Hay una tragedia humana desarrollándose de modo inexorable en el Cuerno de África. Los somalíes han estado huyendo del conflicto desde el colapso del régimen de Siad Barre, en 1991. Pero habían pasado 20 años desde la última vez que las agencias de ayuda alertaron sobre una hambruna como lo hicieron la semana pasada. Miles podrían haber muerto ya, y el número de somalíes que huyen a Kenia y Etiopía crece cada día.
Somalia es un desastre humanitario en el mejor de sus días. Así que el éxodo refleja lo aún más infernal que es la crisis ahora. La resiliencia natural de gente acostumbrada a condiciones duras se ha erosionado a medida que las lluvias faltan, la tiranía prevalecey la fuga de granjeros y comerciantes deja a vastas zonas sin comida. Esta crisis en expansión es otro recordatorio de que las consecuencias de que Somalia sea un Estado fallido —piratería, terrorismo y hambre— no pueden aislarse. Además, aunque esos problemas sean de difícil solución, no pueden ser ignorados.
La prioridad internacional debe ser ofrecer los medios para salvar vidas, aunque para hacerlo las agencias de ayuda deban ingresar a un campo minado desde el punto de vista ético. No es coincidencia que la sequía que afecta a Kenia y Etiopía haya causado hambruna sólo en partes de Somalia. Los patrones climáticos causan sequía, y es indudablemente que ésta es ahora más grave debido al cambio climático. Pero las hambrunas suelen ser causadas por el hombre.
Las áreas más afectadas están controladas por milicias islámicas. Hay hambre porque han aislado y aterrorizado a la población, y hasta este mes habían prohibido la entrada de quienes trabajan en brindar alivio internacional.
Al ingresar ahora, las organizaciones humanitarias corren el riesgo de favorecer a las milicias en la distribución de alimentos, pero no hay alternativa. Es un imperativo moral aliviar el sufrimiento inmediato. Sin embargo, esto no debe ocultar la necesidad de encontrar formas más efectivas de ayudar a los somalíes a reconstruir algo que se parezca a un Estado. La historia reciente brinda lecciones: la intervención de corto plazo suele prolongar el sufrimiento si no está acompañado de un pensamiento estratégico.
Somalia no ha sido una excepción, desde las fallidas operaciones militares de la ONU durante la última hambruna hasta la invasión etíope, con respaldo de EEUU, en 2006, que radicalizó a las milicias que dominan hoy. Mientras reciban atención sólo los síntomas, los problemas del país seguirán siendo exportados al mundo de maneras inesperadas.