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EE.UU ofrece financiar el cable chileno a Asia

Creada por Donald Trump para contrarrestar la influencia china, la International Development Finance Corporation ofreció invertir en la red submarina que conectará Valparaíso con Auckland y Sídney.

Por: Fernando Vega | Publicado: Domingo 30 de agosto de 2020 a las 04:00 hrs.
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Con dos paradas previas en Oceanía, la promesa de millonarios negocios y hasta casi financiado llegará en 2022 a las costas chilenas el cable submarino que mejorará la conexión de Internet entre los usuarios de Chile y Asia. El propio gobierno de Estados Unidos a través de su poderosa agencia internacional para la cooperación FDC propuso inyectar los recursos.

“A la fecha hemos recibido muestras de interés de diversas instituciones alrededor del mundo, entre ellas US International Development Finance Corporation (FDC), y nos encontramos conversando con todas aquellas con las cuales se ha firmado acuerdo de confidencialidad, exponiéndose las características del proyecto para definir si calificamos para los criterios de financiamiento de dichas instituciones. Como ya está definida la ruta, iniciaremos en conjunto con “Desarrollo País”  (ex fondo de fnfraestructura) el proceso de roadshow con los inversionistas, de manera de ir levantando el financiamiento requerido”, explicó a DFMAS la subsecretaria de Telecomunicaciones, Pamela Gidi 

A fines de julio, Chile anunció que después de ocho años de trabajo, memorándums de acuerdo y  borradores, el trazado del cable no iría directamente desde Valparaíso a Shanghai en China, como se anunció inicialmente, sino que llegará primero a Auckland en Nueva Zelanda, y desde ahí, continuará hasta Sídney, en Australia.

Según el gobierno es la forma más barata de abordar digitalmente ese lado del Pacífico, donde se concentran las economías de mayor crecimiento del mundo. Costaría en total unos US$ 500 millones, tendrá 13.180 kilómetros y al desembocar en Australia se podrá reconectar a otros 12 cables que salen de ese país, incluido un flamante enlace submarino a Japón. 

Ello permitiría además empalmar la nueva infraestructura con el despliegue en Chile de la red 5G, que exigirá aumentar drásticamente las velocidades de conexión.

El 4 de septiembre de 2019, el gobierno chileno contrató al consorcio compuesto por las empresas estadounidenses Telecommunications Management Group Inc (TMG) y WFN Strategies LLC para realizar el estudio del “gateway” digital Asia-Sudamérica. Les pagó más de US$ 2,9 millones provenientes del Banco de Desarrollo de América Latina para financiar el estudio que arrojó el paso por Oceanía como mejor ruta.

Desaire a China

La decisión chilena ha sido muy comentada en el exterior, debido a que fue considerada como un desaire para China en medio de las tensiones con Estados Unidos. Diarios como  el Financial Times o el South Morning China Post se hicieron eco de la incómoda posición en que quedó la potencia asiática, que había invertido tiempo y dinero en este proyecto. Incluso, lo tenían contabilizado dentro de su faraónico plan de infraestructuras mundiales llamado “la nueva ruta de la seda”. 

Por el lado chileno, el entusiasmo tampoco era menor. Todos los presidentes, desde Eduardo Frei Ruiz-Tagle en adelante se habían apuntado a la idea. En su última visita a Beijing, el año pasado, Piñera casi lo dio por seguro. 

La idea inicial consideraba un cable de 24 mil kilómetros que conectaría a Valparaíso con Shanghai y desde ambos puntos a los dos continentes, directamente. Le decían “el cable de Huawei”, porque fue esa compañía china la que empujó el proyecto a todo nivel, anunciando incluso la construcción de un data center en Chile.

Pero la decisión de Donald Trump de prohibir a Huawei operar en su territorio o comerciar con empresas de Estados Unidos por razones de seguridad nacional cambió todo. El mandatario lleva más de un año acusando a Huawei de estar espiando para el gobierno chino y ha alentado a sus países aliados para que no compren su equipamiento de red para desplegar el 5G.  

Y aunque China se ha mantenido en silencio respecto de la decisión del cable transoceánico que iba a salir desde Chile, en círculos diplomáticos y de negocios alertan que la prohibición norteamericana probablemente haga a los asiáticos reconsiderar algunos de los aspectos de su relación con Chile. Desde el punto de vista técnico, también se advierte sobre el riesgo de “amarrar” al país a la tecnología “permitida” por Estados Unidos.

El gobierno chileno espera definir en 2021 cómo se financiará la infraestructura. Hoy, poner un cable bajo el mar para proveer internet de alta velocidad cuesta unos US$ 28 mil por kilómetro. El cable de Facebook, que es considerado uno de los más nuevos y eficientes del mundo costó US$ 1.000 millones de dólares para sus 37 mil kilómetros.

“Cabe mencionar que en el futuro, una vez que se constituya la empresa que será dueña del cable submarino, se procederá a realizar la pre-venta y venta de la capacidad del mismo. Así, proyectando todo lo anterior se realizaron los casos de negocio para cada ruta, identificando sus respectivos potenciales ingresos y costos y el resultado fue que la ruta a Australia es la más viable financiera y técnicamente, lo que nos llevó a tomar la decisión de seleccionar esa ruta”, explica la subsecretaria Gidi.

