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“Necesitamos hablar de objetivos antes que de ideologías”

POR ALEJANDRA MATURANA La economista sostiene que para repuntar el crecimiento se necesita mejorar el clima interno, afectado por la desconfianza frente a la agenda de reformas de la Presidenta Michelle Bachelet.

Por: | Publicado: Viernes 19 de junio de 2015 a las 04:00 hrs.
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La economista sostiene que para repuntar el crecimiento se necesita mejorar el clima interno, afectado por la desconfianza frente a la agenda de reformas de la Presidenta Michelle Bachelet.

Acaba de terminar su colaboración en la Comisión Engel -el Consejo Asesor Presidencial contra los conflictos de interés, tráfico de influencias y corrupción- y hoy se encuentra concentrada en las reformas, principalmente la laboral. La subdirectora de Libertad y Desarrollo (LyD), Rosanna Costa y ex Directora de Presupuesto del Gobierno de Sebastián Piñera, advierte que la economía chilena está comenzando a presentar leves mejorías, aunque lejos del crecimiento en torno al 5% que había presentado el país en los últimos años.

“Hoy vemos que se marchitaron los brotes verdes y que, además, la tendencia del crecimiento es bastante magra en relación a nuestra historia reciente. Eso es complejo”, señala, apuntando a que el nuevo gabinete presentado hace un poco más de un mes no ha logrado aún reestablecer la falta de confianza en los cambios planteados en el programa de Gobierno.

- ¿Cómo se vislumbra el panorama económico para Chile con miras a lo que queda del año y 2016?

-Tras unos magros brotes verdes que desaparecieron del escenario, esperamos un muy leve repunte en el crecimiento de cada mes para converger muy lento a tasas entre 3% y 3,5% ya con miras a 2016. Eso en la medida que el clima interno cambie.

Es necesario separar la trayectoria coyuntural de la tendencia de mediano o largo plazo, que también se ve debilitada. Esta última es una preocupación que debiese estar más presente.

-¿Y qué se necesita para mejorar el clima interno?

-Es urgente revertir este clima de incertidumbre de la economía real y de descrédito en lo político, pero también falta diálogo.

Está muy bien que el Gobierno -su Ministro de Hacienda- muestre preocupación por los equilibrios macroeconómicos, lo que por lo demás resulta creíble y genuino, y también suma reconocer que el crecimiento importa para la sostenibilidad de las políticas, pero no es suficiente. En lo principal, hay que mirar con cuidado el programa y las reformas.

-Hablando de reformas, éstas han generado inquietudes en el empresariado…

-Es que la reforma tributaria debería mirarse mejor, pues nos llevó a tasas de impuesto de primera categoría por sobre la media de la OCDE sin tener su productividad; es muy compleja y reduce incentivos a la inversión. Y la reforma laboral está mal orientada: si el objetivo es aumentar remuneraciones, debe apuntar a formas que mejoren la productividad; y si el fin es meramente aumentar la sindicalización -un objetivo más político- incluso, en ese caso, se puede hacer con incentivos y miremos la Comisión de Equidad.

También están las reformas en aguas y previsión, antes de acercarnos al debate constitucional. Éstas van al corazón de las decisiones de inversión que sustentan el crecimiento.

Necesitamos hablar de objetivos antes que de ideologías, además de un liderazgo que oriente y dé seguridades en un debate serio en esa dirección. Pero cualquier debate serio de este tipo requiere restablecer confianzas con el entorno político, por lo que el Gobierno debe solucionar el problema político y liderar una agenda de probidad que prestigie la política y los partidos. Sin eso, cualquier programa se hace cuesta arriba, y si la política es la llamada a encauzar el debate, no veo cómo hacer omisión del escenario político.

-De hecho el escenario político y las reformas han afectado la reputación del Gobierno. Según la última encuesta Adimark, la Presidenta y su administración han bajado en su aprobación hacia mínimos históricos a pesar del cambio de gabinete y del reciente discurso del 21 de mayo ¿Cómo interpreta estos datos?

-La gente se siente desilusionada. Las reformas que se supone les beneficiarían no son lo que esperaban. Además hay un problema político que requiere abordarse.

La economía importa. La inflación, el menor ritmo de crecimiento de empleo, las expectativas en los consumidores y en la inversión importan y afectan la vida diaria.

Y a un poco más de un mes de que se renovó el gabinete, ¿cómo evalúa a los nuevos ministros?

Menos de lo esperado, si bien el tiempo es poco. Se espera del Ministro del Interior una coordinación efectiva y un orden entre las tendencias que tensionan a la coalición de Gobierno, una tensión que no está dejando gobernar y que asumo es la responsable, al menos en parte, de estas señales contradictorias de parte del Ministro de Hacienda.

Ambos son personas extraordinariamente preparadas y tienen la capacidad para ello. Pero, por ahora, se han dado señales ambivalentes o confusas. Algunas abren espacios a la esperanza de un cambio de contenidos, otras veces no.

-¿Y cuáles serían esas señales contradictorias y cómo están afectando al país?

-En materia fiscal, este último (Valdés) ha sido claro en priorizar la estabilidad macroeconómica y en destacar que el crecimiento no puede sustentarse “a punta” de política fiscal. Sin embargo, no ha ratificado el equilibrio estructural al final de su mandato -también en el programa- e insiste en que el gasto este año será de 9,8%, lo que está bastante sobre el nivel aprobado en la Ley de Presupuestos 2015, dada una inflación de 4% y un gasto ejecutado en 2014 más alto. La lectura que hago es que está más atento al balance y a los equilibrios macroeconómicos, y que revisará las proyecciones cuando corresponda.

