“Hemos evitado el colapso, pero debemos evitar toda recaída. 2013 será el año del éxito o el fracaso”. Esas fueron las palabras de Christine Lagarde, directora gerente del Fondo Monetario Internacional en el Foro Económico Mundial la semana pasada. Tenía razón. Los empresarios, autoridades y especialistas en Davos respiraron aliviados. Por primera vez desde 2007, el debate no se centró en las desgracias financieras. Sin embargo, el hecho de que las economías avanzadas no hayan caído del puente no garantiza un rápido retorno al crecimiento. Eso podría suceder, pero no está asegurado.
La confianza ha mejorado. Un indicador es el spread entre la tasa interbancaria de Londres (Libor) y la tasa indexada overnight (OIS), que permite calcular el riesgo de default en los préstamos entre bancos. Estos spreads han caído a apenas 10 puntos base en euros y 16 en dólares. Los mercados bursátiles también se han recuperado fuertemente desde marzo de 2009, en particular en EEUU. Los spreads entre los rendimientos de bonos soberanos de los países vulnerables de la eurozona y los Bunds alemanes han caído fuertemente: en Italia, la diferencia cayó de 5,3 puntos porcentuales a fines de julio de 2012 a 2,6 puntos porcentuales el 25 de enero de 2013; en España, el descenso fue de 6,4 a 3,4 puntos porcentuales. Tal como mejora la confianza en los soberanos, lo hace en los bancos.
La mejora de la confianza no se limita a los países de altos ingresos. En sus “Perspectivas Económicas Globales” de enero, el Banco Mundial destaca que “los flujos internacionales de capital hacia los países en desarrollo (...) han alcanzado nuevos máximos”; que “los spreads de los bonos de los países en desarrollo (...) han disminuido 127 puntos base desde junio (2012)”; y que “los mercados bursátiles de los países en desarrollo han crecido un 12,6% desde junio”. Se trata, entonces, de un cambio global.
¿Qué explica este creciente optimismo? Una razón es que se han evitado desastres que se temían, como el quiebre de la eurozona o el abismo fiscal. Otra es que ha ocurrido un importante ajuste post-crisis, sobre todo en EEUU, donde el apalancamiento privado y los precios de las casas han experimentado un importante rebalanceo: La deuda privada de EEUU está de vuelta en los niveles de 2003 en relación al PIB, por ejemplo. Otras explicación es la creciente confianza en la competencia de las autoridades. Sobre todo los banqueros centrales han usado políticas ultra-expansivas para apuntalar por largo tiempo las economías de las cuales son responsables. La tasa de interés de referencia de la Reserva Federal de EEUU ha sido 0,25% por más de cuatro años, y serán más. Incluso el Banco Central Europeo (BCE), el más cauteloso de los grandes bancos centrales, ha adoptado lo que habría sido considerado previamente un alivio monetario irresponsable, con tasas de 0,75% desde julio pasado.
Aún así, el futuro está lejos de lucir dorado. En una actualización de su Perspectiva Económica Mundial, el FMI ha pintado un dibujo que dista de ser rosa: crecimiento de 2% en EEUU, 1,2% en Japón, 1,0% en el Reino Unido y -0,2% en la eurozona este año, aunque estima que los países emergentes y en desarrollo se expandirán mucho más, con 5,5%. La economía mundial de dos velocidad continúa.
A la larga, la renovada confianza debería impulsar el crecimiento, pero sólo si se mantiene. La pregunta es si será así. Respecto a esto, hay razones tanto para ser pesimista como optimista.
La gran razón para ser pesimista es que los países ricos siguen atrapados en una depresión contenida. El extendido periodo de política monetaria ultra flexible, incluidas tanto las tasas excepcionalmente bajas como la enorme expansión de los balances de los bancos centrales, es un indicador de ello. Otro es el tamaño de los déficits fiscales en varios países de altos ingreso. Y otro la debilidad de las economías, a pesar de la magnitud del apoyo de las políticas.
De las seis mayores economías ricas, sólo EEUU y Alemania tuvieron un PIB mayor en el tercer trimestre del año pasado que en sus máximos pre-crisis, e incluso así el aumento fue marginal, con 2,5% en EEUU y 2% en Alemania. El PIB en Francia, Japón, Reino Unido e Italia estuvo bajo de su peak pre-crisis. El PIB está estancado en Francia y el Reino Unido, es errático en Japón y se derrumba en Italia. Se trata de una imagen realmente deprimente.
En la eurozona, el BCE tuvo éxito en eliminar el riesgo de un quiebre de la eurozona al ganar el apoyo germano para la promesa de comprar bonos soberanos. Fue victorioso sin disparar un tiro, pero eso no nos dice que hubiera sucedido si hubiera comenzado a disparar. Pronto el BCE podría verse obligado a cumplir su promesa. Nadie sabe qué hubiera sucedido, en particular si los países no hubieran comenzado a cumplir las condiciones del apoyo.
Es posible que surjan grandes problemas del manejo de la política fiscal y monetaria. Los peligros son ajustar demasiado pronto o demasiado tarde: un apresuramiento podría abortar la recuperación; un atraso podría desatar temores inflacionarios, una vez más.
Algunos dicen que un aumento de la inflación ya está a la vuelta de la esquina. Ahora que Japón se ha unido a la fiesta con sus “Abenomics”, parece un riesgo mayor que antes. Dudo que estos, hasta el momento, falsos profetas tengan razón y temo mucho más un ajuste prematuro. Pero la incertidumbre es grande. La capacidad de las autoridades para manejar con éxito estos riesgos está en duda, como escribió Gavyn Davies en un comentario a la contribución del próximo jefe del Banco de Inglaterra, Mark Carney, a un panel en Davos.
Pero también hay razones para ser optimista sobre el futuro. Las economías emergentes han mostrado un dinamismo sostenido, a pesar de que haya habido decepciones. Con el rebalanceo ya consumado y una revolución energética, EEUU podría sorprender al alza. Japón podría escapar a la deflación. Finalmente, el regreso del capital privado a la periferia de la eurozona podría iniciar un círculo virtuoso de confianza y gasto. Una llave del éxito en todos lados será el timing de salida de políticas excepcionales.
Las autoridades han respondido con éxito. En el caso de la eurozona, casi estuvieron demasiado tarde, pero al final el BCE prometió acción, algo que ha demostrado ser asombrosamente efectivo, hasta ahora. Ahora surge unaoportunidad de volver a un crecimiento sostenido, sobre todo en Europa. El apoyo fiscal y monetario aún es esencial. Si las autoridades mantienen el esfuerzo, de aquí a un año el mundo debería estar mucho más cerca de una recuperación plena.