Por Ben McLannahan
A las 5 de la tarde en un jueves, la sucursal en Nakameguro de la tienda de descuentos Don Quijote está comenzando a llenarse.
Pero Japón, acosado por la deflación y con los salarios y bonos en constante descenso, la compañía conocida como “Donki” ha sido un gran ganador, una de un puñado de firmas listadas que tendrán aumento en las ventas y ganancias por 20 años consecutivos.
Es aquí donde “Abenomics” está siendo puesto a prueba. Shinzo Abe, el nuevo primer ministro de Japón, ha prometido deshacerse de la deflación, para hacer más probable que los hogares y las compañías opten por gastar en vez de ahorrar.
Hasta ahora, Abe se ha enfocado en el estímulo fiscal y el alivio monetario. Se espera que en el verano boreal presente el resto de su plan: reformas estructurales y desregulación. “Sin expectativas inflacionarias, no se crearán empleos ni habrá inversión”, dijo Abe hace poco. “Llevamos más de diez años de deflación. Ahora haremos algo diferente”. La caída de 0,2% del IPC en diciembre -la sexta caída en siete meses- subraya la magnitud del desafío.
En las tiendas su promesa de inflación de 2% suena más como una amenaza para Sakura Ikeda, una ama de casa de 36 años. “Si los salarios también suben, la inflación es algo bueno”, dice. “Pero no creo que eso pase. Nadie siente que la economía esté mejorando”.
Ese es el problema de Abe. Años de deflación y bajo crecimiento han creado expectativas de más de lo mismo. La población en edad de trabajar ha caído 8% desde 1995 y las empresas temen aprobar más costos de producción por miedo a perder parte del mercado.
Como las leyes laborales hacen casi imposibles los despidos, los salarios se han deprimido. Eso ha reducido la demanda, lo que empuja a Japón a su tercer recesión en cinco años.
Los menores salarios no han sido demasiado duros para los consumidores, ya que los ingresos totales han caído menos que el descenso del principal índice de precio de bienes y servicios desde mediados de los ‘90. Aún así, ese aumento del poder adquisitivo no ha logrado impulsar el consumo, ya que los empleados temen que su siguiente sueldo sea menor al anterior. El resultado es que muchos asocian mayores precios con un menor estándar de vida.
Más del 80% de los encuestados en un sondeo del Banco de Japón (BoJ) señaló que un reciente aumento de precios en primavera boreal, que impulsó el costo de los combustibles, fue algo malo.
Masaaki Shirakawa, gobernador del BoJ, que se ha comprometido sin mucho entusiasmo con la meta de Abe, destacó que incluso durante la burbuja de la última mitad de los ‘80 la inflación apenas promedió 1,3%.
“La ‘estabilidad de precios’ que quiere la mayoría de los japoneses es aquella donde la economía mejora de forma sostenible y balanceada, con aumento de empleo, salarios y ganancias empresariales, con leves aumentos de precio como resultado”, añadió.
La semana pasada, un popular programa de TV se enfocó en estrategias para “lidiar” con la inflación de 2%. Un consejo era acumular productos no perecibles.
Abe ha destacado que mayores precios deben ir junto a mejores salarios. Una idea es ofrecer rebajas impositivas a las firmas que aumenten salarios y bonos.
Por ahora el panorama no es alentador. El grupo de lobby empresarial Keidanren afirma que “no habrá espacio” para subir salarios en la tradicional ronda de negociaciones de primavera, y culpó la economía.
Se “priorizará la sobrevivencia de los empleadores, y la mantención y estabilidad del empleo”, señaló Keidanren. Sin embargo, la devaluación del yen pronto podría subir los precios del gas y la luz, según Satoshi Okagawa, analista de SMBC.
Si los salarios comienzan a subir recién en la ronda de 2014, “los costos podrían adelantarse a los ingresos”, advierte, lo que golpeará aún más el consumo.
El dueño de Donki, Takao Yasuda, celebra la perspectiva de inflación, ya que “la gente siente que debe apurarse y comprar cosas antes de que encarezcan”. Sin embargo, en el local la sensación es otra. “Escuché (sobre la meta del 2%) en las noticias, pero no lo entiendo”, dice Chieko Tsujii, de 72 años. “Me preocupa porque soy jubilado. Mis ingresos no van a subir”.