El relator de la ONU para el Derecho a la
Alimentación, Olivier De Schutter, denunció hoy la especulación de
productos alimenticios, que está detrás de la actual crisis
alimentaria en más de una cuarentena de países, y pidió apoyo para
la agricultura en esos estados pobres y dependientes del exterior.
De Schutter consideró "inexcusable" la inacción de la comunidad
internacional que durante años no ha hecho caso a los que pedían
"que se apoye la agricultura en los países en desarrollo", en una
entrevista publicada hoy por "Le Monde".
"No se ha hecho nada contra la especulación de materias primas"
que se vio alimentada por la caída de la bolsa, señaló antes de
estimar que la crisis actual muestra los "límites" de la
"agricultura industrial".
También cargó contra el Banco Mundial (BM) y contra el Fondo
Monetario Internacional (FMI) por haber incitado "a los países más
endeudados, en particular en el África subsahariana, a desarrollar
cultivos de exportación y a importar los alimentos que consumen"
porque "esta liberalización les ha hecho vulnerables a la
volatilidad de los precios".
De hecho, consideró que la autorregulación del mercado "no es la
solución, sino el problema" teniendo en cuenta que el agrícola no es
un mercado elástico ya que la cantidad de tierras cultivables no se
puede ampliar "al infinito".
El responsable de Naciones Unidas también se decantó por "una
modificación de las reglas de la propiedad intelectual" de "un
pequeño número de empresas", y citó Monsanto, Dow Chemicals y
Mosaic, que controlan las patentes de las semillas, los pesticidas o
los abonos y cuyos beneficios se disparan.
En cuanto a las subvenciones a la agricultura en los países
ricos, consideró el sistema "una vergüenza", tras recordar que
mientras los campesinos en los miembros de la OCDE reciben 350.000
millones de dólares en ayudas al año, en los países en desarrollo la
cifra se limita a 1.000 millones.
No obstante, De Schutter se pronunció por una "supresión gradual"
de esas subvenciones, ya que si se hiciera de forma súbita, los
países pobres que compran alimentos a los ricos tendrían que
pagarlos en principio más caros.
Preguntado por el efecto del crecimiento de la producción de
biocombustibles, acusados de tirar al alza el precio de los
alimentos, respondió señalando que aunque no aboga por una moratoria
en el sentido jurídico, y que es consciente de que no hay vuelta
atrás cuando se ve el peso que tienen en un país como Brasil, hay
que poner límites.
"Los objetivos ambiciosos en materia de producción de
biocarburantes que se han fijado Estados Unidos y la Unión Europea
son irresponsables", argumentó antes de añadir que dedicar un cuarto
de la cosecha de maíz a la fabricación de carburante con apoyo
público es "un escándalo, y proponer que se congelen las inversiones
en ese sector.
Además, manifestó escepticismo sobre las promesas de los
biocombustibles de segunda generación en términos de eficiencia:
"hay que consumir menos energía, utilizar menos automóviles y no
hacerse ilusiones sobre la capacidad de las nuevas tecnologías de
permitirnos mantener nuestro nivel de vida occidental".