Párrafos seleccionados, relativos a la elección del próximo domingo, del Mensaje de la Asamblea Plenaria de la CECH.
.- De frente a las elecciones presidenciales, parlamentarias y de los consejeros regionales, queremos expresar que, aunque según la ley el voto no es obligatorio, es un deber moral ejercer este derecho. Ante la solemnidad cívica del día de las elecciones, hacemos un llamado a los católicos y a todas las personas de buena voluntad a cumplir con su deber de votar y realizar un esfuerzo de discernimiento, en vista del bien común.
.- Proponemos al creyente católico tres instancias relevantes a considerar en su discernimiento ético, al momento de elegir a sus representantes.
A. La primera es la valoración y la defensa incondicional de la vida, desde su concepción hasta su fin natural.
Atentar contra la vida en gestación o en su fase terminal, así como el atropello contra los derechos humanos, jamás podrá tener como efecto un beneficio.
Por eso, atendiendo a la realidad trascendente de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, queremos reiterar nuestro “sí” a la vida. El cristiano atentaría contra la esencia de su vocación si permite la eliminación de seres humanos a quienes está llamado a amar y servir como prójimo.
B. Una segunda instancia de discernimiento es la protección de la familia, comunidad de vida y amor, fundada en el matrimonio entre un varón y una mujer. Para los creyentes hay en la naturaleza humana un designio de Dios que no puede eludirse.
Con respeto a quienes piensan distinto, es un hecho que la transmisión de la vida y la constitución de la familia pasan necesariamente por la complementariedad originaria de un varón y una mujer. La familia es la célula básica de la sociedad donde se aprende a amar y a ser amado, a dialogar entre las generaciones, a creer en Dios y confiar en los demás. Esto no es impedimento para que asumamos como Iglesia muchas realidades familiares que están lejos de este ideal, sufren por ello, y que también necesitan ser iluminadas y, sobre todo, acompañadas en la caridad y en la verdad.
C. Una tercera instancia para nuestro discernimiento es que la paz social es obra de la justicia. La sociedad sigue herida por vergonzosas brechas que excluyen a miles de compatriotas de las condiciones necesarias para su desarrollo integral. Y es una realidad que no sólo afecta a los sectores más pobres y vulnerables, sino también a la clase media. Nos referimos, entre otras realidades, a la posibilidad de acceder a una vivienda digna; a un sistema de salud pública eficiente y de trato humano; a la situación de profesionales y técnicos que no logran un empleo digno después de años de sacrificios como estudiantes; a la situación de los jubilados y adultos mayores. En otros escenarios del diario acontecer, constatamos con preocupación la violencia del narcotráfico y la trata de personas; también hemos señalado la necesidad de abordar la situación de los pueblos originarios y la falta de políticas sociales para acoger a los inmigrantes de pueblos hermanos. Creemos que se debe promover el acceso y la calidad de la educación, respetando la libertad de enseñanza, así como la tarea y decisión prioritaria de los padres, que pueden y deben colaborar a la educación de sus hijos, también en lo económico y, a la vez, favorecer la igualdad de oportunidades para no perpetuar la desigualdad y generar un clima de perturbación social. Reiteramos la necesidad de abordar en sus causas profundas la gran deuda social del país, como lo ha planteado nuestra Carta Pastoral “Humanizar y compartir con equidad el desarrollo de Chile”.
.- Creemos que la tarea que han de cumplir los políticos es imprescindible e ineludible, y es un modo de servicio al prójimo. A los políticos cristianos, los instamos a mantenerse fieles a su vocación de servir al bien común, a la luz del Evangelio y de la doctrina social de la Iglesia. Por otra parte, la responsabilidad de cada ciudadano exige votar con plena libertad y con una conciencia rectamente formada, donde la dignidad y los derechos esenciales de la persona constituyan un valor irrenunciable de nuestra propia identidad nacional. Hay que pensar qué es lo mejor para el bien común, “de manera de elegir a aquéllos que impulsen valores que deben tener plena vigencia en nuestra convivencia, en nuestra cultura y en nuestra legislación” (Comité Permanente CECh, 2009).
