Sergio Micco (47) es un fiel representante de la generación de los ´80. Abogado de la Universidad de Concepción, máster en Ciencias Políticas en la Católica y doctor en Filosofía de la Chile, dirigió la juventud Demócrata Cristiana en tiempos difíciles y es reconocido por sus firmes convicciones social-cristianas, su aguda inteligencia, sentido del humor y, especialmente, por su formación académica y capacidad dialogante. Participa en varios programas de conversación -Radio Cooperativa, Estado Nacional y El Mostrador TV- y como analista, observa la realidad con una interesante mezcla de pasión y racionalidad.
- ¿Por qué crees que el movimiento social pilló tan desprevenida a la clase política?
- Si hubiésemos sabido leer bien los signos de los tiempos nos pudimos haber evitado este mal rato. El año ´97 con 7% de crecimiento y cesantía de 5 puntos, la Concertación perdió 860.000 votos en la elección parlamentaria. Fuimos notificados por el país que el crecimiento económico y bajas tasas de desempleo no bastaban y no supimos hacer una autocrítica y una corrección. La segunda notificación fue en mayo del 2006 cuando la generación más educada de chilenos, salió a pedir educación de igual calidad para todos, y nuevamente fuimos muy lentos en procesar sus demandas. La factura se la pasó el pueblo a la Concertación el 2010 y eligió a un presidente que prometió cambios.
- ¿Qué hay detrás de las movilizaciones, exigencia de reformas o cambio de sistema?
- Aquí no está en juego la legitimidad de la democracia ni la economía de mercado, aunque las encuestas dicen que hay un porcentaje no despreciable que estaría por un gobierno autoritario que resolviera sus problemas sociales. El movimiento se inserta dentro del sistema y lo que pide es más participación política y una economía más igualitaria. Eso lo captó bien Piñera en su discurso de aniversario en La Segunda donde dijo que deberíamos entender que el desarrollo no es solamente crecimiento económico, que hay demasiada desigualdad, que éstas son éticamente escandalosas y que en adelante debiéramos mirar más el modelo europeo de desarrollo que el anglosajón que ha sido el paradigma de este gobierno y el de la Concertación.
- ¿Esta autocrítica de Piñera, es válida para la Concertación?
- Es un tema transversal ¿Por qué no hicimos un giro? Por una razón obvia y de bien común: si Chile quiere garantizar derechos sociales a la europea tiene que ser el doble de grande de lo que es hoy, entonces el crecimiento económico es indispensable y esa fue la gran verdad de los sectores liberales de la Concertación que estaban en la DC, pero también en el PPD, PS y en el PR. El otro factor que impidió el cambio fue que el ´98 llegó la crisis asiática y el debate se hizo mucho más difícil porque Frei tuvo menos posibilidades de hacer giros socioeconómicos. Además, nosotros progresivamente como Concertación fuimos cooptados por una tecnocracia que se formó en EEUU. Varios ministros de Hacienda siguieron trabajando en torno al FMI porque eran parte de una ortodoxia que recién el 2009 se rompió cuando ese organismo, en manos de Strauss-Kahn, dio un vuelco hacia políticas fiscales mucho más expansivas. En Chile se intentó hacer el cambio, pero fue demasiado tarde y la factura se la están pasando a Piñera.
- Que también entró en la lógica de las reformas sociales… ¿o no?
- Hay que reconocerlo, porque si uno mira con objetividad, este es un gobierno que está dando el 7% a los jubilados, el post natal, aumentó impuestos, aunque sea en forma temporal y discute si conviene o no mantenerlos. En fin, lo que pasa es que ya es demasiado poco porque hay una acumulación de frustración muy grande en la población. Chile podría haber hecho y hacer todavía más, porque a diferencia de Europa, no tenemos deudas, tenemos reservas y un precio de cobre alto, una tasa de impuestos a las utilidades de empresas bajísima, lo mismo que la participación del Estado en el PIB. Chile está en condiciones de garantizar derechos sociales y aumentar la carga tributaria, pero mi temor es que ello se haga sobre la base de la presión de la calle…
- ¿Por qué temor?
- Porque la calle la ganan los grupos más organizados y esta experiencia ya la vivimos antes del ´73 en América Latina. En esa época teníamos sistemas previsionales muy buenos para determinados grupos, pero otros quedaron completamente fuera; tuvimos una hipertrofia del financiamiento público a la educación superior en detrimento de la preescolar y así, porque eran los grupos de presión más organizados -clases medias- que son los que protestan hoy. Entonces, ahora el Presidente tiene la oportunidad histórica para generar un nuevo pacto social y político que aprenda de la historia, porque si no, me temo que esto puedo terminar muy mal, no sólo para este gobierno sino que al final, frustrando una etapa para que Chile alcance el desarrollo.
- ¿Quién está manejando la calle? ¿el PC?
- Objetivamente, ni el PC ni la Concertación tienen mayoría en la Confech. La mayoría de quienes presiden las federaciones, son jóvenes que vienen de grupos de izquierda alternativos y más que eso, hijos de la redemocratización chilena, sin ideología, sin sociabilización política muy elaborada. Si bien el rostro más visible es Camila Vallejo, militante PC, el movimiento es mucho más transversal, y ojo, no pocos de los que votaron por Piñera en busca de cambios, clases medias muy precarias que le están pidiendo al Estado mayor participación. Es un error utilizar categorías políticas partidistas tradicionales para interpretar el movimiento estudiantil.
