Por Gillian Tett
En los últimos días, los expertos han hecho muchas preguntas teóricas y abstractas sobre cómo sería una corrida bancaria en la eurozona. Peter McNamara vive con ese problema, de cerca y personalmente, todos los días. ¿La razón? Es presidente ejecutivo de NoteMachine, una compañía que administra los cajeros automáticos en gran parte de la eurozona. Si durante la crisis, llegan camionetas cargadas de efectivo a los cajeros automáticos, eso por si sólo puede encender la alarma. Y si esos cajeros quedan sin dinero, es incluso peor. De este modo, las compañías como la suya están trabajando para mantener los cajeros constantemente llenos, pero de una manera en que el público nunca lo vea o tenga motivo para pensar en ello.
Es un ejercicio tremendo, fascinante, logísticamente hermético. Pero en cierto sentido es también un esfuerzo que podría ser extraño, si no paradójico. La mayoría de las operaciones financieras mayoristas se realizan en el ciberespacio con pagos electrónicos, al igual que muchas transacciones financieras de consumo. En estos días se puede usar plástico incluso en un taxi de Nueva York (lo que significa, para mi profundo alivio que los días de bucear en la cartera o billetera en búsqueda de un ajado dólar se acabaron).
Sin embargo, lamentablemente el billete se niega a desaparecer. En los últimos años, la cantidad de efectivo en circulación en Europa y EEUU se ha elevado a un ritmo más lento que el crédito virtual, pero sigue creciendo. Una razón es que el actual clima de bajas tasas de interés y baja inflación crea menos “penalidad por tener efectivo” para los consumidores o usuarios de cajeros automáticos, dice McNamara.
Otro factor es la conveniencia. Hace cuatro décadas los consumidores sólo podían tener efectivo cuando los bancos estaban abiertos. Los cajeros automáticos transformaron esto, en lo que Paul Volcker, el ex presidente de la Fed, considera la más “importante innovación financiera” de las últimas décadas. Y hoy, con un estimación de 2,2 millones de cajeros automáticos operando en el mundo, un repentino fin del flujo del papel produce un shock existencial, incluso si las cibercuentas bancarias están llenas.
Caída de banca moderna
Otra razón de por qué el uso de efectivo se ha incrementado es que la fe en la banca moderna y ciberfinanzas se ha estado desmoronando. En algunos casos, el pánico ha suscitado un acaparamiento temporal de papel: durante la crisis bancaria de 2007 y 2008 había filas afuera de los cajeros automáticos de Northern Rock y Wachovia.
Pero en otros países el impacto ha sido más largo plazo. Cuando Japón sufrió su propia crisis bancaria en 1997, los hogares aumentaron el efectivo que tenían en casa “en el tansu” (armario) y se elevaron las compras de cajas de seguridad. Quince años después, esos tansuare aún están repletos. El escepticismo sobre los bancos y las ciberfinanzas nunca ha desaparecido.
Las autoridades bancarias en Europa están ahora frenéticamente intentando apoyar su propio sistema para evitar que ocurra lo mismo y las compañías como NoteMachine también están determinadas a frustrar cualquier pánico. La buena noticia es que en algunos aspectos la logística es mucho más fácil de lo que era hace una década. Hoy en día los computadores pueden hacer seguimiento de desde dónde se está retirando el dinero y saber, por ejemplo, que los retiros de los viernes en la noche son típicamente cinco a seis veces mayores que en días de semana.
Pero la mala noticia, por supuesto, es que las crisis son impredecibles. Y grupos como NoteMachine ya han notado ciertos comportamientos de mal agüero.
En las últimas dos semanas, por ejemplo, los montos del dinero que los griegos han estado retirando de sus cajeros automáticos se ha incrementado considerablemente (aunque la frecuencia de los retiros no ha cambiado mucho). Aumentos similares en el valor han ocurrido en Italia, dice McNamara.
Eso podría presagiar una mayor corrida, o podría ser sólo algo temporal. De cualquier modo, mientras estos operadores de cajeros siguen en pie de guerra, es oportuno recordar que el “progreso” no es lineal. Incluso en la era cibernética, a veces hay que tocar algo tangible para creer.