.- Las elecciones se realizarán días después del inicio del tradicional Mes de María, cuyo lema es: “Acordándose de su misericordia”. Encomendamos a la Virgen María, Madre de nuestra patria el proceso eleccionario. En estos tiempos de camino hacia un desarrollo marcado por el economicismo y los derechos individuales necesitamos la fraternidad, la unidad y el diálogo constructivo que nacen de la misericordia del Señor. Al término del Año de la Fe, acudamos a la Virgen María, Reina y Madre de misericordia, pidiendo este regalo para nuestra patria.
LOS OBISPOS DE LA CONFERENCIA
EPISCOPAL DE CHILE
Punta de Tralca, 8 de noviembre de 2013.
La dimensión educativa de la actividad política
Apartes de la Carta Pastoral de Mons. Fernando Chomali G., Arzobispo de Concepción.
El desencanto en la clase política es un fenómeno demasiado serio si queremos fortalecer la democracia y el estado de derecho. Ello exige mirar el modo cómo hemos actuado en la arena política, proponer cambios en el estilo y en el modo de hacer política, y llevarlos a la práctica. Todos hemos de esforzarnos por mostrar a la ciudadanía, y de modo especial a los jóvenes, el significado profundo que tiene la legítima discusión política, el intercambio de ideas, pero sobre todo hemos de esforzarnos en mostrar que nos interesa realmente lo que es verdadero, justo y bueno para todos los chilenos porque de estos valores, pre políticos, pende el bien común.
Ese es el camino, y no otro, que nos permitirá contar con instituciones democráticas sólidas y validadas por la comunidad, sujeto de la acción política y de quienes se dedican a ella. Este esfuerzo es urgente si queremos fortalecer la democracia y dejarle a las futuras generaciones una sociedad más próspera, más estable, más participativa y más democrática.
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La Iglesia valora altamente la política por ser la ciencia arquitectónica, que se ocupa por el bien del hombre en cuanto ser social y tiene la misión de llevarlo a su máximo desarrollo integral, mediante la adopción de políticas públicas que promuevan el bien común, es decir el bien de la persona en cuanto ciudadano. A este respecto, son numerosas las enseñanzas que constituyen la "Doctrina Social de la Iglesia". La política es, de todas las ciencias prácticas, la más excelsa y por ello es tarea de todos cuidarla y promoverla. Y ustedes tienen, por cierto, la primera responsabilidad. Ello debido a que es a través de las leyes y normas, que surgen del seno del poder ejecutivo y legislativo que el hombre y la sociedad irán en uno u otro sentido, se consolidará en su democracia o no. De allí la importancia de que quienes gobiernen o legislen sean verdaderamente capaces, idóneos y representativos.
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(...) Quisiera ir aún más lejos, y reproducir la enseñanza de sucesivos pontífices que nos han dicho que la razón abierta a la verdad viene animada por el amor. El Papa Benedicto XVI nos recordó de una forma muy hermosa que la verdad y el amor van íntimamente unidos en la tarea de la vida pública. Y antes, Paulo VI ponía como notas características del sano diálogo la claridad, la exposición de la verdad completa y la caridad. Hoy el mundo, además de la libertad e igualdad (equidad), necesita de fraternidad. Esa convicción constituye el núcleo conceptual de esa gran carta encíclica de Benedicto XVI Caritas in veritate (El amor en la verdad). Y muy recientemente nos lo ha vuelto a recordar el Papa Francisco. La política de nuestra querida Patria anhela un diálogo de hermanos que se abren a un horizonte de encuentro y de futuro mejor para todos.
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Chile y la región han experimentado grandes transformaciones. La pobreza ha disminuido, por cierto, y qué duda cabe que se ha logrado una mayor inclusión en muchos ámbitos, por de pronto nombro la educación pre escolar y la superior. Sin embargo, por otro lado, hemos tenido un desarrollo con un marcado acento economicista, que ha ido en desmedro de una preocupación por construir una sociedad más fraterna, más solidaria y más amable. Es sabido que un porcentaje importante de personas no logra hacerse parte del desarrollo que ostenta el país y nuestra zona y un grupo no menor de jóvenes experimenta mucha frustración ante un futuro que se les presenta como incierto al no poder estudiar ni tener acceso a un trabajo digno. Sigue siendo la pobreza de muchos chilenos una herida que supura. La pobreza más que un tema político es un tema moral, pero sin lugar a dudas serán las políticas públicas adecuadas las que permitirán superar este flagelo en el que se encuentran tantos compatriotas. Las elecciones son el tiempo privilegiado para proponerlas. Y quienes resulten electos deben realizar su trabajo teniendo en vista saldar esta gran deuda social que se arrastra por años.
