Masificación de vehículos eléctricos: ¿podrían generar una crisis de energía?
El uso de automóviles eléctricos demandará un sistema de abastecimiento que tendrá que ser más resistente y de menores emisiones, para que la electromovilidad sea fuente de beneficios para la sociedad.
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La promesa tecnológica de los vehículos eléctricos permitirá que sus precios sean similares a los autos tradicionales en menos de una década. Esto abrirá la oportunidad para que los usuarios tengan un mayor acceso a estos automóviles, donde China es el líder a nivel mundial. Como referencia, en Chile circulan alrededor de 240 autos eléctricos, mientras en el mundo la cifra supera los 3,1 millones de unidades.
Para el año 2030 la innovación en electromovilidad podría transformar radicalmente desde los sistemas de provisión de energía hasta el uso del espacio público, al mismo tiempo que podría cambiar el dinamismo de las ciudades. De acuerdo con un estudio de McKinsey sobre el impacto potencial de los vehículos eléctricos en los sistemas mundiales de la energía, es poco probable que estos autos produzcan una crisis de demanda en países que cuentan con un adecuado soporte en infraestructura eléctrica, aunque sí podrían provocar un remodelamiento en la carga.
Esto significa que las empresas generadoras de energía y las distribuidoras deben estar preparadas para nuevos escenarios. La buena noticia de este estudio internacional es que el crecimiento proyectado de la movilidad eléctrica a nivel global no generará aumentos sustanciales en la demanda total de energía de la red eléctrica en el corto plazo, limitando así la necesidad de una nueva capacidad de generación hasta el año 2030.
Sin embargo, esto también implica que los sistemas eléctricos deben funcionar de manera segura para generar, transportar y distribuir la energía eléctrica en sus áreas predeterminadas. El informe reitera que es poco probable que las ventas de vehículos eléctricos causen un aumento significativo en la demanda total de energía, pero sí es posible que se modifique la curva de carga eléctrica. El aumento ocurrirá en los períodos nocturnos, dado que las personas enchufarán sus autos cuando regresen a sus casas del trabajo o después de terminar sus actividades del día. Esto representará un pequeño porcentaje, esperándose un incremento en la carga máxima del 1% para 2030 y un 5% para 2050, extensiones que los sistemas robustos podrán absorber.
Los “hot spots” regionales
La curva de carga a partir de una mayor cantidad de autos eléctricos generará desafíos a niveles locales, dependiendo de los comportamientos de las ciudades satélites y regionales. El pronóstico es que las zonas suburbanas se convertirán en “hot spots” porque es muy posible que en la gran mayoría de los países surjan adopciones tempranas de estos vehículos en localidades más pequeñas, con importantes poblaciones que deberán satisfacer sus necesidades puntuales de electricidad.
Las electrolineras y los centros comerciales zonales cumplirán un rol de relevancia porque en un comienzo serán los centros de carga más importantes. En Chile, la Superintendencia de Electricidad y Combustibles (SEC) emitió una normativa para permitir este tipo de instalaciones de distribución eléctrica en supermercados, estacionamientos y edificios, entre otras localizaciones, sin tener que estar asociados al segmento de la distribución eléctrica.
Por su parte, el estudio de McKinsey desarrolló un análisis bajo el método Montecarlo como herramienta de investigación, cuyo resultado evidenció que, para un circuito alimentador de 150 viviendas, con un 25% de vehículos eléctricos, la carga máxima aumentaría aproximadamente en un 30%. Una sofisticación del modelo de uso proyecta que los vehículos eléctricos puedan devolver energía a la red bajo ciertas condiciones. Algunos estudios piloto han demostrado una muy buena disposición de los propietarios de estos automóviles para participar en un sistema de carga inteligente coordinada.
Obviamente, el desafío para las compañías eléctricas es grande, dado que el sistema de abastecimiento de la energía tendrá que ser más rentable, resistente y ecológico, convirtiéndose además en una fuente de beneficios para los usuarios. Aunque la demanda de la energía no será sustancialmente mayor, el estudio recalca de manera permanente que sí cambiará la forma de la curva de la carga, produciendo ciertas transformaciones que las empresas eléctricas y distribuidoras deberán asumir como parte de sus mejoras.
En una perspectiva holística, los nuevos modelos de viajes compartidos, el aumento de la urbanización y el crecimiento de las megaciudades, con más de 10 millones de personas, ya están cambiando los patrones de movilidad tradicionales. Estas nuevas tendencias sociales, económicas y tecnológicas evolucionarán hacia el 2030 para interrumpir la forma de cómo se mueven las personas a nivel local, incluyendo los sistemas de energía. Todo depende de si se impone el modelo “tradicional” de reemplazo de autos a combustión por otros eléctricos, o si el país escoge una trayectoria donde parece tener ventajas y hay una estación intermedia -que puede durar mucho- de privilegiar vehículos en base a hidrógeno. Pero, ¿estará el espacio público preparado en Chile para todos estos cambios?