Durante los doce años en que Recept Tayyip Erdogan se desempeñó como primer ministro de Turquía, la economía del país euroasiático registró un rendimiento destacable. Si bien el electo presidente ha afirmado que mantendrá las políticas económicas, los analistas han advertido sobre el daño que podría causar la concentración de poder que busca el líder conservador.
Entre 2002 y 2013, el crecimiento del PIB promedió una tasa de 5% y, desde 2006, los inversionistas extranjeros han vertido US$ 78 mil millones en las acciones y bonos locales. Además, la inflación retrocedió a cifras de un dígito, las tasas de interés cayeron a mínimos históricos y el país pagó los préstamos del Fondo Monetario Internacional. Estos avances han llevado a Erdogan a desear que la economía de US$ 820 mil millones pase desde su actual lugar 17 en la lista de las mayores economías del planeta a estar entre las diez primeras en 2023.
Sin embargo, aún persisten profundos desafíos económicos. La robusta expansión ha estado impulsada por el consumo y el endeudamiento del sector privado, lo que generó que el déficit de cuenta corriente llegara a 7,5% del PIB en el primer trimestre. Esta es la mayor tasa entre los denominados “cinco frágiles”.
A esto se suma que, en el último año, la lira ha sido la cuarta divisa con peor desempeño entre las principales monedas monitoreadas por Bloomberg, con una depreciación cercana a 10%.
Riesgo político
Tras su victoria el domingo, los inversionistas recibieron de buena manera la continuidad en el poder de Erdogan. Sin embargo, la perspectiva se tornó gris a medida que el análisis se volcó hacia la situación política.
En un informe, la agencia Fitch Ratings aseguró que el triunfo hará “poco para mejorar el riesgo político del perfil crediticio” de Turquía.
La calificadora anticipó que la tensión política probablemente se mantendrá alta hasta las elecciones generales de junio de 2015, mientras Erdogan “busca extender el poder de su presidencia”. Por esto mismo, se espera que el riesgo político siga siendo “una debilidad crediticia que podría llevar a una acción negativa de la nota si afecta adversamente la efectividad del gobierno y la previsibilidad de la política”.
Uno de los puntos que más preocupa es la presión que ha ejercido en el último tiempo Erdogan para que el banco central recorte las tasas a pesar de que la inflación se ha ubicado por sobre 9% en los últimos cuatro meses. Esta acción podría “minar la poco convincente credibilidad” del organismo, según Fitch.
Una visión similar expresó Jane Foley de Rabobank. En una nota, la estratega de divisas declaró que “si Erdogan, quien claramente quiere estar a cargo de todo en Turquía incluida la política monetaria, obliga al banco central a rebajar las tasas de mucho más agresivamente que lo que actualmente anticipa el mercado, esto dejaría a los activos turcos mucho más vulnerables a los factores externos negativos”.