El escenario por el que Chile atraviesa ha puesto de relevancia diversos puntos de vista políticos, económicos y sociales, sin embargo, más allá de la discusión en torno a las causas, el foco debiese centrarse en los desafíos a futuro.
Esta crisis representa una oportunidad para que diferentes actores económicos impulsen e implementen reformas que vayan más allá de las disputas tradicionales y que apunten a un desarrollo sustentable.
Es necesario que nos demos cuenta a tiempo que sin un sector productivo fortalecido no será posible generar más empleo, más crecimiento y un desarrollo que considere al ser humano al centro de sus prioridades.
El camino debiese apuntar hacia la construcción de una economía menos vulnerable a las crisis externas, que no esté determinada casi exclusivamente por los precios de los commodities, sino más bien que potencie el conocimiento, donde se priorice la calidad del desarrollo social y una equitativa distribución económica.
¿Cómo logramos este desarrollo? Una respuesta que concita consenso, es impulsar la capacidad de innovación, pues promueve un desarrollo sustentable, que aplicada en pequeñas y medianas empresas, generaría una serie de oportunidades de impacto sectorial, regional y social.
Una pregunta central en esta búsqueda es ¿qué tipo de empresas serían el motor de este desarrollo? y no nos referimos a las definiciones y estándares usados para caracterizarlas, sino al rol de quienes las lideran.
En este punto el capitalismo consciente nos da una excelente oportunidad para establecer algunas de esas características, pues promueve una filosofía, una manera de pensar los negocios que reconoce fines más amplios que la rentabilidad y donde la métrica tradicional de la utilidad no basta.
Los criterios a considerar incluyen, por ejemplo, el desarrollo de su capital humano con una visión más integral, que fomente tanto la realización profesional como personal. Este objetivo se logra a través de un liderazgo al servicio de las personas, que promueva la construcción de una cultura participativa, donde los colaboradores de una organización vivan los valores que representan a este tipo de empresas y que se resumen en confianza, responsabilidad, integridad, aprendizaje e igualitarismo. Por último, todo este esfuerzo debe trascender a la organización en beneficio de su entorno y la calidad moral de los directivos, aspecto que no se pueden medir con métodos econométricos.