En una confirmación de lo que es su estilo, el presidente Sebastián Piñera realizó, en solitario, una de sus apuestas más audaces con el fin de intentar una solución al conflicto estudiantil que lo ha puesto tanto a él como al gobierno, en una situación de difícil salida. De manera no sólo inconsulta, sino contrastando con la estrategia que estaba diseñada para encarar la situación, lanzó el inesperado llamado a dialogar en La Moneda.
Como ignoraba la reacción de los actores involucrados, se cuidó de que su propuesta fuera amplia e incluso indefinida, porque además de no precisar ni las características de ese diálogo, ni quiénes podrían participar, ni la fecha en que podría efectuarse, también dejó entreabierta la posibilidad para que el lugar del encuentro fuera el Congreso.
Conocido es el estupor que generó entre sus principales colaboradores, comenzando por el propio ministro de Educación, Felipe Bulnes, quien sólo días antes había reiterado la postura oficial de mantener las negociaciones en el Parlamento, luego de que los dirigentes estudiantiles acudieran al palacio presidencial a entregar un petitorio de 12 puntos desafiando a Piñera a pronuciarse.
Pero ni el hecho de aparecer quitándole el piso a quien estaba a cargo del tema, ni tampoco el no haber compartido su decisión con el resto de los ministros, inhibió al presidente a realizar su jugada, cuando el balance del paro de la CUT emergió como una oportunidad propicia para que no le cerraran la puerta.
En eso no erró. Porque tan sorprendidos como sus ministros o los líderes políticos de su coalición, los representantes de los estudiantes al menos se mostraron abiertos a la posibilidad de reunirse, lo que fue considerado un primer indicio de que la apuesta podría ser acertada.
Pero como indican incluso en su entorno, eso no quiere decir que la reunión que finalmente presidirá mañana el propio Piñera en La Moneda con los principales protagonistas del conflicto, sea una garantía de que la jugada tenga el éxito que espera para salir del complicado problema en que los estudiantes han puesto al gobierno.
Impacto en su entorno
No fue fácil entender, tanto para sus principales colaboradores, como para los máximos dirigentes aliancistas, que de un día para otro Piñera optara por salirse de libreto, haciendo un giro en lo que hasta entonces era la estrategia compartida por él mismo de situar el debate en el Congreso.
Tal fue el impacto que causó su inesperado llamado al diálogo, que el ministro Bulnes -aunque desmintió posteriormente que hubiera renunciado- se habría mostrado dispuesto a hacerlo, no sólo por no haber sido informado, sino porque ello implicaba un cambio absoluto en el diseño establecido que, entre otras cosas, consideraba que él no asumiera un papel protagónico para no arriesgar anticipadamente la última carta, como es la presidencial.
La determinación de no ceñirse al camino institucional definido con antelación, generó también serias aprensiones en otros de sus colaboradores, pero en especial en dirigentes de la Alianza, quienes no ocultaron su preocupación frente a los efectos, tanto de que Piñera se saltara el camino institucional de centrar el debate en el Parlamento, pero, sobre todo, que lo hiciera con una jugada que podía exponerlo a un fracaso.
Cálculos de un apostador
Pero como admiten sus cercanos, no pueden desconocer que una de sus principales características es la de ser un gran apostador, que ha mostrado su disposición a correr riesgos cuando calcula que tiene espacio para hacerlo.
Y fue exactamente lo que hizo. De acuerdo a la explicación que él mismo ha dado posteriormente intentando desestimar que su apuesta fuera improvisada, realizó su llamado tras enterarse de que al menos algunos de los dirigentes de la Confech no estaban conformes con la participación en el fracasado paro de la CUT, en el que lo único exitoso fue la amplia participación de los estudiantes.
Los cálculos presidenciales se basaron, principalmente, en informaciones obtenidas por los contactos que sostenían con los dirigentes estudiantiles, entre otros, el propio ministro Bulnes, de que no todos estaban dispuestos a ser el sustento de las protestas sociales de otros sectores, menos cuando tenían claro que –en parte por los hechos de violencia, como por su politización- estaban comenzando a perder el respaldo que habían encontrado en la ciudadanía que sintonizó con sus demandas.
