El Tíbet, cerrado totalmente a la entrada de
extranjeros desde los disturbios del 14 de marzo, podría reabrirse
nuevamente a los turistas foráneos en el último tercio del mes de
junio, según informó hoy el presidente regional tibetano, Qiangba
Puncog, a través de la agencia de noticias China News.
Puncog destacó en una rueda de prensa en Lhasa que se confía en
resolver los problemas actuales y permitir la entrada de turistas
extranjeros a la región el próximo mes.
Señaló, sin embargo, que "todas las partes deben esforzarse" para
reducir los efectos negativos de los disturbios del 14 de marzo para
poder llevar a cabo esa reapertura, que en un principio estaba
prevista para el 1 de mayo, pero finalmente se pospuso de forma
indefinida.
Tras la violencia de mediados de marzo, China expulsó a los
turistas extranjeros que esos días se encontraban en el Tíbet y no
ha vuelto a permitir la entrada de ningún visitante foráneo, un
acceso que ya estaba muy limitado con anterioridad, puesto que,
además del visado chino, hace falta un permiso especial del Buró de
Turismo tibetano.
Desde finales de abril, China permite a turistas chinos viajar a
la conflictiva región, pero justificó el retraso en la entrada de
extranjeros a que todavía no se puede garantizar la seguridad de
éstos.
Desde la apertura del tren al Tíbet, en julio de 2006, el número
de turistas chinos a la región ha aumentado considerablemente (4,02
millones en 2007, más de un 64% más que en el año
anterior), pero el de extranjeros continúa siendo reducido (se
espera que haya unos 100.000 este año).
En 2007, los japoneses fueron el principal país emisor de
turistas extranjeros al Tíbet (78.000), superando por primera vez a
EE.UU.
Pese a la posible reapertura al turismo exterior, el Tíbet
continuará estando cerrado a los periodistas foráneos, como en años
anteriores, pese a las llamadas de la prensa internacional a que
China permita el acceso a la región.
El 14 de marzo, grupos tibetanos atacaron con cuchillos e
incendiaron establecimientos de emigrantes chinos y musulmanes,
causando la muerte de 18 civiles y un policía, según las cifras
oficiales de Pekín.
Los tibetanos en el exilio aseguran que en la represión posterior
de estas protestas las fuerzas de seguridad chinas mataron a más de
200 personas, cifra que Pekín niega, limitándose a informar de la
detención de cientos de implicados y la condena a prisión, por el
momento, de 30 personas, tres de ellas a cadena perpetua.