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Empresas

El giro de la vida de Cortázar

Su círculo más cercano reconoce que al estar absorto en el Transantiago su vida social casi ha desaparecido.

Por: Equipo DF

Publicado: Sábado 9 de agosto de 2008 a las 19:34 hrs.

 Andrés Kattan Abusleme



Quienes dicen tener el privilegio de ser amigos de René Cortázar, lo han perdido de vista. Desde que asumió el 27 de marzo de 2007 como ministro de Transportes y Telecomunicaciones en reemplazo de Sergio Espejo, su vida dio un giro en 180 grados.

Hasta ese entonces, Cortázar se paseaba tranquilo entre sus directorios de D&S, Entel, CorpBanca y Aes-Gener, y no había semana en que no apareciera por las oficinas en Cieplan para conversar de la contingencia nacional.

Era sagrado para él juntarse casi todas las semanas a almorzar con su “club de Toby”, compuesto por el gerente general del BancoEstado, Pablo Piñera, el sociólogo Eugenio Tironi, el ex canciller Ignacio Walker y el presidente ejecutivo de Codelco, José Pablo Arellano.

Desde marzo del año pasado, sin embargo, su vida ha estado concentrada en reparar la debacle de la implementación del Transantiago. Primero, cambiando los contratos con los operadores, después aumentando recorridos y número de buses y ahora último, en un tira y afloja con el Congreso, tratando de que le aprueben la nueva inyección de dinero, US$ 209 millones, medida que ni siquiera es compartida por toda la Concertación. 

¡Corre, Cortázar, corre!

“Nos juntábamos harto antes. Ahora trabaja 15 horas diarias y es difícil. Antes salíamos a comer y siempre pedía pescado con verduras, es un gallo súper sano”, dice uno de los comensales regulares en esos almuerzos.

Sus amigos le dicen con tono humorístico el “motor”, ya que aseguran que no para nunca. Desde el día en que la presidenta Michelle Bachelet le confió la tarea de sacar a flote el Transantiago René Cortázar, dicen que dejó de ser el mismo, pero que asume sus tareas con optimismo.  "Está lleno de entusiasmo, le gusta ir contra la corriente”, dicen.

Sus cercanos sostienen que debido a que sus hábitos personales cambiaron por sus responsabilidades ministeriales, su tiempo y buen humor también han cambiado. “A veces no me arriesgo a llamarlo,  dice medio en broma uno de sus ex colegas.

Cosas tan simples como salir a comer con su señora e hijas fueron poco a poco reduciéndose. Correr, la gran pasión de Cortázar también tuvo que ser suprimida. Este ha sido uno de los puntos clave a la hora de entender el estado de ánimo del ministro de Transporte. “Está un poco alterado, porque no puede correr como siempre lo hacía por el parque de Américo Vespucio y que eso lo pone mal genio, ahora debe hacerlo por los pasillos de La Moneda y del Congreso para salvar el Transantiago”, reconoce uno de sus compañeros en Cieplan.

Otro lugar donde era frecuente ver al ministro disfrutando de su tiempo libre era en Cachagua. Unos de sus amigos y correligionario en la Democracia Cristiana ya perdió toda posibilidad de verlo y juntarse con él en aquel balneario. “Es tal su compromiso con el Transantiago que prefiero no distraerlo”, dice.

“Está absorto en la pega, ya no se aparece por ningún lugar", dice otro amigo. Todos coinciden, eso sí, que esta actitud era esperable, ya que Cortázar suele asumir todas sus responsabilidades con un compromiso a toda prueba.

“Le gustan los desafíos, es una gallo que se formó para esto de las políticas públicas. Cuando tomó TVN dio vuelta su situación negativa. El Transantiago es un desafió que él no podía dejar pasar, si él renunciaba a esto, habría dejado de ser Cortázar”, afirma el ex compañero de Cieplan.

Tanto lo ha consumido el Transantiago que su círculo más cercano no duda en catalogar su trabajo como el de un religioso.

 "Verlo en eventos sociales es imposible, está destinado como un monje a esta cuestión. Su rutina gira en torno al plan de transportes y apenas descansa", confidencia un amigo.

En la actualidad Cortázar tiene a dos de sus tres hijas trabajando en Nueva York, por lo que su vida familiar se circunscribe a compartir con su señora e hija en su casa.  

Una de las cosas que más le llaman la atención a su círculo cercano es el mito que se ha tejido alrededor de la figura del ministro. “La gente piensa que es un tipo hermético, que es frío, casi un robot, pero cuando está en confianza le cambia hasta el humor que le provoca el Transantiago”, señala uno de sus amigos.

A pesar de la presión del Transantiago, Cortázar ha encontrado un espacio para relajarse:  con el canciller Alejandro Foxley y con el titular de Hacienda, Andrés Velasco, no ha perdido el hábito de conversar largamente de la coyuntura nacional, tema que según sus amigos le apasiona.

Pese al entusiasmo y a su reconocida capacidad intelectual, los esfuerzos han sido en vano.  A pesar de ciertas mejoras el déficit financiero aumenta mes a mes y la viabilidad futura del plan de transporte se ve más compleja.

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