La canciller alemana, Angela Merkel,
inauguró hoy en la localidad sajona de Freiberg la primera planta
comercial mundial de biocombustible sintético de segunda generación,
producido a partir de desechos de maderas y plantas.
La puesta en servicio oficial de esta instalación pionera,
impulsada por el fabricante de biocombustibles Choren Industries,
contó también con la presencia del jefe del gobierno de Sajonia,
Georg Milbradt, así como del gerente de Shell y de los presidentes
de los productores automovilísticos Daimler y Volkswagen.
Una portavoz del fabricante Choren Industries anunció hoy que
está previsto que la planta produzca al año cerca de 18 millones de
litros de biocombustibles de segunda generación, que reemplazarán al
aceite vegetal, al biodiésel y al bioetanol como fuente de energía
alternativa.
Según los cálculos de Choren, una compañía de 230 trabajadores y
participada por Shell, Daimler y Volkswagen, esta producción será
suficiente para cubrir las necesidades anuales de 15.000 vehículos.
Durante su visita a las instalaciones, Merkel afirmó que "los
combustibles sintéticos tienen hoy el potencial de convertirse en el
pilar esencial para un suministro energético respetuoso con el medio
ambiente".
El gerente de Choren, Tom Blades, destacó que el combustible
sintético de segunda generación BTL es "la llave" para alcanzar los
objetivos climáticos en el ámbito del tráfico y los medios de
transporte.
La compañía tiene previsto erigir en el país cinco plantas de
producción de este tipo de combustible, que se obtiene a partir de
la gasificación de biomasa y requiere de una sofisticada tecnología.
Para cubrir sus necesidades de biomasa, Choren contratará
superficies agrarias de plantas de rápido crecimiento en los
alrededores de Freiberg y en el Estado federal de
Mecklemburgo-Pomerania.
En este sentido, Blades aseguró que este tipo de carburante
requiere "menos de un tercio" de la superficie agrícola necesaria
para producir la misma cantidad de bioetanol.
De acuerdo con los planes de la Unión Europea, Alemania deberá
reducir hasta el año 2020 en cerca de 270 millones de toneladas sus
emisiones de CO2, de las cuales, cinco millones deberán proceder de
los biocombustibles.