Un año después del estallido de la crisis financiera global y sus devastadores
efectos, Asia se erigió en 2009 como locomotora de la recuperación mundial con
China liderando todos los índices de crecimiento.
Cuando el resto del planeta todavía lucha por esquivar la recesión, todo hace
indicar que China cerrará el año con un avance del Producto Interior Bruto
(PIB) en torno al 8%, cumpliendo así el objetivo oficial marcado por el régimen
comunista en sus previsiones.
Después de anotar un mínimo de 6,1% en el primer trimestre, los datos
mejoraron durante el año y el Banco Mundial (BM) pronosticó que el último
trimestre alcanzará de nuevo un crecimiento económico de doble dígito, por
encima del 10%.
Aunque para las economías occidentales son porcentajes inalcanzables, la
recuperación progresiva no evitará, sin embargo, que China registre el menor
crecimiento desde hace una década.
La tendencia global del año acerca el PIB de China (US$ 4,32 billones en 2008,
según el BM) al de Japón (US$ 4,91 billones), por lo que ya se vislumbra la
posibilidad de que en 2010 la economía china supere a la japonesa, aunque haya
que esperar a los resultados anuales consolidados en enero para confirmarlo.
Sin embargo, la economía de Japón no va a ponérselo fácil: después la peor
recesión desde la II Guerra
Mundial, logró levantar cabeza en el segundo trimestre de este año y confirmó
su recuperación con un avance del 4,8% del PIB entre julio y septiembre, su
mayor incremento desde 2007.
Con todo, que China emerge de la crisis antes que nadie lo corrobora un dato
aportado por la
Organización Mundial de Comercio (OMC): el país asiático
superó a Alemania como mayor exportador mundial por volumen en el acumulado del
primer semestre del año.
Japón es consciente de que sobre su futuro económico planean aún varias
amenazas, la principal de ellas la casi endémica deflación, con un IPC que
lleva una trayectoria descendente desde febrero.
La inestabilidad de un mercado laboral sacudido por la crisis y la fortaleza
del yen también afectaron a la economía, con el mayor nivel frente al dólar en
los últimos 14 años, lo que perjudica a las exportaciones niponas, uno de los
motores económicos del país.
Para contrarrestar la situación, la administración de Yukio Hatoyama, lanzó a
finales de año nuevas medidas de estímulo económico, mientras que el Banco
Central anunciaba una inyección de 7.600 millones de euros (US$ 11.300
millones) al sistema financiero para frenar la deflación.
En parecidos términos, Corea del Sur también asoma la cabeza, con un
crecimiento del 2,9% en el tercer trimestre, el mayor aumento en siete años y
medio, gracias al incremento de las exportaciones (el 60% del PIB) en un 5,1% de
julio a septiembre, así como del consumo privado.
El contrapunto se encuentra en la mala respuesta de las pequeñas economías de
la región, que se embarrancaron en la crisis, golpeadas por el derrumbe de las
exportaciones, como demuestra la caída prevista del 1% del PIB del conjunto de
los diez miembros de la ASEAN
(Asociación de Naciones del Sureste Asiático).
A pesar de no ser homogénea, la vitalidad económica de Asia confirma el
vaticinio de muchos expertos y analistas: el eje mundial, empezando por el
económico, se desplaza hacia Oriente.