Política

Humillado y furioso, Maduro encierra a 2 mil venezolanos en la represión más feroz que se ha visto en su mandato

Incluso los aliados más cercanos de Maduro en el extranjero presionaron para que se dieran a conocer los resultados electorales. La perspectiva de un alivio de las sanciones desapareció, al igual que la poca legitimidad que le quedaba.

Por: Bloomberg | Publicado: Domingo 4 de agosto de 2024 a las 16:15 hrs.
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Lejos ha quedado la versión desenfadada y casi paternal de Nicolás Maduro, quien intentó encandilar al mundo en el período previo a las elecciones presidenciales de Venezuela. El hombre que subió al escenario del Palacio de Miraflores la semana pasada estaba agotado y enfadado.

El mundo pudo comprobar hasta qué punto calculó mal el poder de la oposición. Las protestas contra lo que muchos consideran una victoria fraudulenta de Maduro se extendieron por la capital, Caracas, incluso cuando el gobierno había empezado a detener a venezolanos en la represión más feroz de sus 11 años de mandato.

Su rival, la siempre popular María Corina Machado, y su partido publicaron un recuento de los resultados de la votación más detallado que el dado a conocer por el gobierno en el pasado, mostrando que su candidato, Edmundo González, ganó por una amplia mayoría.

Incluso los aliados más cercanos de Maduro en el extranjero presionaron para que se dieran a conocer los resultados electorales. La perspectiva de un alivio de las sanciones desapareció, al igual que la poca legitimidad que le quedaba.

Ira y frustración

Así que, en su primera rueda de prensa internacional en casi dos años, Maduro gritó, agitó las manos y apretó los puños. "Tóquense el corazón, corresponsales, si es que les queda algo de corazón", empezó, casi arrastrando las palabras.

Durante la siguiente media hora, su discurso se intensificó y su voz se hizo más fuerte, hasta que llegó a gritar. "No insistan en su agenda de traer una guerra a Venezuela, como hicieron con Afganistán. Ustedes son los responsables de la guerra en Afganistán e Irak, y en Libia, y de la muerte, los medios internacionales."

Si la ira no era suficiente delatora, sus ojos lo fueron. Su afirmación de que había dormido como un bebé después de las elecciones era poco creíble.

Con la frustración surgiendo incluso en los bastiones del chavismo, el socialismo venezolano, Maduro sabía que había perdido el control. Tal vez en un intento de recuperarla, el presidente de Venezuela ha arreciado ahora como nunca la ira contra la oposición y sus partidarios.

Maduro ha dicho que Machado y González "deberían estar entre rejas". Ya ha detenido a 2 mil manifestantes y ha prometido enviarlos a cárceles de máxima seguridad durante 30 años, la misma pena que se impone a los asesinos. Al menos 14 trabajadores de los medios de comunicación han sido deportados, según el sindicato de periodistas del país.

Las consecuencias

"Maduro tuvo un profundo error de cálculo", analizó el director del Programa de las Américas en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales en Washington, Ryan Berg. "Para mantenerse en el poder, ha movido al país en la dirección de Nicaragua, que es un estado policial total".

Llevar la represión a un extremo aún mayor en Venezuela pone en riesgo el futuro de su pueblo y su recuperación económica. Aunque Maduro ha logrado sacar a la economía de sus peores días de hiperinflación y escasez, la actual situación política podría empujar a las empresas e inversionistas que recientemente cerraron acuerdos petroleros con Venezuela a hacer una pausa, al menos por ahora.

Y con la perspectiva de un alivio de las sanciones casi seguro que desaparecida, esa actividad es crucial para aumentar la producción de petróleo con el fin de aumentar las exportaciones y dinero en efectivo en dólares para los ingresos.

Según Berg, Maduro debe haberse dado cuenta ahora de que "la fortaleza del régimen y la supervivencia del régimen son dos conceptos distintos: se puede carecer de la primera y tener la segunda".

Por ahora, los días en Caracas han vuelto a la normalidad tras las protestas de principios de semana, con mensajeros que reparten paquetes y papeles de oficina en oficina. Las tiendas de comestibles y las farmacias han reabierto. Los restaurantes y bares también, aunque algunos funcionan con horarios limitados.

Pero por la noche, las calles están vacías y ominosas. La gente permanece encerrada en casa, temerosa de los grupos de hombres -algunos de uniforme, otros vestidos de civil- que patrullan las calles.

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