Los inversionistas se hacen con nervios de acero para 2022
Una nueva fase de la crisis económica sugiere que la expectativa razonable en los mercados es más volatilidad.
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Katie Martin
Ahora es la temporada de pontificar sobre qué tanto las acciones seguirán subiendo en 2022 y, de ser así, a qué ritmo. El problema es que se trata de una pregunta capciosa.
Entonces, ¿cómo responder? Para el criterioso experto en mercados que honestamente no tiene idea de lo que va a pasar, "mm, no sé, depende" es una mala respuesta.
El penúltimo recurso es echar mano de probabilidades precisas. "Una chance del 60% de que Grecia deje el euro", fue un clásico del género entre economistas durante la crisis de deuda europea. El equivalente ahora sería identificar un 60% de probabilidad de que el mercado de valores se derrumbe.
60 es aquí tu punto ideal: un número lo suficientemente grande como para verse serio y alardear de ello por el resto de tu carrera si al final tienes razón, pero lo suficientemente bajo como para dar una salida si es que no sucede.
Si se siente como algo insatisfactorio, los analistas e inversores pueden ir al último recurso: predecir la volatilidad. Los mercados no serán necesariamente más altos ni más bajos, sino volátiles. Normalmente, esto es una evasión. Es "no sé" pero en jerga de mercados.
Pero en este caso, "será volátil" es una postura razonable e intelectualmente honesta para el analista o inversor a quien se le paga por hacer pronósticos sin más previsión que cualquier otra persona, y que sabe que la retirada global de estímulos monetarios a todas luces será un proceso turbulento.
Es por ello que las perspectivas de 2022 están salpicadas de palabras como "ágil" y, por supuesto, "volatilidad". Los analistas e inversores esperan estallidos de flaqueza conocidos como "reducciones" (drawdowns) o "retrocesos" (pullbacks).
Quienes se encargan de formular políticas también están alertas ante el asunto. En su última conferencia de prensa a mediados de diciembre, el banco central suizo notó "signos de sobrevaloración en los mercados de valores y de bienes raíces en varios países". Agregó que "al mismo tiempo, la deuda pública y corporativa global es alta. Estas vulnerabilidades hacen que los mercados financieros sean más susceptibles a los shocks, particularmente a las grandes subidas de tasas de interés".
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Momento clave
Esto marca una nueva fase en los mercados financieros. Primero vino la fase crítica, cuando a inicios de 2020 la pandemia dio su primer golpe. Después vino un período de retornos descontrolados en las acciones, luego de que los bancos centrales inundaran el sistema con estímulos para evitar que los colapsados mercados derivaran en una crisis económica aún más profunda.
La vertiginosa inflación no fue suficiente para hacer recular a los entes monetarios, aunque tuvieron que dejar consignado que el argumento de una inflación "transitoria" se iba al tacho de basura de la historia monetaria.
Ahora estamos en un momento decisivo. Sí, las incertidumbres persisten. El coronavirus claramente aún tiene algunas cartas desagradables bajo la manga. Pero una cosa que sí sabemos es que la inflación está muy por encima del objetivo.
Entre los bancos centrales más influyentes, el Banco de Inglaterra ya ha respondido con una subida de tasas, no exenta de polémica. En Estados Unidos, la Reserva Federal ha indicado que busca hacer lo mismo varias veces el próximo año. El Banco Central Europeo dice que planea detener en marzo uno de sus programas de compras de activos.
"Va a ser un año agitado", ya que todos los estímulos disminuyen, dice David Riley, estratega jefe de inversiones en BlueBay Asset Management. "Puede ser un cliché, pero estamos en un mundo donde los activos, en su mayor parte, parecen altamente valorados bajo estándares históricos. Las buena noticia se halla en el precio, pero estamos entrando en un ciclo de ajuste global. No hay un colchón de valoración".
Riley agrega: "Soy optimista sobre el crecimiento, en términos generales. China y el Covid son claramente riesgos de cola, pero creo que va a ser un 'meh' en lo que a mercados se refiere. Será un año difícil a la hora de que los mercados tengan un buen desempeño, y más difícil aún para cuando tengan que elegir los lugares correctos".
En el camino, hay que esperar ataques de hipo. En 2021, los retrocesos han sido muy superficiales. El índice S&P 500 de acciones estadounidenses de primera línea ha caído un 2% diario en cinco ocasiones durante al año, a pesar de todas las explosiones del drama Covid-19. La aparición de la variante ómicron dejó apenas una marca luego de un par de días.
Un nuevo ciclo
"La fase de recuperación ha terminado", sostiene Norman Villamin, director de inversiones de la división de patrimonio en Union Bancaire Privée. "Estamos entrando a un miniciclo ahora. Es cierto, eso significa que no habrán grandes retornos. No estoy demasiado preocupado sobre la estanflación, porque la inversión se encuentra al alza, la productividad está al alza, la reubicación está impulsando el gasto corporativo", dice.
El ejecutivo señala además que la revolución de la energía verde exige un mayor gasto empresarial. En cuanto a cifras, espera rendimientos decentes del 8% al 10% en 2022 pero -y es un pero importante- "con reducciones más profundas".
Se avecina un período prolongado en el que la Fed retrocede, espera a ver cómo responden los mercados y luego potencialmente desecha los planes para de inmediato instalar nuevas restricciones, temiendo que el bamboleo vuelva a causar dolor en el mundo real.
La renta variable todavía tienen sentido para cualquiera que no esté obligado, por cualquier razón regulatoria, a mantener bonos gubernamentales, que rinden casi nada o incluso menos que nada cuando hay consciencia de la inflación. Pero las acciones pondrán a prueba los nervios de los inversionistas.
"Habrá episodios de volatilidad el próximo año y eso requiere un poco de humildad", afirma Kasper Elmgreen, director de renta variable de Amundi en Dublín. "Es un poco cursi decirlo, pero la gama de resultados es bastante amplia".
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