Se valora su preocupación por el crecimiento, pero ha estado muy por debajo de lo esperado en el tema laboral, donde su postura no ha sido muy distinta a la de su antecesor (Alberto Arenas) salvo inclinaciones por “los pactos” que no ha materializado y sus menciones a la valoración del modelo alemán, sin mayor precisión, casi como globo sonda. El ministro, en el fondo, está en la misma línea que su antecesor: mantener la propuesta original y no deteriorarla más. Ojalá me equivoque, porque sería en beneficio del empleo.

Tampoco ha estado bien en el tema constitucional, que es aún más relevante. Su señal de apertura a discutir el concepto de derecho de propiedad y sus intentos posteriores por decir que es valioso, pero manteniendo el tema abierto, y su falta de pronunciamiento sobre el rol en la economía de instituciones y equilibrios institucionales que están en la Constitución… me cuesta creer que el economista Rodrigo Valdés estime que ello no sea adverso al crecimiento en el corto y mediano y largo plazo, y que no afectará adversamente la inversión. Me cuesta creer que él pueda omitirse de este tema.

-¿Qué papel juegan el emprendimiento y la innovación en el crecimiento? ¿Son suficientes las reestructuraciones y anuncios realizados por Corfo?

-El emprendimiento está en el corazón de una economía pujante, con iniciativa y que crece. Es parte de un engranaje en el cual nacen miles de ideas, fracasan muchas y las que tienen éxito movilizan la eficiencia del resto y logran utilidades. Se pueden corregir fallas de mercado apoyando con financiamiento y programas de Corfo, donde pudiera sub-invertirse. Pero el clima emprendedor no lo da Corfo, ese clima surge de valorar el éxito empresarial, aceptar su fracaso y empujar un nuevo intento. Es un engranaje virtuoso inserto en la economía como un todo.

EFECTO “REFORMAS”

Siguiendo su programa, el Gobierno ha presentado una serie de reformas, donde las que más revuelo han causado en el empresariado han sido la tributaria (en período de implementación), la laboral (en discusión) y la modificación a la Constitución que, según ha anunciado la Presidenta, comenzará a tomar cuerpo en septiembre próximo.

-¿Qué tanto afecta la reforma tributaria el clima para hacer negocios en el país?

-La reforma tributaria aumenta la carga tributaria y, por tanto, se requiere de un ajuste de precios y ese costo hay que asumirlo entre todos. Pero además el nuevo equilibrio considera menores incentivos a la inversión y mayores niveles de endeudamiento empresarial.

También los agentes están atentos al contenido de cada dictamen interpretativo de la ley y sus efectos, porque hay que llevar a la práctica los nuevos sistemas y, tratándose de una reforma tan compleja, asoman dudas, las que cuanto antes despeje el Servicio de Impuestos Internos, más ayuda a reducir los costos del proceso.

Los espacios normativos son muy importantes. El dicho habla de que “el diablo está en los detalles”, y en eso está la reforma ahora. Con el nuevo ministro yo hubiese esperado una apertura mayor, tras un diagnóstico más detallado.

-¿Y la reforma laboral? ¿Qué orientación debería adquirir?

-Definitivamente está mal orientada. Yo pondría mayores esfuerzos en los “pactos” con mayores espacios y materias para negociar a las que hoy están dadas en la ley, de modo de incentivar una mayor negociación colectiva en forma voluntaria y motivada por usar estos espacios de acuerdo, para lograr aumentos de productividad y mayores salarios que sean sostenibles en el tiempo. Todo esto con las debidas garantías para los trabajadores, lo que en esencia es su voluntariedad. Ése fue el énfasis que puso la Comisión de Equidad en la cual participé hace unos años, y lo hice precisamente en el grupo que estudió negociación colectiva. Mantendría equilibrios básicos en las relaciones que han conducido a un incremento de remuneraciones reales concordantes con los incrementos de productividad, sin eliminar el descuelgue de trabajadores en huelga y permitiendo reemplazo tras ciertas condiciones.

En cambio, este proyecto apunta a forzar la sindicalización más allá de la libertad de afiliación y busca favorecer una mayor conflictividad para incrementar remuneraciones. Pero es bastante obvio que las remuneraciones no se sostienen altas sobre la base de conflictividad, sino de productividad. El proyecto está pensado para igualar el premio, independiente del esfuerzo, con lo cual el más productivo al ver que recibe el mismo premio que el resto, se esforzará menos, bajando el promedio. Eso es reducir productividad. No está pensado en la internalización y sustitución tecnológica de hoy a nivel internacional.

-¿Chile necesita una reforma constitucional?

-Yo no lo creo. Pero el debate del contenido está postergado, o debemos entender que toda institucionalidad está en análisis y sujeta a modificarse. Esta segunda mirada es compleja para la economía.

Los derechos de propiedad son un gran tema, y es bastante obvio su potencial efecto, pero no es lo único. Las instituciones que dependen de este debate influyen también en los equilibrios económicos. La independencia del Banco Central ha sido un avance muy significativo y gran responsable de los avances de nuestro país y de su estabilidad. Los equilibrios institucionales y la convergencia entre roles, responsabilidades y facultades han contribuido a la estabilidad fiscal que ha acompañado a esta constitución. Aunque eso no significa que no pueda perfeccionarse.

Me parece que debemos evitar a toda costa caer en un populismo constitucional y, para evitarlo, lo primero es no alimentar esta creencia de que la Constitución es la causa de todos los males y que al cambiarla lograremos satisfacer todos los anhelos. Eso además de falso, generará grandes frustraciones.

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