Morris y Mars, ha empeorado.
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A. Stognei y M. Seddon en Riga
Varios meses después de la invasión de Ucrania por Vladimir Putin, un veterano de las masivas privatizaciones de Rusia en la década de 1990 recibió una llamada de un "viejo amigo". “¡Esto es privatización 2.0!” exclamó el amigo con entusiasmo, sugiriendo unir fuerzas “como en los buenos viejos tiempos” para apoderarse de las fábricas de empresas occidentales que ahora querían retirarse.
La situación tiene semejanzas con la primera gran liquidación de Rusia tras el colapso de la Unión Soviética, cuando los oligarcas conectados con el Kremlin se apoderaron de los principales activos a precios de liquidación.
Entonces, tomar el control de una fábrica de la era soviética requería ser versado en los manejos de un nuevo mundo financiero y al mismo tiempo en el caos de los negocios rusos, donde las disputas a menudo terminaban en redadas o incluso asesinatos.
Ahora, los activos que se ofrecen son todos occidentales, y todo lo que los compradores necesitan son vínculos estrechos con el presidente ruso. “Esto es como Venezuela”, dijo un alto empresario de Moscú. “Están dando lo mejor a sus amigos… y luego todo se irá a la mierda”.
Capitalismo feudal
En los primeros meses de la invasión, el año pasado, una gran cantidad de empresas occidentales anunciaron planes para desinvertir en Rusia. Las sanciones estaban haciendo los negocios casi imposibles y el daño a la reputación no valía la pena.
Según datos de la Escuela de Economía de Kiev, cerca de 300 de las más de 3.350 grandes empresas extranjeras que poseían activos en Rusia ya se han ido y unas 500 están en proceso.
Casi un año y medio después de la guerra, la situación de los que quedan, que incluyen a PepsiCo, Philip Morris, Mars, UniCredit y el banco austríaco Raiffeisenbank, ha empeorado.
Antes de que Putin firmara una orden para nacionalizar las operaciones rusas de Danone y Carlsberg, el domingo, ambas compañías se encontraron entre las cientos que están afinando los últimos detalles para su venta a compradores locales y esperan la aprobación estatal.
En cambio, ahora ambas están controladas por figuras leales al régimen. Un pariente cercano de Ramzan Kadyrov, el hombre fuerte de Chechenia, dirigirá el negocio de Danone. Taimuraz Bolloev, un amigo personal de Putin que tiene vínculos comerciales con los aliados más poderosos del presidente, es el nuevo director de la cervecería Baltika de Carlsberg.
Estas empresas ya estaban sujetas a condiciones de salida más estrictas que las que abandonaron Rusia inmediatamente después de que comenzara la guerra. En los últimos meses, los criterios mínimos para el retiro han cambiado. Cualquier venta debe tener un descuento de al menos 50% del valor de mercado y 10% de los ingresos se asignan al presupuesto ruso.
Ahora, incluso las empresas que se rigen por las reglas del Kremlin están en riesgo.
“El enfoque del Kremlin ha sido el siguiente: si las empresas occidentales desean irse, que se vayan, pero no sin antes cobrar un alto precio”, dijo una persona involucrada. “Y luego cambió a una mentalidad de: ¿por qué deberíamos pagar? Simplemente tomémoslo”.
El precursor de este nuevo enfoque fue la “venta” de los activos rusos de Nissan y Renault por unos pocos rublos a un instituto de investigación respaldado por el Estado el año pasado.
Luego, en abril, Putin ordenó la incautación de los activos de dos compañías eléctricas, la alemana Uniper y la finlandesa Fortum, seguido de una orden firmada discretamente que permitía apropiarse de los activos de compañías occidentales consideradas “rebeldes”.
“Esto es una renacionalización. La propiedad privada es técnicamente propiedad del Estado, pero está controlada por personas designadas por quienes están en el poder. Estos oligarcas están obligados a compartir superganancias con el Estado y considerar los intereses del grupo gobernante”, dijo Andrei Kolesnikov, miembro principal de Carnegie Endowment for International Peace.
“Los beneficiarios son aquellos que disfrutan de la confianza de Putin y merecen su gratitud, como Kadyrov. Esta es una mezcla de capitalismo de Estado y feudalismo”.
