Tiempos difíciles para la extraña pareja de occidente
Parece exagerado trazar paralelismos entre un demócrata de la Casa Blanca y una demócrata cristiana de la cancillería de Berlín. Pero si se escarba un poco, surgen las similitudes.
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Admito que forman una extraña pareja, pero he llegado a la conclusión de que Barack Obama y Angela Merkel son almas gemelas. El presidente de Estados Unidos y la canciller alemana tienden a pensar mucho las cosas. No hacen ningún daño con eso. Pero lamentablemente, su minucioso proceso de deliberación también sirve como excusa para la inacción.
Parece exagerado trazar paralelismos entre un demócrata de la Casa Blanca y una demócrata cristiana de la cancillería de Berlín. Él es abogado y ella física. Y Merkel no es el tipo de mujer que anima a la multitud diciendo: “Sí, podemos”.
Los dos líderes tampoco tienen el mismo pensamiento en cuanto a los grandes temas de política. Merkel recibe trato de aliada de honor en Washington. Pero critica tanto el despilfarro de EEUU como los excesos de Grecia y otras economías altamente endeudadas de la eurozona.
A los asistentes de Obama les inquieta que Merkel a veces prefiera la compañía de China y Rusia por sobre la de EEUU en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Las exportaciones alemanas matan la lealtad a la alianza occidental. También temen que su fracaso en el manejo de la crisis en la eurozona derive en una recesión global, en un momento en que el presidente busca la reelección.
Pero si se escarba un poco más, surgen las similitudes. Ambos gobiernan como si fueran profesores universitarios. Merkel prefiere el rol de mediadora al de líder, mostrándose moderada entre fanáticos ideológicos. Esa es justamente la postura que tomó Obama durante el impasse sobre el techo de la deuda.
Si se combinan la agitación financiera en Europa, el peso de la deuda estadounidense y cómo cambia la influencia geopolítica, se ve claramente el problema. Los tiempos piden líderes que les guste controlar la temperatura política. Obama y Merkel parecen más cómodos dictando seminarios que ejerciendo el poder con audacia.
Esta reticencia explica en gran medida los recientes acontecimientos a ambos lados del Atlántico. Nada puede resolverse en la eurozona sin la aprobación del canciller de Alemania. Se requirió la firma del presidente para elevar el techo de la deuda de EEUU. Sin embargo, ninguno mostró algo que se parezca a liderazgo para darle forma al resultado.
Es cierto que Obama puede asegurar que EEUU evitó un catastrófico default. Pero el hecho de que la decisión sobre el tope de la deuda se haya tomado a último momento habla elocuentemente de la disminuida autoridad de la Casa Blanca.
Merkel diría que demostró ser flexible durante la crisis de la eurozona. Pero pragmatismo no es liderazgo. Las vacilaciones patológicas de Merkel subieron el costo de cada rescate porque justificaban las dudas sobre la determinación política de Berlín.
El común denominador es la ausencia de una verdadera confianza en la capacidad que tiene el liderazgo político de moldear el ánimo nacional. Alemania tiene fuertes intereses estratégicos en impulsar el euro. Un líder con confianza en sí mismo habría tomado una acción decisiva en pos del interés nacional. La timidez de Obama es aún menos explicable. Es como si el haber obtenido la presidencia hubiese sido suficiente audacia. Sería mejor si vieran el liderazgo como algo más que un seminario.