Por Claudia Marín
“Hay muchas cosas que hacen pensar que la relación entre tecnología y desarrollo económico tiene que ser muy fuerte, porque los países que más innovan y que tienen condiciones más favorables para la innovación y para las inversiones en nuevas tecnologías, crecen más”, dice Eduardo Lora, economista jefe y gerente general del Departamento de Investigación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). El experto estuvo en Chile presentando el libro “Conexiones del desarrollo”, texto que analiza una serie de iniciativas tecnológicas en América Latina para evaluar su impacto.
“Lo que se sabe con menos precisión es exactamente a través de qué canales, qué tipos de tecnologías y con qué usos de esos tipos de tecnología se logra un mayor impacto”, añade Lora, quien comenta que en general las empresas lo descubren por ensayo y error, y que las políticas públicas deben facilitar esa búsqueda en áreas de interés como salud y educación, para lo que se requieren evaluaciones previas.
“Por ejemplo, en el uso de los computadores en las escuelas, que uno piensa que es un canal obvio para que los chicos aprendan más rápidamente, si no hay mucha posibilidad de que exista competencia, se usan programas oficiales y se va a gastar un montón de dinero, antes de hacer eso debería haber una evaluación que analice si ocurrirá el impacto que se cree. Lo que dicen muchas de las evaluaciones que se han hecho es que el acceso a los computadores por sí mismo no garantiza nada”, explica.
Más allá del acceso
Según Lora, muchas veces se toman grandes decisiones de inversión en tecnología sin tener claras las demás cosas que se requieren para que ésta funcione. “La tecnología no es la varita mágica que resuelve el problema. Es un insumo más que, combinado con otras cosas, puede producir ciertos resultados, pero no es la solución por sí misma”, dice.
Por eso, dice que hay que dar un paso más allá de la “obsesión por el acceso”, para pensar en la utilización efectiva y en lo que limita el impacto del uso de las tecnologías. Para el experto, Chile ya ha superado esa etapa y el tema del uso es parte de las decisiones a nivel público y privado.
Entre los casos analizados en el país, hubo un experimento con las AFP que indagó si la gente que recibía más información sobre el rendimiento de sus fondos, se cambiaba de administradora al saber que puede haber otra que rinde más y le da mayores beneficios.
“La respuesta es no, esas personas no se cambiaron más que la gente que no tenía la información. Es muy interesante porque sugiere trabas que tiene la competencia o la respuesta de los consumidores a la competencia“, indica Lora.