- Sus dirigentes piden plebiscito para destrabar el conflicto ¿Compartes la idea?
- Es evidente que el conflicto no se va a resolver a través de un plebiscito porque ello supone, una reforma constitucional, una gran complejidad a la hora de decidir quién y cómo se hace la pregunta y además está el tiempo que ello demandaría. En democracia, las decisiones que no son oportunas no son decisiones justas. No es bueno decidir sobrecaliente y le hacemos un flaco favor al movimiento y a la democracia representativa que los políticos nos larguemos a debatir sobre ello. Además caeríamos en el absurdo que el 80% de los mismos jóvenes que lo están pidiendo, no podrían votar porque no están inscritos. El camino es hacer reformas políticas, no para cambiar la democracia representativa sino para relegitimarla ante la ciudadanía.
- Los partidos son claves para que ella funcione, ¿qué pasó que no están dando el ancho y se quedaron sin liderazgo?
- Una de las gracias de la democracia chilena era que tenía un sistema institucionalizado de partidos. Si votabas por un socialista sabías que no acabaría con la CUT, si lo hacías por un DC sabías que no terminaría con la educación religiosa y si lo hacías por un liberal que no estatizaría empresas. Los partidos dan seguridad, certeza en el tiempo, desde Arica a Magallanes y todo eso lo estamos perdiendo. Esto es grave y, obviamente, repercute muy fuerte en el liderazgo. Cada vez que los presidentes de los partidos hablan, están cargando con una mochila tremenda, porque junto con el Congreso, son las instituciones en las cuales menos confía la ciudadanía.
- ¿Influyó en ello el pragmatismo de los partidos que ya no tienen ni siquiera una misma cosmovisión?
- Ciertamente. Los partidos históricamente tenían identidad ideológica fuerte, lo que crea mucha solidaridad en su interior. Era positivo en cuanto era más previsible el juego político, pero también lo hace más rígido como fue entre el ´70 y ´73. Pero hay otros factores: cuando el Estado controla menos del 25% de la economía, es obvio que lo que se juega en la política es mucho menos que cuando el Estado controlaba el 60% como en los tiempos de Allende. También está el fenómeno del individualismo. Nuevamente, los mismos jóvenes que están pidiendo con justicia que el Estado ponga más plata en educación, son jóvenes que no están dispuestos a aceptar que el voto es un deber y que es obligatorio. No puede ser una sociedad donde la valoración de mis derechos individuales, esté por encima de mis deberes para la comunidad. Todo esto está repercutiendo en la crisis de los partidos.
- ¿Cómo puede recuperar la clase política el liderazgo perdido?
- Diciendo las cosas como son, con responsabilidad y convicción. Es un error que políticos deslegitimados se acerquen a los estudiantes sólo para halagarlos sin dar cuenta de los avances que ha tenido Chile bajo el sistema político y económico que nos rige. Soy parte de la Concertación y me siento muy orgulloso de lo que hicimos en 20 años: multiplicamos por tres la economía, somos una de las democracias más respetadas en América Latina y la pobreza bajó a un tercio. Yo sé que decir esto en una asamblea implica gritos y pifias, pero hay que decirlo porque el liderazgo no consiste en ser popular, sino en decir verdades que a veces la gente no quiere escuchar.
- Si no tenemos liderazgos políticos y la dirigencia estudiantil pone sus condiciones para dialogar ¿Cuál será la salida?
- Cuando las democracias se enfrentan a problemas insolubles que se arrastran gobierno tras gobierno como es el caso de la educación y no se resuelven, entramos en un círculo vicioso tremendamente dañino para el país. El presidente no es sólo jefe de gobierno, sino jefe de Estado y tiene que estar dispuesto a sentarse a dialogar, incluso con quienes lo han injuriado. Burke, el gran filósofo conservador, ideólogo del partido que hoy lidera Inglaterra, dijo que la esencia del buen gobierno es entregar a tiempo lo que es imposible retener, porque si no se hace, después igual se termina cediendo pero en medio de la querella de los que ya se convirtieron en enemigos. Es el presidente el que tiene que buscar un nuevo pacto político y social y llamar a sus adherentes a que lo sigan. La oposición tiene también que entender que debe buscar acuerdos con el gobierno para relegitimar la política y el Congreso. No importa que no cosechemos aplausos en el corto o mediano plazo, pero es lo que hay que hacer por el interés de Chile e incluso por el de la propia Concertación.
- ¿Por qué dices eso?
- Porque veo una confusión política estratégica muy grande. La esencia de la política es poner de acuerdo a quienes tienen ideas e intereses distintos y la esencia de la DC ha sido ser articulador de grandes acuerdos nacionales. Los que están sacando cuentas que la crisis de este gobierno termina en un retorno de la Concertación al poder, no han estado en la calle. Esto puede terminar en cualquier cosa y muy probablemente lejos de los liderazgos tradicionales previos al 2010. Es cierto que en la Concertación hay una contradicción entre los que quieren la democracia de los acuerdos y los que creen en una oposición más confrontacional. Pero hay que tener cuidado. Los jóvenes que protestan hoy nacieron en democracia, paz social y crecimiento económico, pero los que vivimos el ´73 y el ´83 sabemos lo terrible que fue. Está claro históricamente que no se puede pretender hacer cambios sociales en democracia sin mayoría política y social.