El año 2009 estuvo marcado por la resurrección de
dos de los grandes fabricantes estadounidenses de automóviles, General Motors
(GM) y Chrysler, gracias a la enérgica intervención de la Casa Blanca, que temió
que la crisis del sector arrastrase a toda la economía del país.
Cuando Barack Obama tomó posesión de la presidencia de Estados Unidos el 20 de
enero del 2009, una de las prioridades más acuciantes de su agenda de gobierno
era resolver la peligrosa situación del sector automotor estadounidense.
Con la mayor economía del mundo sufriendo la recesión más aguda de los pasados
70 años, el equipo económico de Obama temía que la crisis de los fabricantes de
automóviles estadounidenses (General Motors, Ford y Chrysler) desencadenase una
depresión similar a la vivida a finales de la década de los años veinte.
Obama y su secretario del Tesoro, Timothy Geithner, decidieron crear un grupo
encargado de buscar e implementar una solución al desastroso estado del sector.
De forma inmediata, el llamado Grupo Presidencial del Automóvil (GPA),
encabezado desde febrero por el ejecutivo Steven Rattner, empezó a remitir
cifras alarmantes a la
Casa Blanca y al Departamento del Tesoro.
El colapso de cualquiera de los tres grandes fabricantes estadounidenses de
automóviles tendría consecuencias incalculables para el conjunto de la
economía, no sólo del país, sino de todo el mundo, dadas las intensas
relaciones que existen en el sector del automóvil.
Según Rattner, "estábamos asombrados, incluso más allá de lo que
esperábamos, de la mala situación tanto de GM como de Chrysler. Nos parecía
totalmente obvio que cualquier equipo de gestión que había quemado US$ 21.000
millones en un año y otros US$ 13.000 millones en el primer trimestre del 2009
no podía continuar".
Cronología de un año de remezón
El GPA redactó un plan que fue presentado por el propio Obama el 30 de marzo.
Ese mismo día, Rick Wagoner dejó la dirección de GM que había ocupado desde el
año 2000. Su cargo fue ocupado por Fritz Henderson, hasta entonces director
financiero de la empresa.
En el otro frente, Chrysler, el GPA se quitó de en medio al fondo de
inversiones Cerberus (que había comprado en el 2007 el 80,1% del
fabricante a Daimler) y llegó a un acuerdo con Sergio Marchionne, presidente de
Fiat, para asociar las dos empresas.
Un mes después, el 30 de abril, Chrysler se declaró en quiebra para
reestructurar su deuda después de que un reducido grupo de acreedores se
negasen a aceptar el plan del Departamento del Tesoro.
General Motors le siguió poco después. El 1 de junio, el gigante protagonizó
una de las mayores quiebras de la historia del país y presentó un drástico plan
de reestructuración que incluía la eliminación de las marcas Hummer, Saturn,
Saab y Pontiac y el mantenimiento de Chevrolet, Cadillac, Buick y GMC.
Tal y como anticipó el GPA, la quiebra de Chrysler fue breve, sólo 40 días. La
empresa salió con el sindicato United Auto Workers (UAW) controlando el 55% del accionariado pero bajo la gestión exclusiva de Fiat, que tiene el 20%.
Y el 10 de julio nació la
Nueva General Motors, con Henderson al frente y la intención
de deshacerse de su filial europea, Opel, para completar su renacimiento.
Sin embargo, los planes de Henderson fueron frenados por el nuevo presidente
del Consejo de Administración, el ex presidente ejecutivo de AT&T, Ed
Whitacre, quien consideraba que Henderson seguía representando el pasado de
General Motors.
Whitacre, un veterano empresario cuyo nombramiento había sido respaldado por la Casa Blanca, se reveló
como el verdadero hombre fuerte de la Nueva GM y antes de que acabase el 2009
protagonizó dos sorprendentes golpes de mano.
En noviembre, GM canceló de forma inesperada la venta de Opel al grupo
encabezado por Magna pese al furor del Gobierno alemán. Y en diciembre,
Whitacre anunció que Henderson había dimitido y que él se hacía cargo del
puesto de consejero delegado.
Con Whitacre al frente de GM y Marchionne al mando de Chrysler, las dos
empresas confían en que la recuperación económica estadounidense prevista para
el 2010 apuntale su renacimiento. Y el resto del sector, que la estabilidad de
GM y Chrysler les permita tener un año más tranquilo.