Expectativas en torno al Ministerio de Ciencia y Tecnología
Entre estos intereses, existe el riesgo de olvidar una de las misiones fundamentales que debemos esperar del futuro ministerio: el fomento de la investigación científica, sin etiquetas.
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La creación de un ministerio dedicado al fomento de la investigación científica en sus múltiples aspectos, incluyendo el diseño e implementación de las políticas pertinentes, se encuentra en plena fase de discusión parlamentaria. De manera esperable, han comenzado a surgir voces que expresan lo que se espera de este ministerio. Por un lado, existen llamados a que la nueva institucionalidad priorice la investigación aplicada y la innovación. Por otro, existen también voces que apelan a una mayor articulación con la educación superior, llamando a incorporar a esta en el futuro ministerio, de manera similar a lo propuesto por la comisión conformada en el gobierno anterior.
Entre estos intereses, existe el riesgo de olvidar una de las misiones fundamentales que debemos esperar del futuro ministerio: el fomento de la investigación científica, sin etiquetas. Hoy es imperativo promover la investigación y el conocimiento científico con importancia tanto productiva como social y cultural, así como fortalecer su consideración en el diseño de políticas públicas. No podemos limitar la investigación únicamente a su impacto productivo, y tampoco podemos limitarla a la desarrollada en el sector universitario. Debemos innovar en nuevos instrumentos que ofrezcan posibilidades de desarrollo profesional en otros ámbitos, para potenciar el aporte de la ciencia.
También es urgente recordar que Chile aún presenta enormes deficiencias en sus indicadores de Ciencia y Tecnología. La institucionalidad actual ha sido incapaz de resolver diversos desafíos, en especial la falta de políticas adecuadas para aprovechar de mejor manera el talento científico formado en años recientes, mientras que el estancamiento de Fondecyt constituye un negativo retroceso. Ambos retos deben ser prioritarios para la futura institucionalidad. No podemos esperar que la ciencia nos ayude a dar los saltos esperados en materia productiva y social, si no logramos resolver estas deficiencias. Y este es, sin duda, un desafío que el Estado no puede enfrentar solo.
Solamente un cambio cultural que valore la ciencia en sus múltiples motivaciones, y que asigne la debida importancia a los desafíos pendientes, nos permitirá aprovechar de mejor manera la nueva institucionalidad.