Tal vez llevar tanto tiempo fuera del país le permite al analista de la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez, Cristóbal Bellolio, hacer una evaluación más desapasionada de los magros resultados que arrojó la última encuesta CEP. Quizás sea por eso que asegura que la baja aprobación de la presidenta Michelle Bachelet, que llega sólo al 15%, y el aumento de la desconfianza en la clase política que revela el sondeo, “desde la dimensión del funcionamiento del Estado, no constituye nada dramático” y desaprueba que la derecha haya “festinado” con las cifras de La Moneda.
- Las cifras dan cuenta de que la clase política pasa por su peor momento y de que las políticas y proyectos que se han aprobado no han contribuido a recuperar la confianza de la gente, ¿a qué se deberá?
- Las reformas han sido reguleques, pocas y resistidas. En lo que se refiere a proyectos para mejorar la calidad de la política avanzando en competencia y transparencia, hay mucha promesa pero poca entrega. Además, son resistidos por el elenco político que tiene el poder parlamentario y no tiene mucho interés en moverse. No veo un esfuerzo ni muy musculoso ni muy generoso para “recuperar la confianza”.
- ¿Cuáles pueden ser las consecuencias de esta desconfianza? ¿Qué efecto tiene para el gobierno que la Presidenta esté en una aprobación del 15%?
- Desde la dimensión del funcionamiento del Estado, esto no constituye nada dramático. En lo estrictamente político, la Presidenta tendrá que gobernar sus últimos dieciocho meses sobreviviendo con poco cariño; sin capacidad de articular grandes acuerdos ni de poner capital personal en alguna cruzada. Esta teleserie es larga y las cosas siempre pueden cambiar, si Chile tuviese referéndum revocatorio la conversación sería otra.
- ¿Qué señal constituye que la corrupción se haya convertido en el tercer problema al que el gobierno debiera dedicar mayor esfuerzo para solucionar?
- Se veía venir. La conversación pública más recurrente del Chile post Piñera ha sido el hallazgo –casi como una revelación inesperada- de que nuestra elite política lleva años jugando al filo del reglamento y muchos prohombres derechamente fuera de él.
- A esta altura, ¿se puede atribuir el caso Caval a la mala evaluación de la Presidenta?
- Siempre son muchos factores, pero en éste se conjuga un caso teórico y estadístico muy plausible. Caval derruyó los pilares de Bachelet, labrados de credibilidad. Desde entonces, nada fue igual. Se perdió el control de la agenda y se rompió el vínculo emotivo de la Presidenta con su tribu electoral más querendona.
- ¿De qué clase de país o gobierno habla el que la corrupción haya aumentado tanto en la percepción de la gente?
- Hay dos lecturas. La mala es que se genera un ambiente tan amargo por la falta de confianza, que nos transformamos en el país de la gente que no paga la micro porque el otro tampoco la paga. Esa no es una imagen hermosa. La buena es que existe un olfato político-moral más afinado, un juicio más extendido sobre las virtudes públicas. Ambos tienen algo de verdad, creo.
- ¿Qué significa que Guillier sea el personaje público mejor evaluado?
- Tiene lo que la mayoría de sus colegas no: credibilidad. No la ganó siendo político, obviamente. La ganó como comunicador. También se maneja hábilmente en un espacio de indefinición ideológica. Como Bachelet en su tiempo, parece haber un Guillier para distintas sensibilidades. No levanta entusiasmos arrebatados, pero tampoco resistencias.
- ¿Qué efectos puede tener en las elecciones municipales el que sólo el 27% asegure que votará? ¿Cuánta legitimidad tendrá una autoridad electa con tan baja participación?
- Una de las virtudes de la voluntariedad del voto es que no esconde el problema debajo de la alfombra. Los partidos tienen parte de la responsabilidad de que eso sea mayor. En cualquier caso, los niveles de participación electoral no agotan las posibilidades democráticas.
- ¿Cuál es el principal desafío de los políticos en este escenario?
- No veo muchos incentivos para que hagan algo al respecto. Insisto: acuerdos genuinos para limpiar la política se han visto pocos porque todos tienen algún interés sobre la mesa. Nadie espera, en cualquier caso, que sean referentes de virtud. Pero la sensación extendida de que hay una clase dirigente que sólo vive del poder para saltarse la fila -por decirlo de manera elegante- no es sana y tiene una veta preocupante. El principal problema de los políticos hoy día es reputacional, no ideológico. Y los problemas reputacionales usualmente se resuelven haciendo gestos inmensos -musculosos y generosos, como decía al principio. No los veo muy dispuestos a ello. Por el contrario, desde la derecha varios festinaron el paupérrimo número que sacó La Moneda.
- Aunque es evidente que Piñera aventaja a cualquier otro candidato, se dice que aún está abierta la presidencial, ¿es así?
- Dos de tres chilenos no tiene candidato aún, eso basta para declarar la competencia abierta. La pregunta es si acaso eso le basta a Piñera. Si el entusiasmo sigue tan helado como hasta ahora, ganará el menos malo. Piñera sigue teniendo la pole position. Mucha gente preguntó si acaso el caso de LAN en Argentina alcanzó a estar en el trabajo de campo. No creo que haga mucha diferencia respecto de Piñera. Al personaje le entran pocas balas en ese departamento.