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Un hueso a los oligarcas
La actitud del Kremlin hacia las empresas occidentales en Rusia se ha endurecido desde que los activos rusos congelados en Europa fueron decomisados. La incautación de Uniper y Fortum se produjo poco después de que un tribunal de Leipzig rechazara la apelación del gigante petrolero estatal Rosneft contra la decisión de Alemania de poner sus activos bajo control del regulador.
Según un oligarca ruso, el Kremlin está utilizando activos occidentales para comprar la lealtad de la élite empresarial, muchos de los cuales están descontentos en privado con la guerra, pero han decidido quedarse en el país debido a las sanciones occidentales.
“La gente ha perdido su capital fuera de Rusia, pero están siendo compensados internamente. Pueden ganar el mismo dinero que perdieron en Reino Unido o donde sea”, dijo un oligarca.
Esta táctica ha hecho que sea menos probable que las sanciones pongan a la élite empresarial de Rusia en contra de Putin, agregó. “Están ganando dinero en Rusia ahora. Se olvidaron de la casa en Francia o del yate. Construirán nuevos yates en Turquía y comprarán nuevas casas en Dubái”.
Después de las nacionalizaciones de Danone y Carlsberg, Rusia insinuó que otras empresas occidentales podrían ser las siguientes. Denis Manturov, ministro de Comercio de Rusia, dijo el martes al periódico estatal Rossiyskaya Gazeta que Rusia “usaría activamente el mecanismo de introducción de la gestión externa” como respuesta a lo que dijo es un comportamiento poco ético por parte de los propietarios occidentales.
Pero el Kremlin no ha establecido reglas claras sobre lo que provocaría la nacionalización, lo que deja a los inversores extranjeros inseguros sobre cómo serán tratados.
“No existe un sistema sobre quién obtiene permiso para vender, incluso con un gran descuento, y quién simplemente lo pierde todo. Todo lo que importa es si el activo es valioso o si alguien cercano a Putin lo quiere”, dijo una persona que está asesorando a una empresa que busca retirarse.
Un comprador 'limpio'
Las sanciones también han dificultado la búsqueda de compradores. El empresario ruso que recibió la llamada de su amigo para invertir en “privatizaciones 2.0” vive en Europa. Su respuesta fue: “No voy a ponjer en riesgo mi vida aquí”.
Natasha Tsukanova, cuya firma Xenon Capital está asesorando en varias salidas, dijo: “Nadie quiere vender a un comprador sancionado, y mucho menos las empresas que están bajo sanciones. Sin embargo, aquellos que no se ven afectados por las sanciones a menudo carecen de fondos”.
Con Rusia bloqueada de los mercados internacionales de capital debido a la guerra, los compradores nacionales obtienen préstamos de los principales bancos de Rusia, todos los cuales están sancionados, o de prestamistas más pequeños con antecedentes cuestionables, dijo.
Si una empresa encuentra un comprador "limpio", a menudo es una fachada para una empresa o individuo que no puede hacer un trato debido a las sanciones.
“Acabo de vender un activo que vale US$ 500 millones. ¿Cómo puedes ser tan grande sin estar conectado políticamente?”, dijo una persona que trabaja en varios acuerdos de salida.
Para aquellos que encuentran un comprador adecuado, las condiciones son cada vez más arbitrarias.
“Ayudé a una empresa industrial a vender dos de sus plantas. Eran idénticas, al igual que los oferentes. Pero una fue aprobada y la otra no, porque el primer ministro Mikhail Mishustin ya tenía en mente un comprador preferencial para la segunda”, dijo la persona.
Algunos de esos compradores son oligarcas que hicieron fortuna durante la primera ola de privatizaciones y han mantenido buenas relaciones con el Kremlin.
Vladimir Potanin, uno de los arquitectos del programa de privatización original, se ha convertido en el principal beneficiario de la actual redistribución de la riqueza, según una presentación de Gazprombank.
Según su estimación, Potanin gastó US$ 1.170 millones en 2022 comprando acciones con descuentos masivos en bancos rusos después de que sus dueños huyeron o cayeron en desgracia con Putin, como Oleg Tinkov, quien dice que se vio obligado a vender su participación en el banco Tinkoff después de criticar la guerra.
“Pero la gente del nivel de Potanin no perseguirá cosas como una planta al azar en una provincia rusa o un centro comercial en las afueras de Moscú”, dijo una persona involucrada en un proceso de salida. “Y hay miles de activos como estos”.