“Si votaste por Bachelet, por qué sales a defender al 1% más rico y atacas la reforma”, me increpa un amigo, al ver los titulares en los medios en que los emprendedores salen rechazando el FUT.
La reforma es un trasatlántico, tanto por su magnitud como por su ambición, que me consta está diseñado por gente de primer nivel, y que genuinamente cree que es lo mejor para Chile. El espíritu de la reforma es noble y justo, pero es compleja y trae incorporados algunos icebergs que podrían hundirla, probablemente no en su tramitación, pero sí en su propio espíritu.
La reforma incluye, a ojos de los emprendedores, un virus que podría destruir su propia lógica de mayor inclusión y recaudación. Ese virus, que hasta parece inofensivo o positivo, se llama depreciación instantánea, mecanismo propuesto para mitigar la inminente eliminación del FUT que golpeará duramente a las pymes del país.
El impacto más relevante que tendrá esta reforma será la complejidad de caja que generará la eliminación del FUT en las pymes, situación que podría traer graves consecuencias, como quiebras y estancamiento, si no se compensa con alguna medida poderosa que fomente el crecimiento de los emprendedores.
Hoy vivimos en una sociedad del conocimiento, donde las empresas prácticamente no compran maquinaria, sino que desarrollan capital humano, esto es, servicios y tecnología para competir a escala global. A estas empresas no les sirve el mecanismo de depreciación instantánea ni el descuento en el PPM, que además es marginal y transitorio, para poder sobrevivir.
Estas empresas, al crecer y escalar, deberían llegar a ser en los próximos 20 años los grandes contribuyentes del Estado. Sin embargo, con este nuevo panorama, posiblemente no podrán alcanzar sus metas, mermando justamente la recaudación impositiva futura, y no podrán generar miles de empleos de calidad y ese apreciado círculo virtuoso de movilidad social que tanto necesita Chile.
El virus de la depreciación instantánea es un “pase gol” a los bancos, que recibirán más solicitudes de crédito y podrán imponer sus altas tasas de interés. Será un “pase gol” a las grandes empresas, que verán cómo el Estado es su principal aliado para evitar la competencia de nuevos emprendedores que no tendrán posibilidades de crecer. Con todo esto, se hará mucho más difícil que nuevos emprendedores, con visiones modernas de negocios inclusivos o con impacto social, puedan renovar la clase empresarial.
El virus de la depreciación instantánea enferma a las pymes, y finalmente destruye el propio espíritu de esta reforma. Pero la solución no es compleja, hay vacunas y antivirales. Se puede dejar el FUT sólo para las pymes y eliminarlo sólo para las grandes compañías. O bien, se puede implementar un nuevo mecanismo alternativo que impulse el desarrollo de las pymes.
Hoy, alrededor de 295 mil pymes usan el FUT aunque hay mucha polémica del impacto de su eliminación. Lo que sí es seguro es que estas medidas afectarán al 100% de las empresas que quieran transitar por el camino del crecimiento y del alto impacto. Estas empresas son las locomotoras del desarrollo de nuestra economía, y no tenerlas es castrar el futuro de Chile.