La discusión en torno a la eliminación del impuesto a los
combuestibles no es exclusiva de Chile. El presidente de Repsol YPF, Antonio Brufau,
dijo que la discusión sobre la subida de los precios del petróleo no pueden
reducirse al simplismo. “Es un tema muy complejo, y no hay una sola causa, sino
varias que están interactuando al mismo tiempo”, comenta Brufau en una
entrevista con el diario español Expansión.
Brufau enumera varias causas, entre ellas, “la dificultad
creciente en extraer crudo en condiciones óptimas de rentabilidad en los países
productores”. No sólo por las dificultades geopolíticas, sino por la presión
fiscal. “En algunos países, los impuestos que pagan las petroleras por obtener
el petróleo llegan al 90%”, comenta el presidente de Repsol. Además, es una
fiscalidad creciente, que ha aumentado su presión a raíz de la subida del
precio de los hidrocarburos, porque los países donde están las reservas quieren
capturar más valor de ese incremento de precios.
Nuevo paradigma
También está habiendo tensiones en la demanda por el
incremento del consumo en países como China. “El problema no es China en sí
misma, sino que ahora se está dando una circunstancia que no se daba en otros
momentos de tensión de precios”, dice Brufau. “Estamos ante un nuevo paradigma
económico”, argumenta. “Ahora hay países en desarrollo que siguen creciendo en
un momento en el que otras economías, como las desarrolladas, están estancadas”,
comenta. “Sólo para los países emergentes hay que producir un millón de
barriles más cada año”, asegura. Es decir, el consumo de petróleo es creciente
siempre, aunque los países desarrollados no estén tirando de él. Esta
situación, y la dificultad creciente en encontrar y extraer petróleo del suelo,
está haciendo que se hable sistemáticamente del declino, un concepto que el
sector petrolífero se identifica con la capacidad de regeneración, es decir, de
añadir reservas y producción para cubrir la demanda.
El declino en estos momentos llega a tasas negativas de
entre el 4% y el 5% anual. Con todo, lo que más sorprende a Brufau, no son los
elevados precios del petróleo, sino “sus bruscas oscilaciones en tan poco
tiempo”, y aunque a Brufau no le gusta hablar de “especulación, por que es una
palabra muy seria”, sí que reconoce que ha habido en el último año “gran
excitación financiera”. “Me gustaría creer que [el precio del crudo] se va a
estabilizar”, dice. Entre otras cosas, porque las petroleras como Repsol, que
tienen que arriesgar inversiones multimillonarias en buscar petróleo en países
extranjeros, no consiguen más por los precios altos. Precisamente la fiscalidad
creciente de los países productores es lo que actúa de tapón.
Además, hay otros mitos que tienen que soportar petroleras
como Repsol en su propio territorio, es decir, en los países consumidores. En
los países consumidores, son las petroleras las que cargan con las críticas del
ciudadano cada vez que la gasolina sube de precio en la estación de servicio.
En ese momento, nadie se acuerda de los elevados impuestos que se pagan en cada
litro de combustible, y que Brufau resume de forma didáctica: “Si no existieran
impuestos, un litro de gasolina o de gasoil costaría más barato que el agua mineral,
o que la Coca-Cola”, dice. El problema es que el consumidor no se cuestiona lo
que paga por beber, pero sí por la gasolina que le echa al coche,
independientemente de qué es más necesario.
Precios razonables
Con todo, Brufau apuesta por los precios razonables. Igual
de peligroso es un petróleo alto para la economía, especialmente por la
inflación que genera, que vivir con precios artificialmente baratos, por el
derroche que se genera en términos de eficiencia energética. “No era razonable
tener el petróleo a US$ 30 el barril durante treinta años, como estuvo”, dice
Brufau.
El presidente de Repsol considera que es imposible
determinar a qué precio se va a estabilizar el crudo, porque los escenarios son
imprevisibles. “Si de repente hay un problema geopolítico que te saca dos
millones de barriles del mercado, el precio se puede disparar”, dice. En
cualquier caso, lo que está claro es que “hay razones técnicas para pensar, por
motivos geopolíticos, por la dinámica de la oferta y la demanda, y por los
costes de extracción, en un precio alto del crudo”, comenta.
De cualquier modo, las lecciones de un precio alto son
claras: “Habrá más conciencia de eficiencia energética y de ahorro”. En España,
donde la economía es suficientemente competitiva como para que la subida del
petróleo no sea la puntilla final que lleve al país de cabeza a una dura
crisis, Brufau dice que hay mucho potencial de ahorro. “El 70% del consumo de
energía final está en los consumidores”. En su mano está cambiar el patrón de
gasto energético.