Uno de los fenómenos que ha marcado la previa de las elecciones del Parlamento europeo que se inician el jueves y terminan el domingo es el aumento en el respaldo del movimiento euroescéptico. Con las promesas de reducir los poderes de Bruselas para determinar las políticas domésticas, abandonar al euro o renunciar a la Unión Europea, las agrupaciones que se oponen al proyecto comunitario –como el Ukip británico– y los partidos de extrema izquierda y derecha –como el Frente Nacional francés– verían casi duplicar su intención de voto desde el 13% alcanzado en los comicios de 2009 a 25% o más. De esta manera, los ciudadanos reflejarían su frustración por el alto desempleo y el débil crecimiento que ha experimentado la región desde que estalló la crisis soberana en 2010.
Sin embargo, este incremento esconde dos realidades que podrían debilitar el poder de los que se declaran anti Unión Europea: por un lado, están las diferencias entre las distintas facciones de este segmento. Sus perspectivas nacionales mutuamente contradictorias y sus desacuerdos sobre las políticas económicas y sociales dificultarán su trabajo y cooperación como un bloque organizado.
Por otro lado, está el efecto que el alza del euroescepticismo provocará en el resto del espectro político. Pawel Swidlicki, analista del centro de estudios Open Europe, comentó a Financial Times que la principal consecuencia del aumento en la representación de partidos populistas “podría, irónicamente, ser que el próximo Parlamento europeo sea incluso más integracionista al desplazar a los reformistas del centro”.
Aliados secretos
Si la visión de Swidlicki es correcta, el centroderechista Partido Popular Europeo (PPE) y la centroizquierdista Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas (S&D) –los mayores grupos políticos– podrían forma algún tipo de gran coalición para reimpulsar el sueño integracionista.
Jean-Claude Juncker (PPE) y Martin Schulz (S&D), los principales candidatos para presidir la Comisión Europea, han dado indicios de este potencial pacto al evitar confrontarse en los debates que se han realizado en las últimas semanas. Los representantes se han mostrado ampliamente de acuerdo con la respuesta de la UE a la crisis y sólo han revelado pequeños matices sobre las medidas económicas para lograr un crecimiento sostenible.
Esta defensa férrea de la iniciativa pan-europea no es de extrañar si se toma en cuenta que ambos son parte de la elite de Bruselas: Juncker es considerado uno de los fundadores del euro y fue figura clave en la crisis como presidente del Eurogrupo y Schulz ha sido miembro del Parlamento europeo por 20 años y es el actual jefe del poder legislativo.
Según Christian Hasselbach, corresponsal de Deutsche Welle en la capital belga, Juncker y Schulz dan la impresión de ser “aliados secretos” con la misión de proteger el proyecto comunitario y tienen un contrincante común: el populismo de ambos extremos.
¿Candidato externo?
Un análisis de encuestas nacionales realizado por PollWatch 2014 reveló que el conglomerado de centroderecha se quedaría con 212 escaños, apenas tres más que sus rivales de centroizquierda.
En teoría, esto significa que Juncker sucedería a José Manuel Barroso como presidente de la rama ejecutiva de la UE, ya que el Tratado de Lisboa de 2009 establece que los líderes nacionales deben tomar en cuenta los resultados de las elecciones para nominar al líder de la Comisión, que luego debe ser ratificado por el Parlamento.
Sin embargo, los 28 Estados miembros no están obligados a optar por los candidatos de los partidos y podrían designar a otra persona. Entre los nombres que se estarían barajando están Christine Lagarde, directora gerente del Fondo Monetario Internacional; Helle Thorning-Schmidt, primera ministra de Dinamarca; y Enda Kenny, jefe de gobierno de Irlanda.
Cuatro de los cinco abanderados advirtieron recientemente que si las autoridades pasan por alto los resultados, esto sería un golpe a la democracia. “Esto llevaría a una gran crisis institucional, ellos les estarían diciendo a los electores que sus votos no cuentan”, afirmó Juncker en un debate televisivo.
Schulz concordó con su principal contendor, al asegurar que “esto sería un gran daño para la democracia europea”. Por su parte, José Bové, representante del Partido Verde Europeo junto con Ska Keller, declaró que sería “muy peligroso” para el actual sistema político y Guy Verhofstadt, carta de la Alianza de los Liberales y Demócratas por Europa, adelantó que “no aceptaremos a alguien fuera de los candidatos”.