Quiénes son los jóvenes que cuidan en Chile: priman las mujeres y están a cargo de menores de 14 años
Estudio del Injuv determinó tres perfiles entre 15 y 29 años, estableciendo sus riesgos y trayectorias de vida.
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La crisis de los cuidados también impacta a los jóvenes. De hecho, uno de cada cuatro de quienes tienen entre 15 y 29 años realiza ese tipo de labores en forma directa, una tarea que impacta en su desarrollo y trayectoria, según reveló una investigación cualitativa del Instituto Nacional de la Juventud (Injuv).
Tras profundizar en las vivencias de 137 personas en dicho tramo de edad y que debe responsabilizarse por un tercero a la lo largo del país -de sectores rurales y urbanos-, se constató que un 64% son mujeres y un 36% hombres.
Además, la mayoría (80%) cuida a menores de 14 años, un 11% a mayores de 75 años y un 6% a personas con discapacidad física.
Entre los impactos que tiene en su vida, el 46% reconoció que por cuidar se priva de asistir a juntas con amistades por labores de cuidado y 43% deja de practicar deporte o ejercicio físico.
En paralelo, el 28% declaró no haberse incorporado a ningún trabajo luego de haber sido madre o padre.
Este grupo, explicó el director nacional del Injuv, Juan Pablo Duhalde, en promedio dedica 15 horas a la semana a cuidar. Y, por lo mismo, el estudio cualitativo midió el impacto en el bienestar personal y en los proyectos de vida.
Un dato llamativo es que los jóvenes ven la acción de cuidar “con distancia”, es decir, que si bien muchos la desarrollan, no se reconocen como cuidadores y lo incorporan como una acción más bien de responsabilidad familiar.
“Recordemos que la juventud es una etapa clave en las definiciones identitarias, por lo que las juventudes cuidadoras deben ser tema prioritario para vincular con los temas de deserción escolar, universitaria y laborales”, opinó el directivo.
Juan Pablo Duhalde, director nacional del Injuv.
Distintas realidades
El estudio diferenció tres tipos de perfiles para las y los cuidadores, cada uno con sus propias características y disímiles trayectorias.
El primero es el de personas cuidadoras de hijos/as menores de 14 años sin grado de dependencia, el cual representa el 34% de la muestra.
En este segmento se observan dos tipos de trayectorias. En primer lugar, están las madres cuidadoras que cuentan con una red de apoyo estable o comparten la labor con sus parejas, lo que les permite seguir estudiando y/o trabajando, además de realizar actividades recreativas.
Mientras que quienes no cuentan con esta red, ven restringidas sus alternativas y opciones de continuar sus estudios o trabajar.
Ante esto, el informe mencionó como clave los mecanismos de reinserción laboral eficientes.
El segundo perfil es de las personas cuidadoras de hijos/as con grado de dependencia -entendido como enfermedad grave o discapacidad- y es el 19% de la muestra.
En este caso, la mayoría son mujeres y sus trayectorias están definidas por el nivel de autonomía que pueda desarrollar el hijo.
Si están a cargo de un tercero de baja dependencia, se logran proyectar y retomar, hasta cierto punto, sus vidas personales, es decir, estudiar, trabajar, actividades recreativas.
Pero cuando se trata de un alto nivel de dependencia, viven el día a día y declaran mayores dificultades para retomar su vida personal y proyectarse a futuro.
Además, quienes no cuentan con sustento económico estable, buscan fuentes de ingreso alternativas relacionadas con el trabajo informal o microemprendimientos desde sus domicilios.
El tercer perfil corresponde a cuidadoras no remuneradas de adultos/as o personas mayores dependientes y son el 47% de la muestra.
De acuerdo con el estudio, en su mayoría empezaron en la pandemia y la evidencia indica que es el integrante de menor edad quien tomó el cuidado adicional de estas personas o una mayor carga respecto a estas tareas.
Respecto a sus trayectorias, dependen de la variable de edad y expectativa de vida de la persona cuidada y la forma y el momento en que se inician los cuidados. Se identifica como riesgo crítico cuando no posee red de apoyo y tiene un bajo nivel de integración de su rol de cuidador en su vida personal.