Por Alejandra Maturana
En Estados Unidos ya son parte de la cultura popular, incluso han sido material de diversos programas de televisión, tienen exposiciones dedicadas exclusivamente a ellos y cada estado cuenta con sus propias leyes que regulan su funcionamiento. Se trata de los Food Trucks, vehículos adaptados como verdaderos restoranes móviles que van en búsqueda de la demanda de sus productos.
A diferencia de los carritos convencionales (por ejemplo, los de algodón de azúcar o palomitas), ofrecen diversas opciones de comida que van desde los platos rápidos a los más gourmet, tienen integradas cocinas industriales de última tecnología y no se quedan en un emplazamiento específico, sino que se van moviendo a distintas locaciones.
En Reino Unido, Francia, Alemania, Bélgica y Canadá, las leyes ya se adaptaron a este modelo de negocio, sin embargo, la realidad de Chile y otros países latinoamericanos como México, Colombia y Argentina dista de ello, a pesar de que, según un estudio realizado en 2012 por la firma publicitaria McCann, la comida callejera mueve US$ 127.000 millones al año en la región.
Por ello, frente al potencial comercial, algunos emprendedores han querido instalar el negocio en el país, pero sus intentos se han visto frenados por el vacío normativo.
En Chile, la única regulación sobre elaboración y expendio de alimentos en carros en la vía pública está contenida en el Decreto N° 977 de 1996, denominado Reglamento Sanitario de Alimentos. Esta normativa sólo autoriza la venta de alimentos y bebidas envasadas, excepto ciertos casos en que pueden ser procesados, elaborados y vendidos en carros. En esta categoría, se encuentran la fruta fresca confitada, frutos secos confitados, palomitas de maíz, algodón de azúcar, masas fritas sin relleno, vegetales procesados, empanadas de queso, infusiones de té y café, emparedados fríos y calientes a base de cecinas cocidas y mote con huesillo; por lo que no hay cabida para platos más elaborados ni tampoco autorización a desplazarse como demandan los Food Trucks.
A modo de ejemplo, tras su paso por la Feria Perú Gourmet de 2013, los dueños del restorán Cevichela quisieron ampliar su modelo de negocio con un Food Truck de
US$ 15.000 para recorrer las playas de Chile durante el verano ofreciendo sus productos. Así llegarían a nuevos públicos y darían a conocer su marca en otros lugares, sin embargo, sólo se encontraron con problemas para pedir los permisos municipales.
“Cada municipalidad tiene su propia forma de ver esto y no hay reglas claras que les den a los emprendedores la seguridad de que puedan realizar este negocio. Ojalá se norme luego porque las municipalidades no tienen herramientas jurídicas para darte la autorización de operar”, comenta Jorge Rodríguez, uno de los socios.
Lo mismo pasó con Eat Truck, firma que tras invertir US$ 30.000 en su Food Truck importado desde Miami, tuvo que cambiar su modelo de negocio al marketing móvil, en donde le hace publicidad a una marca mientras ofrecen comida envasada con una certificación anterior.
“La normativa es muy antigua, no consideraba los avances tecnológicos actuales. El carro que importamos tiene una moderna cocina de 15 m2 full equipada, pero aún así no puede funcionar como fue pensado inicialmente”, manifiesta Agustín Ruiz-Tagle, uno de los dueños.
Al respecto, Juan Pablo Swett, presidente del directorio de la Asociación de Emprendedores de Chile (Asech), dice que “con la legislación actual estamos muy lejos de poder tener estos carros tan famosos en Nueva York. Acá hay un nicho de emprendimiento muy grande para el país que no se está pudiendo llevar a cabo con casos concretos que han tenido muchas dificultades para salir adelante”.
Por eso, señala que en la colectividad están estudiando levantar estos casos en la Asociación de Municipalidades y en los Seremis correspondientes para adaptar la norma y así, facilitar la obtención de los permisos para operar.