Por John Paul Rathbone y
Adam Thomson
Carlos Slim está bajo ataque. Por décadas, el hombre más rico del mundo construyó un imperio empresarial en su México nativo con escasa resistencia de sus competidores. Hoy, el gobierno y empresas rivales están decididos a disminuir su peso casi monopólico en el sector de las telecomunicaciones del país, que ha ayudado a Slim a acumular una fortuna personal estimada en más de US$ 80 mil millones.
En los tres últimos meses, Telcel, su operador mexicano de telefonía móvil, ha sido multado con
US$ 1.000 millones por “prácticas monopólicas”, el gobierno azteca ha frustrado sus esfuerzos por entrar al negocio de la televisión pagada y sus rivales están haciendo mella en su negocio básico.
Pero pese a la presión de reguladores y competidores, el empresario de 71 años luce notablemente calmado cuando nos reunimos en la casa matriz de Inbursa, su banco mexicano. El cuarto está cubierto de pinturas con escenas pastorales, una ventana mira hacia un monótono paisaje urbano y un librero que cubre una pared completa está repleto de clásicos españoles, biografías de grandes financistas como Bernard Baruch, y una hilera de ajados volúmenes de estadísticas de béisbol, una de sus pasiones.
Incluso mientras otros intentan reducir su amplia riqueza, Slim se pregunta cómo hacer el mejor uso de ella cuando él ya no esté. “Lea esto”, dice sacando una edición bien gastada de El Profeta de Kahlil Gibran, el clásico de la espiritualidad estudiantil. Apunta a una línea en la página 487: “Dais poco cuando dais de vuestras posesiones”.
Slim, con pelo cuidadosamente peinado y vestido con una camisa de algodón de cuello abierto y puños con botones, estaba hasta hace poco demasiado ocupado ganando dinero como para preocuparse de cómo regalarlo.
Su negocio de telecomunicaciones América Móvil abarca 19 países y tiene más de 276 millones de clientes. Junto con la minera, inmobiliaria, tabacalera, aerolínea, banco y otras empresas que controla, los negocios de Slim representan 40% del mercado bursátil mexicano.
“Cuando me vaya, lo haré desnudo. ¿Entonces qué hago?”, pregunta retóricamente. “Le doy las empresas a mis hijos? Es una responsabilidad. ¿Les dejo 90% o 98% de mi patrimonio? Absurdo. Si vendo, ¿quién compra – una empresa extranjera? Entonces, ¿se lo doy todo a México?”.
Famoso por leer un balance como nadie más, Slim realiza un rápido cálculo mental. “Después de impuestos, serían US$ 300 para cada mexicano. Es mera caridad”.
Tales divagaciones por parte de un multimillonario resonarían en todas partes. Pero son especialmente delicadas en un país donde casi la mitad de la población de 112 millones de personas vive en la pobreza. Muchos ven a Slim como responsable en parte por este golfo que separa a ricos y pobres.
Los críticos dicen que su posición dominante en telecomunicaciones mantiene los precios altos y ahoga la competencia. Junto con otros oligarcas mexicanos, dicen, Slim ha frenado el desarrollo, dejando que México pierda terreno ante otras economías emergentes como Brasil.
Pese a tales acusaciones y la ofensiva del gobierno, Slim no es una figura odiada. Uno de los mayores empleadores del país, un sondeo reciente arrojó que los mexicanos lo ven como “el gran líder que México necesita”. Y en un libro reciente, Jorge Castañeda, el intelectual mexicano y ex ministro de relaciones exteriores, describió a Slim como “inusual entre los magnates mexicanos (…) Es generoso con su tiempo, no siempre con su dinero, pero es un magnate desarmadoramente accesible, discreto y de buen carácter”.
Más que la caridad, Slim cree que la solución a los problemas de México, y su propio predicamento, es más inversión, en especial entre las pequeñas empresas ya que son ellas las que crean la mayor parte de los empleos. Es una afirmación aparentemente contradictoria, dadas las críticas de que su propio dominio del mercado aplasta a jugadores más pequeños. “Los seres humanos a veces son contradictorios”, se encoge de hombros.
Pese a esta ambivalencia acerca de la filantropía, ha establecido dos organizaciones de caridad, Fundación Telmex y Fundación Carlos Slim. Con un enfoque general en el desarrollo infantil y educación temprana, proveen la inversión complementaria en capital humano que Slim ve como esencial en un mundo cada vez más dominado por sofisticadas industrias de servicios.
