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En Brasil, el crecimiento lleva a una historia de dos clases medias


Al hablar con Melissa Beeby, uno no se imaginaría que Brasil disfruta de su período más próspero desde el “milagro...

Por: Por Joe Leahy en São Paulo 
 | Publicado: Miércoles 3 de agosto de 2011 a las 05:00 hrs.
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Al hablar con Melissa Beeby, uno no se imaginaría que Brasil disfruta de su período más próspero desde el “milagro económico” de fines de los ‘60, el nombre que recibe la última gran bonanza del país.

Como otros miembros de la clase media “tradicional” de Brasil, Beeby ha descubierto que las cosas se han vuelto más duras en años recientes. Los precios de la carne y los combustibles se han duplicado, los peajes en las carreteras han subido y salir a comer o comprar propiedades se ha vuelto prohibitivamente caro.

“La clase media básicamente está endeudada. Así es como se las arreglan”, dice Beeby, quien dirige el Restaurante Bridge en el British Centre en São Paulo. “Las personas comen más en casa y cuando salen, lo hacen a lugares más simples”.

La historia del éxito de Brasil en sacar a millones de personas de la pobreza en la última década de verdad ha sido una historia de dos clases medias.

Si bien las cifras de crecimiento del PIB en Brasil no han sido tan espectaculares como en China e India, a un promedio de 4% al año entre 2003 y 2010, el equilibrio de la distribución del ingreso ha mejorado con más rapidez en la mayor economía de América Latina que en otros grandes mercados emergentes.

En Brasil, el ingreso medio de los hogares desde 2003 subió 1,8 puntos porcentuales al año sobre la tasa de expansión del producto interno bruto, apuntalada por generosos incrementos en el salario mínimo y subsidios sociales. En China, en cambio, el alza en el ingreso de los hogares ha ido detrás del crecimiento del PIB en dos puntos porcentuales al año.

En el lado ganador, se estima que desde 2003 se han incorporado 33 millones de personas a las filas de la “nueva clase media” o por encima. Hoy, 105,5 millones de brasileños de una población total de 190 millones son miembros de este grupo, que gana entre 1.200 reales y 5.174 reales (US$ 3.315) por hogar cada mes. También están mejor los ricos, que se han beneficiado del auge en los mercados bursátiles y de commodities y en el consumo.

En el perdedor, dicen los sociólogos, están los casi 20 millones de personas de la clase media “tradicional”, que ganan más de 5.174 reales por hogar. A diferencia de India, donde la vieja clase media se benefició con la creación de nuevas industrias, como externalización informática, muchos en la clase media brasileña se queja de alzas de precios e impuestos, de una infraestructura congestionada y de más competencia por empleos.

“En los últimos 10 años el ingreso del 50% más pobre de la población creció un 68% en términos per cápita reales, mientras que el ingreso del 10% más rico creció 10%”, dice Marcelo Neri de la Getúlio Vargas Foundation (FGV) y coordinador de un gran estudio sobre la nueva clase media de Brasil.

Aún más sorprendente, el ingreso de la persona analfabeta promedio subió 37% entre 2003 y 2009, mientras que el de una persona con al menos estudios universitarios incompletos cayó 17%. “Está invertido”, dice el profesor Neri.

Los cambios representan una redistribución de la riqueza pendiente desde 1888, cuando Brasil se convirtió en el último país en Europa y las Américas en abolir la esclavitud, agrega Neri.

“Los ingresos están creciendo más (rápidamente) en grupos tradicionalmente excluidos de la sociedad brasileña, como no-blancos, mujeres, quienes viven en el noreste empobrecido, en favelas o en las afueras de las sociedades brasileñas”, señala el estudio de la FGV.

El proceso lo ha guiado en parte el mayor acceso a la educación. La nueva clase media se ha agolpado en las universidades privadas e instituciones técnicas y comenzado a competir por empleos con la clase media tradicional.

Consciente de su apoyo entre los pobres, la presidenta Dilma Rousseff lanzó hace poco un programa de bienestar social que apunta a sacar a otros 16 millones de personas de la pobreza absoluta.

Pero estos programas no le ganarán votos entre las clases medias tradicionales, que se concentran en los estados industrializados en el sur de Brasil, en especial São Paulo. Algunos se quejan de que el gobierno ayuda a los pobres a través de beneficios y alzas salariales y a los ricos mediante préstamos subsidiados para sus empresas. Esto inunda la economía de dinero, lo que lleva a la inflación, que el banco central trata entonces de contener con tasas de interés más altas, penalizando a la clase media.

Aunque muchos en la clase media tradicional de Brasil están de acuerdo con la redistribución de la riqueza, temen lo que les está costando. Beeby dice que ella siente la presión de ambos lados, como consumidora y propietaria de una pequeña empresa. El alto precio de la carne la ha obligado a subir el precio de algunos platos. “Las personas que comen aquí también han sentido la diferencia. Se quejan mucho”, dice.

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