La frenética primera quincena de Donald Trump como presidente de EEUU ya ha proporcionado numerosos semestres de material de discusión a los maestros de liderazgo. En particular, Trump está proveyendo una inagotable fuente de material de estudio para los discípulos del culto a la autenticidad: la idea de que ser fiel a ti mismo hará que seas un mejor líder.
Una de las explicaciones del éxito de Trump, nacida durante la campaña, es que su directa manera de hablar y de tuitear es una expresión pura de la escuela de liderazgo de 'hablar sin rodeos'. Ese diagnóstico parece reforzado ahora que él está emparejando las acciones con las promesas con poco respeto a los reglamentos y a las normas existentes.
John Legere, el director ejecutivo de T-Mobile USA — otro líder extremadamente directo con un irreprimible hábito de tuitear y una reputación de autenticidad — recientemente le comentó a CNBC: "Cuando comencé en el cargo, nuestro departamento legal me dijo: 'Usted no puede hacer esto'. Trump simplemente sigue pasándose de largo del 'no se puede hacer'. No sé qué va a hacer, pero él puede hacerlo".
La autenticidad, a través del abuso y el abuso, está en camino de convertirse en un cliché gerencial. Sin embargo, diferentes personas lo utilizan de diferentes maneras. Trump pudiera resultar ser una serie de versiones del "líder auténtico", no todas ellas apetecibles. O puede que él no sea auténtico en lo absoluto.
Scott Adams, el creador de Dilbert, un empleado de oficina en una serie de caricaturas, apoyó al Trump como presidente. Él piensa que es auténtico: "Siempre es todo Trump y nunca ninguna otra cosa", escribió Adams en 2015. Pero él considera a Trump más como un gran persuasor. De manera similar, Charles Spinosa — un filósofo convertido en consultor que una vez enseñara las ideas de Kierkegaard y Heidegger sobre la autenticidad —cree que el presidente Trump es un auténtico líder que, como lo hizo Steve Jobs en Apple, puede revigorizar la organización que encabeza. Tales personas "ven algo que otros no ven", comentó Spinosa.
En un artículo de blog la semana pasada, Adams presentó un argumento creíble a favor del nuevo presidente como un 'empresario en jefe', no un 'director ejecutivo en jefe'. Él está desordenadamente "haciendo pruebas alfa y beta" de las maneras alternativas de proceder y utilizando "mucha persuasión y palabrería porque los empresarios tienen que fingir hasta que aprendan cómo hacerlo", escribió Adams. El "falso Trump" suena más como el tipo de insulto que el presidente dirigiría a sus oponentes. Pero actuar como líder no está necesariamente opuesto a la autenticidad, tal y como lo demostró Ronald Reagan, el modelo presidencial de Trump. Jobs tenía, y el Legere tiene, la reputación de ser presentadores expertos de sus propios productos, en su propio estilo.
Herminia Ibarra, de Insead, les aconseja a los nuevos líderes que "prueben posibles versiones de sí mismos" mientras que aprenden a manejar un nuevo papel. Según lo ha señalado la profesora Ibarra, los nuevos líderes deben aprender nuevos hábitos para desarrollarse. Los líderes fracasan por mantenerse sólo fieles a sí mismos e ignorar a los demás. Los jefes fieles a sí mismos que se aferran inflexiblemente a la forma en que siempre han lidiado con los retos o en que han dirigido a las personas están destinados a alienar a tantas personas como solían complacer. Basta con ver la reacción polarizada al inflexible estilo presidencial de Trump hasta la fecha.
Laura Guillén, de la Escuela Europea de Gerencia y Tecnología (ESMT, por sus siglas en inglés) en Berlín, explicó que es más generoso y potencialmente más productivo mostrar que también te puedes adaptar a las exigencias de la situación y a las preocupaciones de los demás. Al "mostrarse abiertamente", Trump es un auténtico líder, me dijo la Sra. Guillén, pero "no está siendo fiel a los demás; está usando a otros para ser fiel a sí mismo" y para perseguir sus intereses personales.
El dilema de Trump es el dilema de muchos nuevos líderes pero a gran escala. Es difícil adaptar, y ni hablar de dejar de utilizar, las maneras de gestionar que han conducido a alguien al puesto más alto. Cambiar hace que uno se sienta incómodo y, sí, falso. Sin embargo, puede que sea necesario si el viejo tú es incapaz de inspirar el respeto y la obediencia de tu nuevo equipo y de anteriores opositores.
"Actuar de una manera que se sienta sincera, espontánea y conectada con quien realmente eres es importante, y es una calidad de liderazgo a la que vale la pena aspirar", escribieron en 2011 Deborah Gruenfeld y Lauren Zander en un artículo muy citado de la publicación Harvard Business Review. "Por otro lado, ser quien eres y decir lo que piensas puede ser muy problemático si el verdadero tú es un patán".
El veredicto de los principales partidarios de Trump es que él no es un patán. Ellos votaron a favor de un individuo de auténtica línea dura. Pero para hacer frente a las crisis futuras, puede que él tenga que utilizar flexibilidad, diplomacia y compromiso, cualidades que se verán inauténticas ante los ojos de los mismos seguidores. Como señala la profesora Ibarra, Margaret Thatcher, por todas sus cualidades, quedó finalmente atrapada por su imagen de "Dama de Hierro", la cual no dejó espacio para que ella hiciera las retractaciones necesarias. Si @realDonaldTrump impide que el verdadero Donald Trump evolucione como presidente, las consecuencias serán aún más perjudiciales.