Las figuras de Ernesto Silva y Cristián Monckeberg surgen, en la UDI y Renovación Nacional, respectivamente, como el recambio por el que un sector de la derecha ha venido clamando desde hace algunos años. El hecho cierto de que ambos estén a un paso de tomar la posta de Patricio Melero y Carlos Larraín, si las cosas se mantienen como hasta ahora, le significa a los diputados por Las Condes un enorme desafío que apunta, principalmente, a ordenar las filas opositoras de manera que puedan efectuar una labor relevante durante el gobierno de Michelle Bachelet y aspirar seriamente a volver a La Moneda el 2018.
Pese a que ambos estaban dispuestos a competir en sus respectivos procesos internos, la fortuna o la maquinaria de sus partidos quiso que terminaran corriendo solos, luego de que sus adversarios optaran por retirarse de la contienda. Ello, aunque no era lo buscado, pues en los dos casos aspiraban a legitimar sus liderazgos a través de una elección.
Pero aun cuando no será como estaba diseñado, todo indica que Silva y Monckeberg tendrán la responsabilidad de conducir a sus partidos en un escenario nada de esperanzador, lo que aumenta las expectativas que recaen sobre ellos y su gestión. Tanto en RN como en la UDI enfatizan en que los futuros timoneles reciben el mando de sus respectivas colectividades tras “una de las más grandes derrotas electorales”, de vuelta en la oposición y “con cada partido haciendo lo que quiere por su cuenta”. Por lo que, justamente, el orden de la coalición será uno de sus mayores desafíos.
Si bien en la Alianza admiten que no es bueno para cada tienda aparecer como una sola y que deben mantener cada una su “identidad”, también alertan sobre la necesidad de poder asumir algunos debates con la mayor coordinación posible, porque necesariamente habrá matices en algunos temas, como podría darse en las reformas constitucionales. Mientras que en materia educacional, “seguramente habrá una mayor confluencia de ideas”.
Nuevas generaciones
El otro desafío de los eventuales futuros jefes partidistas será, coinciden en la UDI y en RN, imponer sus liderazgos. Ello, porque tanto Silva como Monckeberg representan a las nuevas generaciones del sector, las que terminan con la carga política que arrastran sus predecesores en cuanto a la asociación que se les hace con el régimen militar. Según lo percibe el analista político ligado a Renovación, Cristián Pertuzé, los diputados “no están contaminados en términos de haber sido actores en los procesos del régimen militar. Por primera vez asume una generación que se forja en el marco del sistema democrático y ese es un cambio de switch muy importante para la derecha”, porque permite una variación en los temas que se aborden en adelante y “ofrece una visión distinta de los partidos que integran la Alianza”.
Pero también tendrán que mostrar independencia de sus padrinos. Es sabido en la UDI que Silva creció políticamente bajo el alero de uno de los “coroneles” más influyentes, como es el ex senador Jovino Novoa. Sin embargo, durante el proceso eleccionario interno ha ido mostrando que si bien tiene una “gran sintonía intelectual” con él, también está calificado para conducir las filas de la casona de calle Suecia con mano firme y sin tutelaje, como ha hecho con la bancada de diputados, influyendo en materias que le son propias. Por lo mismo, en la colectividad comentan que Silva necesitaba mucho más la competencia que Víctor Pérez –quién se bajó esta semana por falta de apoyo de los históricos-, principalmente “para legitimar su liderazgo”.
Por su parte, Monckeberg llegaría a la cabeza de RN con el respaldo de Andrés Allamand, además de Carlos Larraín, uno de los líderes más importantes del partido. A algunos les genera dudas que el diputado pueda conducir al partido sin la intervención del senador que después de todo, lo puso a la cabeza del partido. También se percibe complicado el manejo del “díscolo” senador, Manuel José Ossandón.
Pero más allá de sus desafíos internos, la mayoría coincide en que la buena relación personal que han forjado como diputados del mismo distrito y la capacidad de diálogo que han mostrado, permitiría una mejor relación institucional entre ambos partidos, pudiendo superar las diferencias sin que ello se convierta en una crisis, como ocurre ahora con Melero y Carlos Larraín.
Mayo es el mes clave para la derecha
Las elecciones internas de la UDI se realizarán el 10 de mayo, en el marco del Consejo General. Hasta esa fecha se pueden inscribir las listas y sólo votarán los 837 consejeros acreditados como tal. Si bien podría ocurrir que, tras la bajada del senador Víctor Pérez, se llegue a un acuerdo en torno al nombre de Ernesto Silva, también está el espacio para que surjan más candidatos. Aunque en la casona de calle Suecia hay quienes estiman que, dado el escenario de tensión que generó este proceso, lo mejor será buscar una fórmula en la que queden representadas todas las facciones, pero bajo el liderazgo del diputado.
En Renovación Nacional, en tanto, se basan en el sistema "un militante, un voto", es decir, que en el proceso eleccionario del 31 de mayo se expresará toda la militancia inscrita en el padrón electoral. Tras la bajada del senador Francisco Chahuán, se comenzó a dar por seguro ganador al diputado Cristián Monckeberg, pues la tercera lista -encabezada por la ex ministra Catalina Parot- no ha contando con un respaldo que le permita ser competitiva.
De este modo, a partir del mes de junio se habrán renovado las directivas de la Alianza y comenzarán a trabajar en el proyecto de coalición que necesitan para enfrentar su regreso a la oposición.