En la búsqueda del "cobalto ético" del Congo
Al menos un 20% de este metal que se exporta de la nación africana, una de las más pobres del mundo, procede de minas artesanales, en las que recurrir a mano de obra infantil es una práctica habitual.
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La semana pasada se puso en marcha un proyecto experimental para rastrear la extracción por primera vez de "cobalto ético" en pequeñas minas de la República Democrática del Congo.
La demanda del metal se ha disparado, ya que se utiliza en los autos eléctricos y en los teléfonos móviles. Con este proyecto, empresas como Apple podrán garantizar a los clientes que para la fabricación de sus productos no se ha utilizado mano de obra infantil ni se han cometido abusos en materia de derechos humanos. La prueba, que recuerda a iniciativas como la erradicación de los llamados diamantes de sangre, llega como respuesta a la preocupación de que, ante la mayor demanda de cobalto se alimente la explotación y la degradación medioambiental en el país de África central, que concentra el 60% del suministro del metal a nivel mundial.
El proyecto, conocido como "Por un Mejor Cobalto" estará supervisado por la auditora británica RCS Global, y centrará su actividad en cinco minas artesanales y en plantas de tratamiento semimecanizadas de El Congo. Se trata del primer intento rastrear el metal en una cadena de suministro opaca. En el proyecto colaboran varias empresas de consumo con presencia global de las que todavía no se conoce la identidad, pero que incluiría a dos fabricantes de automóviles. También participan empresas del sector como Huayou Cobalt, la mayor empresa de refinación del mundo, cuya división en el país africano DongFang, suministra cobalto a Apple.
El hecho de que DongFang reconociera en 2016 que no controlaba su cadena de suministro ha provocado la reacción de grupos de presión que abogan por un mayor control del sector. Al menos un 20% del cobalto que se exporta del Congo, uno de los países más pobres del mundo, procede de minas artesanales, en las que recurrir a mano de obra infantil es una práctica habitual.
Anneke Van Woudenberg, directora ejecutiva de la organización benéfica británica Rights and Accountability in Development, opina que la demanda de cobalto ha generado "desastres medioambientales" en algunas zonas del país. Las condiciones laborales, denuncia Van Woudenberg, son brutales y las vidas de los mineros, demasiado cortas. Los químicos tóxicos que se utilizan para extraer el cobalto a veces se arrojan a los ríos, envenenando el agua.
Cada auto eléctrico, tan de moda en Occidente, contiene 10 kilogramos de cobalto, más de 1.000 veces la cantidad que se utiliza en un iPhone, según BMO Capital Markets.
Algunos analistas creen que la promesa de Elon Musk, fundador de Tesla de que utilizaría sólo cobalto de Norteamérica no es realista, en parte porque la demanda de autos eléctricos no hace más que aumentar.
En el último año los precios del cobalto subieron más de un 50% debido a la gran demanda entre los fabricantes de baterías. Nicholas Garrett, CEO de RCS Global, asegura que los agentes desplazados a las minas informarán si ven cualquier tipo de violación de las normas establecidas por la OCDE. Al final, el objetivo es mejorar el control con el uso de la tecnología blockchain.
Van Woudenberg opina que el proyecto piloto es un buen comienzo, y asegura que "es fundamental que haya iniciativas que limpien la cadena de suministro de personas que cometen serias violaciones de los derechos humanos". No obstante, advirtió que hay programas de control que son una mera fachada para lavar la imagen de algunas compañías.
Impact, un grupo de presión canadiense, abandonó hace poco Kimberley Process, un grupo comprometido con acabar con los diamantes de sangre porque, en su opinión, ofrecía a los compradores una "falsa garantía " de que las piedras que compraban estaban limpias.