Empresas y Startups
Si innovamos y no protegemos perdemos talento y valor
Carolina del Río Gerente General Clarke, Modet & Cº Chile
Por: | Publicado: Miércoles 4 de abril de 2012 a las 05:00 hrs.
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Es una realidad que en Chile contamos con emprendedores y emprendedoras que se han arriesgado y apostado por innovar, muchas veces incluso frente a la adversidad. Cómo dudar de la capacidad creativa local. Tenemos mucha y de sobra.
Sin embargo, no es suficiente. Más allá de las buenas intenciones, las estadísticas nos siguen situando muy por debajo de países como Japón, Estados Unidos, China e incluso de nuestros propios vecinos. La razón: innovamos poco y cuando lo hacemos, no protegemos.
Innovar, adaptarse a los cambios del mercado y distinguir es lo que diferencia a las empresas y en lo que se basa su competitividad. Si no, cómo explicarse el caso de Kodak, empresa que con 100 años en el mercado, se declaró en quiebra.
Es preciso, entonces, conocer y dotarse de los mecanismos que protejan nuestra diferenciación como empresa.
Uno de ellos es el patentamiento, importante precisamente porque es una de las herramientas más potentes en la protección de los activos intangibles. Nos permite hacer de nuestra diferencia una ventaja competitiva.
Es necesario que empecemos a ver las patentes como una oportunidad de generar ingresos a través de su comercialización. Si el empresariado y los investigadores tuvieran conciencia de que a través de la protección de nuestra innovación y creación se pueden obtener importantes retornos económicos y, en buen chileno, “ganar lucas”, sin duda los números reflejarían otra realidad.
Ello nos lleva, eso sí, a considerar que es preciso proteger, pero con sentido. Podemos dar un consejo aparentemente paradójico, como gastar poco en Propiedad Industrial, pero gastar bien.
Es necesario identificar correctamente aquello que deseamos proteger, que normalmente será eso donde existan indicios de lograr un mayor retorno de nuestras inversiones.
Una patente que no ha sido explotada o comercializada carece de valor práctico; lo mismo una marca desconocida porque no se ha puesto en circulación. La Propiedad Industrial adquiere valor cuando genera ingresos.
Es decir, no basta con inventar, no basta con distinguir nuestros productos, no es suficiente incorporar a ellos un diseño novedoso.
Es necesario defender ese esfuerzo investigador y creador. Hay que protegerlo de forma que el esfuerzo invertido se vea bien recompensado con la explotación directa y en exclusiva, generando con ello un negocio innovador y diferente de la competencia.
Sin embargo, no es suficiente. Más allá de las buenas intenciones, las estadísticas nos siguen situando muy por debajo de países como Japón, Estados Unidos, China e incluso de nuestros propios vecinos. La razón: innovamos poco y cuando lo hacemos, no protegemos.
Innovar, adaptarse a los cambios del mercado y distinguir es lo que diferencia a las empresas y en lo que se basa su competitividad. Si no, cómo explicarse el caso de Kodak, empresa que con 100 años en el mercado, se declaró en quiebra.
Es preciso, entonces, conocer y dotarse de los mecanismos que protejan nuestra diferenciación como empresa.
Uno de ellos es el patentamiento, importante precisamente porque es una de las herramientas más potentes en la protección de los activos intangibles. Nos permite hacer de nuestra diferencia una ventaja competitiva.
Es necesario que empecemos a ver las patentes como una oportunidad de generar ingresos a través de su comercialización. Si el empresariado y los investigadores tuvieran conciencia de que a través de la protección de nuestra innovación y creación se pueden obtener importantes retornos económicos y, en buen chileno, “ganar lucas”, sin duda los números reflejarían otra realidad.
Ello nos lleva, eso sí, a considerar que es preciso proteger, pero con sentido. Podemos dar un consejo aparentemente paradójico, como gastar poco en Propiedad Industrial, pero gastar bien.
Es necesario identificar correctamente aquello que deseamos proteger, que normalmente será eso donde existan indicios de lograr un mayor retorno de nuestras inversiones.
Una patente que no ha sido explotada o comercializada carece de valor práctico; lo mismo una marca desconocida porque no se ha puesto en circulación. La Propiedad Industrial adquiere valor cuando genera ingresos.
Es decir, no basta con inventar, no basta con distinguir nuestros productos, no es suficiente incorporar a ellos un diseño novedoso.
Es necesario defender ese esfuerzo investigador y creador. Hay que protegerlo de forma que el esfuerzo invertido se vea bien recompensado con la explotación directa y en exclusiva, generando con ello un negocio innovador y diferente de la competencia.