Frente a estos magnos desafíos, la discusión política centrada en recriminaciones mutuas pero carentes de contenido, solo logra exacerbar el clima de violencia y descontento social presente en algunos sectores de la sociedad chilena. Más bien ha llegado la hora de hacer propuestas concretas y evaluables. Y trabajar arduamente para que, en la medida de lo posible, se cumplan los programas de gobierno y las promesas de campaña.
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En Chile lamentablemente ha aumentado significativamente el número de divorcios, han disminuido los matrimonios y la tasa de natalidad. Además, son cada vez más los niños que nacen fuera del matrimonio y que no tienen la estabilidad familiar que su proceso de desarrollo exige. Chile es un país donde aumenta rápida y significativamente el número de ancianos, los que cada vez están y se sienten más solos. Todo ello es causa de dolor, de soledad y de pobreza tanto material como social y obliga a cuestionar el modelo de sociedad que se ha ido generando.
A la luz del anhelo claramente manifestado por los jóvenes de querer formar una familia y de reconocerla como el lugar de mayor alegría en sus vidas y de dolor cuando está en crisis, los invito a que propongan como un gran valor la familia sustentada en el matrimonio -entendido como la unión entre un hombre y una mujer- y muestren las políticas públicas que pretenden llevar adelante para generar estabilidad y armonía en su interior, así como fomentar la vida familiar. Los invito también a que se definan respecto de las políticas públicas que piensan generar para que en Chile se les agradezca la labor realizada a los ancianos y no se perciban, como en tantas partes del mundo, como una carga para la sociedad. De los efectos sociales de los grandes cambios demográficos y sociológicos se habla muy poco. Convencido de que el futuro de la humanidad se fragua en la familia, una definición clara de los candidatos para fortalecerla urge dado que marcará el futuro de Chile en todos los aspectos.
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Como la persona humana es el fundamento, la razón de ser de la sociedad y el fin último de la autoridad política, es menester que de cara a una elección se manifiesten con claridad y sin ambigüedades acerca de los temas que tocan el respeto del ser humano que está por nacer. A pesar de que la organización política de Chile reconoce el derecho a que se respete la vida del neoconcebido, se levantan en algunos casos voces que están a favor de eliminarlas. El sentido común nos dice que cada uno de los seres humanos que habitan en el planeta lo hace porque ese momento inicial fue respetado. Ese momento, el de la fecundación, es la condición de posibilidad de los momentos sucesivos. ¿Qué motivo habría para que se permita que algunas personas puedan decidir qué vida merece ser vivida y cual no? El aborto bajo todas sus formas es la arrogancia de los fuertes respecto de los débiles. Ser claros en dicha materia le dará mucha tranquilidad a las futuras generaciones respecto de que el valor de la vida no puede ser medido en términos cronológicos o utilitaristas, sino que en términos del valor que lleva gravada en sí misma.
Es sabido también que se deslizan corrientes para despenalizar o derechamente legalizar la eutanasia. Esa práctica es un fracaso de la sociedad que ve como un mero estorbo a quienes entregaron la vida por los demás y fueron transmisores de la historia y la cultura. ¿Qué políticas públicas se van a presentar para honrar a los ancianos y darles lo mejor en sus últimos años de vida? La respuesta noble a esta pregunta sería un gran ejemplo para los jóvenes.
También es un atentado claro en contra de la vida los compatriotas que viven aún en la indigencia y viven de la caridad gracias a instituciones normalmente vinculadas a la Iglesia Católica, pero no son, como debiesen, sujetos directos y prioritarios de la acción del Estado. Reconociendo que es mucho lo que se ha hecho, sin duda que el camino por recorrer aún es largo y dependerá en gran medida de las futuras autoridades.