La billetera de Trump

Chile comenzó a recibir presiones de Estados Unidos hace unos dos años, pero en abril de 2019, el secretario de Estado de ese país, Mike Pompeo pidió directamente al gobierno chileno que se abstuviera de contratar a Huawei para el 5G. 

Diversas fuentes consultadas coinciden en que la influencia estadounidense se ha dejado sentir. Y que incluso ante lo poco atractivo que podría sonar para los inversionistas un cable más corto y con paradas en Oceanía mostró la billetera. En Australia, Japón y Nueva Zelanda, la FDC ha hecho lo mismo, según reportes de la prensa de esos países. 

La Corporación Financiera de Desarrollo Internacional de EE. UU. es una obra de Trump para contrarrestar el creciente papel de China. Así se publicitó su creación de hecho. La entidad es la sucesora de diversas otras organizaciones gubernamentales de apoyo a los países emergentes y tiene un límite de inversión de US$ 60.000 millones. 

Su característica más controvertida es que además de otorgar préstamos puede tomar hasta el 30% de las acciones de los proyectos que financia siempre y cuando se trate de  empresas estadounidenses.

Un segundo elemento que diversas personas consultadas para este artículo destacaron es el rol de Australia. Ese país también está embarcado en una escalada de tensiones con China y apoyo a Estados Unidos, secundando los llamados de Washington para una investigación internacional sobre los origen del coronavirus y la prohibición del acceso a Huawei en el desarrollo de sus redes 5G. 

Esta misma semana, China impuso restricciones a los vinos y carnes provenientes de Australia.

La apuesta de Nueva Zelandia

En la actualidad más del 98% del tráfico internacional de internet circula a través de cables submarinos. Y, a medida, que la forma de trabajar, entretenerse y relacionarse con los demás se hace cada vez más digital, la conectividad resulta más importante. Pero sobre todo, estas infraestructuras permiten agregar una capa de seguridad o de respaldo importante para seguir operando en caso de terremotos o cualquier otra contingencia.

El país está conectado al mundo por nueve cables o extensiones de éstos: Curie, Pacific Cable,  South American Crossing (SAC) Pan American (PAN-AM), South America-1 (SAm-1) Prat, y tres redes nacionales que cubren las zonas aisladas. El primero, de Google se terminó de construir el año pasado y une Valparaíso con California en una autopista de datos de 10.500 kilómetros en el lecho submarino. Costó US$ 140 millones.

Angola Cables también está expandiendo su South Atlantic Cable System (SACS) desde Fortaleza, Brasil, a Argentina y Chile.

El nuevo cable, que saldrá de Valparaíso tendrá una primera parada en Nueva Zelandia. Y esa noticia tiene soñando al empresario de ese país Remi Galasso, fundador de la firma Hawaiki Cable de Auckland, quien quiere  construir un hub digital en las islas del sur de su país.

Galasso se hizo conocido en 2018 cuando a través de Hawaiki destinó US$ 445 millones para un montar una red submarina entre Nueva Zelanda, Australia y Estados Unidos para romper el monopolio que existía. Eso, y su plan para el cable se lo contó por videoconferencia a la misma Pamela Gidi el 16 de abril pasado en la mañana. “El extremo sur del país, tiene una posibilidad realista de estar conectado con un nuevo cable de fibra óptica entre Sídney y Chile, esto a su vez nos permitiría pensar en construir una industria de centros de datos en esa región de Nueva Zelanda. El cable sería de un un gran impulso…”, añadió Galasso a DFMAS.

Entran Japón y Brasil 

Un actor importante en la trama del cable ha sido Japón, histórico rival de China. Hace menos de dos meses los nipones inauguraron su conexión submarina con Australia, punto con el que se conectaría el cable proveniente de Chile.

El gobierno del primer ministro japonés, Shinzo Abe ofreció también financiamiento estatal para proyectos de infraestructuras que involucren al país.

Hasta principios de este año, el cable transoceánico contaba con el apoyo de los gobiernos de Brasil, Argentina y Ecuador. Tras el cambio de trazado y la crisis económica no está claro si todos seguirán, pero por lo pronto, dicen fuentes de Cancillería, Brasil ya se comprometió a estudiarlo a fondo. 

Ese país, cuyo presidente Jair Bolsonaro es considerado un aliado de Washington, firmó esta semana en el Senado, un Acuerdo de Libre Comercio con Chile que contempla la eliminación del roaming entre ambos países, el comercio digital y un protocolo de entendimiento de telecomunicaciones que aunque no menciona el cable abre oportunidades para inversiones conjuntas.

En las próximas semanas, el proyecto del cable transoceánico recibirá más definiciones

Si lo manejerá una empresa o un consorcio, los años que durarán los permisos y licencias, los metros cuadrados de dominio público que serán entregados, los aspectos medioambientales y si será una infraestructura abierta que permita operar con tecnologías de diversos fabricantes, entre otros aspectos. 

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