“Muchas personas ganan dinero con la pobreza -estudios, conferencias, ONG- es un negocio enorme”, observa Slim. “La respuesta es empleos, empleos, empleos. El trabajo es la única manera de dignificar al receptor. Satisface una necesidad emocional. E incentiva el desarrollo”.
Slim interrumpe la conversación y se dirige a un pequeño baño en la esquina de su oficina. No se molesta en cerrar la puerta. Arturo, su yerno, quien ha estado sentado fumando en silencio, sonríe con ironía.
Pese a su fortuna, el hombre más rico del mundo es sorprendentemente aterrizado. Conocido por sus gustos sencillos, hace poco compró su primera propiedad fuera de México –una casa en el Upper East Side de Nueva York.
Fuera de eso, vive en la misma casa en Ciudad de México en la que se instaló hace 40 años. No volvió a casarse después de la muerte de su esposa en 1999 por una falla renal, y siempre cena con sus seis hijos los domingos.
Hasta conduce su propio auto. Eso puede parecer excéntrico o arriesgado en un país cada vez más asociado con crímenes relacionados con drogas y secuestros. Pero tal parsimonia va en línea con su aproximación a las inversiones de valor, al estilo Warren Buffett.
Uno de los mejores negocios de Slim llegó con sus fuertes compras en las firmas brasileñas de telecomunicaciones cuando el mercado bursátil de ese país se desplomó en 2002.
Un buen sentido de la oportunidad es un rasgo de la familia Slim. Su padre, un inmigrante que huyó de la violencia en su Líbano natal, logró un buen pasar tras fundar una tienda durante la Revolución Mexicana y venderla justo antes del gran colapso bursátil de 1929.
Slim es también uno de los mayores coleccionistas de Rodin del mundo, y a comienzos de este año incluyó algunas de las obras del escultor impresionista francés en un museo gratuito que abrió en Ciudad de México para albergar parte de su colección de arte. En los círculos de arte mexicanos se dice, tal vez erróneamente, que ha calculado el costo promedio por kilo de los trabajos de Rodin.
Slim ciertamente reconoce un buen negocio. Ha probado ser tan buen competidor en el extranjero como monopolista en casa. “Los conquistadores solían extraer tributos, ahora extraen dividendos”, le gusta decir.
Las cañerías suenan y Slim retorna a la habitación. Cuando vuelve a sentarse, se ve tan tranquilo que uno no se imaginaría que algunas personas se preguntan si su suerte está cambiando. El día de la entrevista, los reguladores lo multaron con otros US$ 90 millones.
Slim se muestra imperturbable. “No me siento perseguido”, dice. “Nunca me sentí perseguido de niño, no me siento perseguido ahora”.
En cambio, bebiendo té de la misma loza que se usa en su tienda departamental y cafetería Sanborn, Slim mantiene la calma. Ni siquiera la guerra contra las drogas en el país, que ha cobrado 40 mil vidas en casi cinco años, ha alterado su rutina diaria. “Mi vida es la misma que hace cinco o diez años”, dice.
En una muestra de orgullo por el país en que hizo su fortuna, el millonario añade: “Quienquiera que no esté invirtiendo ahora se está perdiendo una tremenda oportunidad”. Él debe saber. Durante los primeros tres meses de este año, Slim aumentó su fortuna en casi
US$ 8 mil millones. Extrapolando ese desempeño, terminó esta entrevista unos US$ 7,5 millones más rico que cuando comenzó hace dos horas.
El CV
Nació:
28 de enero de 1940 en Ciudad de México.
Educación:
Se graduó de ingeniero civil en la Universidad Nacional Autónoma de México en 1961.
Carrera:
1965 Compra Inversora Bursátil en una operación que sienta las bases de Inbursa, su grupo financiero, así como de Grupo Carso, fundado un año después.
1982 Mientras los bancos mexicanos se desploman y son nacionalizados tras la caída en el precio del petróleo y la escalada en las tasas de interés globales, Slim sale de compras y adquiere una cadena hotelera, Reynolds Aluminio, una empresa de neumáticos; Sanborns, la tienda por departamentos; y una participación de 40% en la filial mexicana de British American Tobacco.
1990 Une fuerzas con France Télécom y Southwestern Bell para comprar Teléfonos de México al gobierno.
2000 Constituye América Telecom, la empresa matriz de América Móvil. Empieza a expandirse en América Latina y EEUU.
2008 Compra 6,4% de The New York Times Company.
2010 Nombrado por Forbes como la persona más rica del mundo.
Intereses:
Coleccionar esculturas de Rodin; estadísticas de béisbol.