Fue en ese contexto que Piñera hizo su jugada táctica de llamar a un diálogo en La Moneda, partiendo del supuesto que estaban dadas las condiciones para que le pudiera resultar.
En una primera instancia fue así, porque tanto los dirigentes estudiantiles, como el resto de los representantes de los estamentos educacionales, asumieron que el costo que podían pagar con un rechazo al llamado del presidente podía ser más alto que si decidían acudir a La Moneda, en la medida en que lo hicieran poniendo sus propias condiciones.
Las dudas de qué ceder
Con el primer acierto que significó la aceptación de los estudiantes de asistir al encuentro, las autoridades debieron de inmediato abocarse a establecer las características de un encuentro frente al cual tenían claro que debían tomar el máximo de precauciones para impedir que terminara en un fracaso.
Lo más importante que han debido considerar, es que la decisión de los dirigentes estudiantiles de aceptar la reunión, fue a condición de que el presidente muestre una disposición real a responder a todas sus demandas, las que como se ha encargado de reiterar la líder de la Confech, Camila Vallejo, implican cambios estructurales, entre los cuales destaca el fin al lucro en la educación.
Con la modificación del escenario que generó Piñera, el primer problema para los ministros fue que ello los obligó a analizar minuciosamente qué pueden ofrecer para que el encuentro de mañana sea fructífero, pero que no implique ceder en aquellos puntos que para este gobierno deberían ser intransables.
Tanto en palacio, como en Educación, admiten que uno de los principales efectos de la jugada presidencial, es que no podrán continuar con la estrategia que lideraba el ministro Bulnes, la que apuntaba a darle prioridad a los temas más urgentes relacionados con la rebaja de la tasa de los créditos o la extensión de las becas que esperaba aprobar en el Congreso sin grandes problemas. En el actual cuadro, dadas las condiciones de los estudiantes, era indispensable tener un planteamiento frente a los temas más complicados, como es el del fin del lucro, que la estrategia ministerial contemplaba negociar con los parlamentarios, más que con los estudiantes.
De hecho, ha sido el tema más ampliamente debatido, tanto en el comité político del lunes, como en el grupo de análisis estratégico (conocido como G10) que integran los ministros de La Moneda junto a aquellos más políticos, donde la idea que imperó fue que debían mostrarse abiertos a tratar el tema, pero sin renunciar al principio que sustenta la coalición de que poner fin al lucro, atenta contra la libertad de educación si es que se limita la participación del sector privado.
Señales con el lucro
Ésa fue la línea que defendió Bulnes el miércoles, cuando debió acudir a exponer a la comisión de Educación del Senado que debía votar la moción que propone eliminar el aporte fiscal a los establecimientos con fines de lucro.
La fuerte defensa que hizo el ministro de la educación particular, como asimismo la reiteración de conceptos similares que hizo el propio Piñera en la cena de la Sonami, pueden resultar determinantes para el encuentro de mañana, en la medida en que fueron una forma de tomar el pulso para saber cómo puede plantearse el gobierno para que la jugada presidencial cumpla su propósito.
Por una parte, las aprensiones expresadas por los dirigentes estudiantiles, quienes se mostraron decepcionados con la exposición de Bulnes, es un elemento que podría inclinar a Piñera a ceder en dicha materia, con el fin de que su apuesta para que la reunión sea el inicio de un diálogo más permanente, no fracase.
Pero paralelamente, la acogida que encontró en su propio sector es considerada incluso en palacio como un límite a la posibilidad de que el presidente, en aras de un acuerdo con los estudiantes, caiga en la tentación de renunciar a lo que él mismo ha defendido.
Ése es el principal dilema que Piñera sabe que debe enfrentar con especial ciudado en la reunión de mañana, donde tiene claro que no puede quedar mal parado por un rechazo de los estudiantes, pero tampoco que la búsqueda de la salida al conflicto con los estudiantes, dé paso a uno con su propio sector.
El desafío que le presenta su apuesta no es fácil, aunque la gran expectativa de La Moneda, es que los estudiantes no están en condiciones de mostrarse excesivamente intransigentes, lo que allanaría el camino para que no sea necesario que el presidente ceda en los temas más sensibles, sólo para ganar su arriesgada apuesta.