Un importante crecimiento registran las empresas manufactureras que incursionan en innovación. Así lo revela el estudio “El efecto de la innovación sobre el empleo: evidencia en firmas chilenas”, desarrollado por el núcleo milenio Intelis, que por primera vez entrega datos concretos del impacto de los nuevos desarrollos, procesos o productos que las compañías realizan para mejorar su productividad en la industria manufacturera.
El estudio, que analizó el comportamiento de 5.000 empresas del rubro de diverso tamaño, arrojó que registraron un crecimiento de 0,8% en la productividad en tres años. Una cifra que genera un impacto positivo, no sólo desde el punto de vista de entregar “mayor empleo, sino también de productividad. Es buena noticia ya que muchas personas se preguntan para qué innovar. Con esto encontramos que la innovación es rentable, aunque demora un poco en llegar”, explica José Miguel Benavente, director del Centro de Productividad de la U. Adolfo Ibáñez (UAI) e investigador responsable de Intelis, centro apoyado por la Iniciativa Científica Milenio, que reúne a expertos de diferentes casas de estudios. Para esta ocasión, participaron investigadores de la U. de Chile y UAI. El informe se apoyó en datos de cinco Encuestas de Innovación en I+D (1995, 1998, 2001, 2007 y 2009) realizadas por el Ministerio de Economía, y la “Encuesta Nacional de la Industria Manufacturera” desde 1993 a 2007.
Debido a que el retorno de las actividades de innovación presenta un rezago cercano a tres años, muchas veces las empresas optan por soluciones a corto plazo, como adquirir lo que necesitan, en vez de desarrollarlo, pese a que el retorno, puede ser el doble pero en el mediano plazo, explica el académico.
El crecimiento de la productividad sería relevante dentro de la economía chilena si es que todas las empresas innovaran, ya “que la productividad representó cerca del 2% del crecimiento histórico del país, aunque en los últimos años ha estado baja. No así la inversión y el empleo, que en los últimos 30 años ha estado fuerte”, indica. De hecho, según los últimos datos, sólo el 0,5% del PIB se destina a I+D.
El estudio detalla que de las empresas que innovan, más del 53% se enfoca en nuevos productos, y casi el 4% en procesos. “Se ve con recelo hacer cambios tecnológicos porque podrían ser ahorradores de mano de obra”, explica Benavente. Ambos casos, eso sí, tienen un impacto importante en las ventas al crecer a una tasa anual de 8% y 7%, respectivamente, en comparación con aquellas que no lo hacen y que registran un alza de 3%.
Impacto en el empleo
No obstante, el análisis muestra que la innovación también ayuda al empleo, aunque hay un impacto negativo en la contratación de personal no calificado al no tener las competencias específicas. “La política pública tiene que distinguir cuáles son las competencias que se van a requerir y entregar, por ejemplo, becas o incentivos especiales a los centros de formación técnica, algo que hoy está al libre albedrío. Como dato, Chile es fuerte en vino y, si bien tiene buenos enólogos, no cuenta con muchos científicos que manejen las parras o entiendan la biología de los injertos”, explica. Benavente agrega que la experiencia internacional y los estudios muestran que no sólo se necesita un buen Banco Central o Ministerio de Hacienda responsable para crecer, sino también un buen Ministerio de Economía, Corfo o Conicyt. “En la etapa de desarrollo que enfrenta Chile, estas entidades son aún más relevantes que el Banco Central”, dice.