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Los temores de una guerra de divisas se extienden en las naciones latinoamericanas

A medida que Japón se une a la carrera para devaluar, las economías regionales más ortodoxas y más favorables al libre comercio no quieren salir perjudicadas.

Por: | Publicado: Miércoles 13 de febrero de 2013 a las 05:00 hrs.
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Por John Paul Rathbone
, Editor para Latinoamérica


Latinoamérica se pone brasileña. Anteriormente, era sólo Brasil, la mayor economía de la región, la que se quejaba sobre las devaluaciones competitivas generadas por la impresión de billetes en occidente, conocidas como guerra de divisas.

Ahora, sin embargo, a medida que Japón se une a la carrera para devaluar, las economías latinoamericanas más ortodoxas y más favorables al libre comercio –las favoritas de los inversionistas: Chile, México, Colombia, y Perú– también temen salir perjudicadas. El tema podría dominar esta semana la reunión del G20 en Moscú, dado que los exportadores asiáticos como Corea del Sur también están preocupados por la apreciación monetaria.

“No todas las autoridades de Latinoamérica han usado el término guerra de divisas”, comenta Luis Oganes, encargado de investigación para Latinoamérica en JPMorgan. Pero ellos “están expresando una creciente preocupación y están reaccionando frente a eso”.

La semana pasada, el ministro de Hacienda de Chile, Felipe Larraín, lamentó que las devaluaciones competitivas de las divisas globales producto del alivio cuantitativo (QE, su sigla en inglés) pudieran llevar “a nuevas formas de proteccionismo comercial”.

Agustín Castens, gobernador del banco central de México, advirtió al día siguiente que los flujos masivos de capital transfronterizo podrían producir una “tormenta perfecta” de problemas económicos. Añadió que “las preocupaciones de burbujas de precios de activos alimentadas por auges crediticios están comenzando a reaparecer”. Sintomático de eso fue un tweet de Bill Gross, el co-fundador de Pimco, el fondo de bonos, quien alabó al peso mexicano como una “gran divisa” y eso llevó a su salto de casi 1 punto porcentual. Esas preocupaciones son lo opuesto a las de economías latinoamericanas mal administradas, como Venezuela (que devaluó el viernes) o Argentina, que sufren salidas de capital.

Lo que hace que esta ronda de reclamos de guerra de divisas sea distinta de cuando Brasil acuñó la frase en 2010 es que después de años de políticas ortodoxas, las economías chilena, colombiana, peruana y mexicana, que tienen un Producto Interno Bruto combinado de US$ 2,1 billón (millones de millones), disfrutan de tasas de interés e inflación más bajas y de menores déficits presupuestarios. Y, sin embargo, siguen sufriendo.

“El término ‘guerra de divisas’ es usado con frecuencia como un chivo expiatorio de las autoridades”, dijo el economista de la consultora Capital Economics, Michael Henderson. “El hecho que personas como Carstens de México estén recogiendo la idea le da más credibilidad”.

Desde luego, la evidencia parece clara. Las divisas chilena, mexicana, colombiana y peruana se apreciaron cerca de 10% frente al dólar estadounidense en 2012. El promedio de sus divisas ponderadas ajustadas a inflación está ahora 8% por sobre el promedio a diez años. Esto ha provocado protestas de los exportadores locales y una presión creciente de los políticos para que “se haga algo”.

“Criticamos firmemente las políticas monetarias de las economías desarrolladas que están generando una liquidez internacional excesiva y sobrevalorando las divisas como la nuestra”, comentó a FT Mauricio Cárdenas, ministro de Finanzas de Colombia.

Parte de la razón de la apreciación del tipo de cambio es que Chile, Perú y Colombia están disfrutando de un impulso comercial por los altos precios de las materias primas. Chile es el mayor productor de cobre, Perú el segundo, y Colombia es el cuarto mayor exportador de carbón.

Pero México, donde la manufactura representa 75% de las exportaciones, también lamenta estar involucrado en una guerra cambiaria derivada del alivio cuantitativo, pese a que el QE ayudó a impulsar a las economías desarrolladas y, por lo tanto, a la suya.

“El hecho de que las exportaciones del mundo emergente se estén ralentizando, sólo ha intensificado la voluntad de los legisladores de ‘pelear’ la guerra de divisas”, afirma David Lubin, jefe de economía de mercados emergentes de Citi.

Hasta ahora, ninguno de estos países ha contemplado controles de capital como los de Brasil. “Nunca he pensado en los controles de capital. No los veo como necesarios”, dijo el mes pasado Julio Velarde, jefe del banco central de Perú.

En vez de eso, han recurrido a la intervención directa; al pago de la deuda extranjera; medidas macro-prudenciales, como aumentos en los requerimientos de las reservas de los bancos; y recortes en las tasas de interés que reducen el “carry”, o el diferencial en la tasa de interés, para los inversionistas extranjeros hambrientos por los retornos.

Sin embargo, este tipo de estrategia tiene límites, y conlleva sus propios problemas. Bajar las tasas de interés puede fomentar auges en el crédito, y el crédito privado ya está creciendo a un promedio de 13% entre las cuatro economías, según Capital Economics. Un crecimiento del crédito más rápido puede llevar a un sobrecalentamiento, pero elevar las tasas de interés para enfriar la economía sólo atrae más flujos de capital. Es un desafortunado círculo vicioso, sin una fórmula mágica para resolverlo.

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